Media sanción a favor del aborto en Argentina

publicado
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Manifestación a favor de la legalización del aborto frente al Congreso (Buenos Aires)

Actualizado el 31-12-2020

Buenos Aires.— La Cámara de Diputados argentina aprobó, el 11 de diciembre, el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, con 131 votos a favor, 117 en contra y seis abstenciones, tras un debate que duró más de 20 horas. Poco después, 196 legisladores apoyaron la ley de los mil días, que ofrece contención y recursos a mujeres en situación de vulnerabilidad que quieran seguir adelante con su embarazo. El trámite continúa, ahora, en el Senado y se espera que la votación sea antes de fin de año (1).

El momento se vive como una bisagra de la historia, nodo de una colisión de visiones del mundo. Desde la “gran deuda de la democracia” hasta el “genocidio silencioso”, la movilización social ha sido incesante a partir de aquel febrero de 2018 en que el entonces presidente Mauricio Macri “habilitó” que se discutiera el tema en el Congreso.

El debate ha tocado sus límites: cientos de presentaciones de especialistas, agentes sanitarios y sociales, artistas, intelectuales, activistas. Importadas del primer mundo, las posturas tradicionales se centraban en la mujer: para el sector antiaborto, “asesina de un niño”; para el proaborto, “portadora de un derecho no reconocido sobre su propio cuerpo”. La evolución retórica abrió paso a la polarización entre pro-life y pro-choice: una contienda entre los valores de la vida y la libertad, que reforzaba el binomio “niño” vs. “mujer”. Alrededor de este núcleo, se esgrimieron fundamentos jurídicos, tratados internacionales, razones morales, demostraciones genéticas y biológicas, motivos de salud pública, estadísticas y reclamos de derechos, testimonios, quejas de presiones extranjeras como el FMI, el Vaticano o la Fundación Ford, de injerencias eclesiásticas y acusaciones cruzadas de hipocresía. Varias veces se negó todo lo anterior y otras tantas se volvió a declarar.

Un mensaje provida inclusivo

Germinada en los centros de ayuda a mujeres, en el 2018 nació una nueva conciencia. El sujeto “mujer” había ido cambiando desde una profesional de clase media reclamando los valores de la liberación sexual hacia una mujer vulnerable en riesgo de acudir a un aborto clandestino. Con el lema “Cuidemos las dos vidas” se logró expresar una verdad ampliada: la mujer es también una víctima del aborto que debe ser salvada, protegida, ayudada.

Este efecto inclusivo encendió el compromiso ciudadano y permitió expandir la coalición provida, al presentar el aborto como una tragedia social y un fracaso de la comunidad que no es capaz de ofrecer soluciones a la maternidad vulnerable. Por primera vez en mucho tiempo, el sector provida tenía una colección de propuestas en su discurso. El debate no sólo culminó con una histórica negativa en el Senado en la madrugada del 9 de agosto, sino que inauguró una época de nuevas figuras públicas en la causa de la mujer y de las niñas y niños por nacer: legisladoras, periodistas, modelos, docentes, jóvenes activistas. Había surgido la “ola celeste”.

La otra cara de la moneda fue la llamada “marea verde” de un colectivo feminista renovado. Puño en alto y pañuelo en la muñeca. Mística de la diversidad, reivindicaciones estudiantiles, glitter y sororidad progresista. Transversalidad partidaria, intensidad en redes, estética urbana y apoyo de celebrities. Al ritmo de “el Estado opresor es un macho violador” se instalaron consignas de derechos que corrieron la expectativa desde la despenalización de la mujer hacia la sanción de profesionales y centros de salud que se resistieran a realizar un aborto, mientras etiquetaban a los “celestes” como “antiderechos”.

El aborto es mayoritariamente rechazado en provincias y tiene más apoyo en la capital

Estos alumbramientos identitarios fueron el prólogo del debate actual, reiniciado por el presidente Fernández para “cumplir una promesa de campaña” y “superar el dilema” de si “los abortos se practican en la clandestinidad o en el sistema de salud”. La periodista Florencia Alcaraz recompone el ambiente de la votación: “Calles ardiendo y 20.000 personas mirando el debate en el canal de Youtube de Diputados Tv. Adentro del Congreso casi nadie seguía el debate minuto a minuto. Es que se trataba de un déjà vu de 2018, un repaso de los sentidos y argumentos ya instalados, sin demasiada estridencia ni datos nuevos o sorpresas”.

Política y convicciones personales

Con prolijidad, el ejecutivo nacional había lanzado el proyecto invocando la supremacía de las políticas públicas por sobre las convicciones personales: “Soy católico, pero tengo que gobernar para todos”, explicó el presidente. “No hay que dividir a la Argentina por sus convicciones religiosas –agregó–, no tiene ningún sentido seguir negando la existencia del aborto”.

Estas palabras parecían el contrapunto de una carta del Papa dirigida a mujeres de barrios populares: “No es un asunto primariamente religioso sino de ética humana, anterior a cualquier confesión religiosa”. Luego, invitaba a preguntarse: “¿Es justo eliminar una vida humana para resolver un problema?”.

Días después, volvía con los mismos argumentos en otra carta, en este caso enviada a sus exalumnos del colegio jesuita de la Inmaculada de Santa Fe: “Me causa gracia cuando alguien dice: ¿Por qué el Papa no envía a la Argentina su opinión sobre el aborto? Pues la estoy enviando a todo el mundo (incluso a Argentina) desde que soy Papa”.

Cortina de humo

Entretanto, proliferan interpretaciones sobre la estrategia del gobierno al impulsar esta ley. Algunos consideran que es una cortina de humo para tapar la mala gestión de la pandemia y otros, un intento de construir un éxito legislativo para presentar en un balance del primer año de gestión, atravesado por la crisis sanitaria, el derrumbe económico, el aumento de la pobreza y, en general, la profundización de una situación que ya era crítica cuando asumieron. Otros especulan sobre la incidencia determinante en la pugna interna del peronismo de la secretaria legal y técnica, Vilma Ibarra, autora del proyecto y muy cercana al presidente: en numerosas provincias –como San Juan, Tucumán, Formosa, Chaco, Salta, Córdoba– gobernadas actualmente por el justicialismo, la mayoría de los diputados votó en contra.

La sociedad argentina parece no querer el aborto, pero sus políticos, sí

Por otro lado, según el diario La Nación, citando datos de Poliarquía, “sólo 4 de cada 10 argentinos sigue con interés el debate en torno a la despenalización del aborto, mientras que un 52% está poco o nada interesado en el tema”. En estas semanas se han publicado encuestas que indican un mayor rechazo hacia el aborto, asentado en las provincias frente a la más progresista Capital Federal, epicentro de la prensa nacional. En este sentido, la consultora Giacobe y asociados puntualiza la existencia de una mayoría silenciosa y conservadora que está en contraposición al progresismo feminista que levanta la bandera de la legalización, negando la humanidad de la vida por nacer. Así lo exponía el ministro de Salud: “Acá no hay dos vidas como dicen algunos. Acá claramente es una sola persona y lo otro es un fenómeno… que no está correctamente utilizado (sic). Si no fuera así, estaríamos ante el mayor genocidio universal”.

Luego de la previsible media sanción, todas las miradas y los esfuerzos de cabildeo han girado hacia la cámara alta. Las expectativas van parejas y se especula un desempate de Cristina Kirchner, quien, como vicepresidenta de la Nación, dirige el Senado. Ya se han escuchado advertencias de la Iglesia –que cumple un rol esencial en la contención del deterioro social y alimentario de la pandemia–, sobre el enfriamiento de la relación del gobierno con los obispos y el Papa si se aprobara el aborto.

Problemas del proyecto

Según el Centro de Bioética, el proyecto presenta numerosos problemas: la negación del derecho a la vida desde la concepción reconocido en el ordenamiento jurídico, la promoción del aborto como única opción, la discriminación entre niños deseados y no deseados, las amenazas penales al equipo de salud, el impacto sobre las personas con discapacidad, la edad temprana de consentimiento, la posibilidad de acceder al aborto con causales amplísimas hasta los nueve meses, y una objeción de conciencia completamente desdibujada.

A estas críticas, se suman reclamos de soluciones alternativas, como explica la investigadora Carolina Sanchez Agostini, a partir de un análisis interdisciplinar de la Universidad Austral: “La educación sexual, el acceso a la atención médica y social durante el embarazo, las medidas de seguridad y apoyo a las mujeres ante situaciones de abuso, el acompañamiento al bebé y a su mamá durante la primera etapa de la vida. Pienso en un niño o una niña que, aunque no se haya buscado, está ahí, a quien que se le puede dar, a través de la adopción, un futuro y una familia”.

La piedra angular del debate ha vuelto a ser la actitud fundamental ante la vida no nacida y su estatus: “La maternidad será deseada o no será; es mi cuerpo, mi decisión” / “La vida no se debate, se defiende; no es mi cuerpo, es mi hija”.

La vida humana, ¿emerge por obra del deseo de la mujer o es una existencia independiente de la subjetividad que merece toda la tutela legal y el cuidado que se pueda ofrecer?

El gobierno intenta superar el dilema con un proyecto de ley para cada posición. Quienes quieran abortar tendrían su ley; quienes no quieran, contarían con la ayuda del Estado para salvar las dos vidas. Querer o no querer, esa es la cuestión. El problema es que la sociedad argentina parece no querer el aborto, pero sus políticos, sí. El conflicto se hace cada vez más profundo.

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(1) El Senado aprobó la ley el 30 de diciembre por mayoría de 38 votos contra 29.

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