Desde hace años no deja de preocupar a los actores implicados (directivos de medios, empresarios, periodistas, académicos y usuarios) el progresivo deterioro de la calidad de los contenidos mediáticos. “Es lo que pide la audiencia”, dicen algunos. Y los índices de medición parecen darles la razón en países como España, donde hace pocos días la cacareada actuación de Chikilicuatre en Eurovisión rozó los 14 millones de espectadores y llegó al 78,1% de audiencia, en el minuto de oro más visto de los últimos seis años.
El estudio realizado por Alfonso Sánchez-Tabernero, profesor de Empresa Informativa y vicerrector de la Universidad de Navarra, es un valioso y documentado diagnóstico del estado de la programación mediática. Y sobre todo un valiente desafío a los creadores de contenidos, desde el momento en que el autor lanza dos hipótesis rompedoras: las demandas del público no constituyen la causa principal de esa tendencia a empobrecer los productos; y la vulgarización de los contenidos es una estrategia empresarial de alto riesgo.
Desde las primeras páginas se percibe el constante esfuerzo del autor por pegarse al terreno, tomar el pulso a la realidad empresarial y creativa, e indagar y analizar alternativas cualificadas. Centrándose en el mundo audiovisual -quizá el más arruinado en materia de calidad-, Sánchez-Tabernero escudriña el horizonte abriendo mucho el objetivo, para no dejar fuera ni nuevas plataformas tecnológicas ni países con culturas mediáticas disparejas que pudieran dar riqueza a su análisis.
Pero luego, al detectar calidad rentable en la competitiva selva de los medios, ajusta el ocular del microscopio para entonces investigar el porqué del éxito de tal o cual producto. Un sólido conocimiento de la literatura especializada y del funcionamiento de la empresa le permite vislumbrar tendencias valiosas para el futuro de la calidad, tanto en el campo del entretenimiento como en el de la información.