Auge y caída de los problemas sanitarios mundiales

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Algunos problemas de salud de alcance mundial, como el sida, suscitan una atención notable, mientras que otros, causantes de una mortalidad igual o mayor, resultan descuidados. ¿Cómo se explica el alza y la baja de este interés?

Jeremy Shiffman, profesor asociado de la Maxwell School of Citizenship and Public Affairs de la Syracuse University, se ha preguntado en un reciente artículo por qué algunos temas de salud son capaces de atraer la atención de los líderes políticos y las organizaciones internacionales, mientras otros en cambio quedan eclipsados. En el texto, publicado por el Bulletin of the World Health Organization (2009; 87: 608-613), Shiffman justifica su pregunta al observar que factores objetivos como la mortalidad, la morbilidad o la existencia de tratamientos de bajo coste, no necesariamente explican la la distinta atención que reciben los problemas sanitarios.

Verdaderas plagas, olvidadas

Así por ejemplo, a comienzos de esta década el VIH-Sida recibía más de un tercio de todos los fondos provenientes de donaciones, aunque representa sólo el 5% de la mortalidad y de la morbilidad en países de renta media y baja. Igualmente, el Síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) logró atraer recursos enormes a pesar de haber causado la muerte a solo unos cientos de personas. Mientras tanto, otras enfermedades como la neumonía y las diarreas, que matan cada año a millones de personas y cuyos tratamientos tienen una buena relación coste/eficacia, obtuvieron muy pocas donaciones.

El auge y caída, dice Shiffman, de un tema de políticas de salud puede estar menos relacionado con su “importancia” objetiva que con la forma de crear un clima de opinión impulsado por sus promotores. De modo especial, los asuntos que pueden llamar la atención son aquellos respaldados por movilizaciones ―esto es, medios de posicionamiento social y político― capaces de resonar con la suficiente fuerza ante las elites nacionales y mundiales, y de obtener el apoyo de instituciones que los hagan suyos (OMS, UNICEF, ONUSIDA…).

Las enfermedades, bajo la asesoría de la imagen

Indudablemente, detrás de los reclamos que buscan atraerse la atención de las políticas sanitarias puede haber motivos legítimos; pero otros podrían constituir, según Shiffman, verdades parciales que sin embargo ganan espacio por el interés de conseguir recursos. Por otro lado, la acción de las organizaciones encargadas de las políticas sanitarias suele marcar criterios dirigidos a definir un estado de cosas: la OMS, por ejemplo, busca establecer normas y procedimientos globales acerca de lo que deben hacer los gobiernos y los individuos para mejorar la salud.

De acuerdo al planteamiento del autor, estas instituciones, que movilizan recursos, implementan programas y fomentan la investigación, contribuyen a la vez a mantener una imagen sobre cada problema. De esa forma, el movimiento contra la polio ha promovido la erradicación de esta enfermedad como una cruzada humanitaria que habría de salvar a los niños del mundo de un azote que los ha afectado durante milenios. Onusida se propone ser el “máximo representante de la acción mundial contra el Sida”, y Peter Piot, su antiguo presidente, reclamaba la necesidad de “mantener la excepcionalidad del Sida”. Shiffman atribuye a Piot la responsabilidad de usar a Onusida para sacar la enfermedad del marco de la mera política sanitaria, convirtiéndola en algo que afecta de manera fundamental la seguridad del mundo y las perspectivas de desarrollo.

En cambio, en temas en los que la movilización social no ha logrado destacar la importancia de la enfermedad, como la desnutrición o la neumonía, la atención de los organismos internacionales continuará siendo mínima hasta se logre posicionar el problema. Donde la movilización está en proceso de institucionalizarse, como en el tema de las enfermedades tropicales o de la supervivencia de los neonatos, las perspectivas de ser atendida mejoran. Donde esa institucionalización está consolidada, como en el caso del Sida y la polio, la voluntad política parece garantizada.

¿Qué es más eficaz?

Al final de su artículo Schiffman señala diversas posturas que se dan respecto a la adjudicación de los recursos sanitarios. Unos piensan que la competencia por llamar la atención sobre enfermedades concretas y por atraer recursos no es lo más útil para mejorar la salud de los pobres. Sería más racional a la hora de la adjudicación de recursos tener en cuenta los datos objetivos sobre la incidencia y la carga de la enfermedad. Esto exigiría un enfoque integral centrado en el fortalecimiento de los sistemas de salud, como la campaña mundial por los Objetivos del Milenio.

Otros, en cambio, creen que las iniciativas enfocadas hacia enfermedades concretas producirán mejores resultados y obtendrán más apoyo político. En cualquier caso, queda claro que la comunicación estratégica no es una cuestión secundaria en las políticas sanitarias, sino realmente crucial.

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