¿Es lícito aprovechar abortos antiguos para fabricar vacunas?

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(Actualizado el 2-07-2020)

En la carrera por hallar una vacuna contra el Covid-19, varios laboratorios trabajan con líneas celulares derivadas de fetos abortados. Especialmente en Norteamérica, grupos provida consideran que sería inmoral usar una vacuna así producida. También personalidades religiosas y civiles han pedido a las autoridades que financien solamente proyectos que no empleen esos métodos.

Al menos cinco de los proyectos de vacuna contra el Covid-19 más avanzados, según el recuento de Science, emplean cultivos de origen fetal. Son líneas celulares entre unas pocas decenas usadas repetidamente para producir vacunas contra distintas enfermedades: rubeola, sarampión, rabia, viruela… Se puede ver el elenco y los usos que se les dan en un artículo de José Luis Redondo Calderón en Cuadernos de Bioética, n. 66 (2008).

De esos cinco proyectos, dos son candidatos a recibir financiación federal en EE.UU. a cargo de un fondo especial para la investigación de vacunas contra el Covid-19: el de Janssen Research & Development y el de la Universidad de Oxford con la multinacional farmacéutica Astra/Zeneca. Este último ha sido elegido por cuatro países de la UE (Alemania, Francia, Italia y Países Bajos) para adquirir 400 millones de dosis de la vacuna, en caso de que se logre.

Aunque se puede fabricar vacunas mediante otros procedimientos, las células son particularmente útiles para cultivar virus modificados –o proteínas presentes en ellos– que sirvan para inmunizar el organismo sin causar la enfermedad. Se recurre a células humanas porque los virus patógenos suelen ser propios de cada especie. Si la base de la vacuna no es un virus debilitado sino una proteína, las células animales la producen igualmente, pero con un revestimiento de moléculas de azúcares distintos que pueden impedir la respuesta inmunitaria. Y se buscan células fetales porque con ellas hay mucha mayor probabilidad de éxito, pues son biológicamente muy jóvenes y pueden multiplicarse en laboratorio indefinidamente.

De hecho, las líneas celulares en uso proceden de abortos antiguos, que se produjeron entre 1960 y 1985. La más utilizada, también para la vacuna contra el Covid-19, es la llamada HEK-293, que deriva de un aborto de 1973 (si fue provocado o espontáneo, no está documentado en este caso).

Abortos antiguos

¿Es lícito emplear vacunas obtenidas con tales métodos? Algunos moralistas que se han planteado la cuestión consideran relevante que los abortos son de hace muchos años, y de sus víctimas ya no quedan células originales. Según un dictamen elaborado por la Academia Pontificia para la Vida en 2017, “las líneas celulares actualmente en uso están muy alejadas de los abortos originales”, de suerte que ya no se da “cooperación moralmente relevante entre quienes usan esas vacunas y la práctica del aborto voluntario”. Para Christopher Tollefsen –autor, junto con Robert P. George, del libro Embrión. Una defensa de la vida humana–, la misma razón exculpa incluso al investigador, no solo al paciente.

Varios moralistas creen que puede ser lícito emplear vacunas fabricadas con líneas celulares procedentes de abortos antiguos, pero es necesario promover otros procedimientos

Pero, como señala también Tollefsen, eso solo se aplica a las líneas celulares de origen antiguo; en cambio, puede haber cooperación inmoral si se da un uso continuado de células fetales que requiere reponerlas mediante nuevos abortos. Al respecto, Nicanor Pier Giorgio Austriaco O.P., profesor de Biología y Teología en Providence College (Rhode Island), cree improbable que el uso de vacunas procedentes de abortos cometidos hace décadas fomente abortos hoy, porque los laboratorios no tienen interés en crear nuevas líneas celulares. Las actuales están muy estudiadas, son de utilidad e inocuidad demostradas y han sido examinadas y aprobadas por los organismos reguladores para usarlas en medicina. Intentar otras sería un gasto superfluo de tiempo y dinero.

Sin embargo, anota Austriaco, eso han hecho en China unos investigadores que han iniciado una línea celular a partir de abortos procurados recientes.

Promover alternativas éticas

Por tanto, estos moralistas creen que la duda sobre el uso de tales vacunas está en otras implicaciones que puede tener. Emplearlas sin protestar puede verse como equivalente a condonar de hecho el aborto. Por eso, puede indirectamente favorecer que se siga recurriendo a células de fetos abortados, sin que cambie la práctica y con el riesgo de que se recurra a nuevos abortos para obtener más. Así lo subraya en particular Helen Watt, del Anscombe Bioethics Centre (Oxford), con especial atención al caso de los científicos: “Puede resultar más difícil protestar contra el uso de nuevas líneas celulares [procedentes de abortos] para algún fin, si uno ha estado usando regularmente líneas celulares antiguas en su investigación”.

Así, los especialistas citados concluyen que se pueden admitir esas vacunas solo si con ello no se fomentan más abortos y si hay una causa grave que lo justifique. Esta puede ser que no se consiga una vacuna contra el Covid-19 producida de otra forma, pues es una necesidad de salud pública inmunizar a la población.

Pero, añaden, no es correcto resignarse sin más al mal. Existe el deber de promover otros procedimientos moralmente irreprochables. Es lo que piden, en sendas cartas, obispos católicos y otras personalidades de EE.UU. y Canadá. A la FDA de EE.UU., el organismo regulador de los medicamentos, instan a “incentivar a las compañías farmacéuticas a usar solo líneas celulares o procedimientos morales para producir vacunas”. En términos parecidos se expresa la petición al primer ministro canadiense, Justin Trudeau. Las dos cartas señalan que hay alternativas: las de Sanofi Pasteur, Inovio o el John Paul II Medical Research Institute, que investigan vacunas contra el Covid-19 con líneas celulares que no proceden de fetos (pueden obtenerse, por ejemplo, en diagnósticos por amniocentesis). En Canadá, un equipo de la Universidad de Columbia Británica trabaja con ARN mensajero, sin recurrir a células ni a tejidos. Se trata, dicen unos y otros, de que las ayudas oficiales vayan a investigaciones respetuosas con la conciencia.

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Fe de errores: La primera versión de este artículo, último párrafo, decía “ARN mitocondrial”; en realidad, es “ARN mensajero”.

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