Algo se mueve (por fin) para mitigar en serio el cambio climático

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El presidente de EE.UU. Joe Biden inaugura la Cumbre virtual sobre el Clima, 22-04-2021 (foto: Casa Blanca)

 

Coincidiendo con el Día de la Tierra, 22 de abril, el presidente Joe Biden ha iniciado un encuentro virtual con líderes de los 40 países más industrializados del mundo para retomar el acuerdo de París sobre cambio climático, promoviendo la adopción de compromisos concretos. En el discurso inaugural de esta cumbre, Biden se comprometió a que su país reduzca a la mitad sus emisiones para fines de esta década, llegando a ser climáticamente neutro en 2050.

Para el presidente de EE.UU., la mitigación del cambio climático es un imperativo moral, pero también un estímulo al desarrollo tecnológico y la creación de una economía verde, que generará prosperidad económica y bienestar social. En línea similar se han manifestado otras grandes potencias industriales, como China, Rusia o la India, uniéndose al compromiso que ya había adquirido la Unión Europea, hasta ahora el único bloque económico realmente comprometido con esta cuestión.

En España las cosas también se mueven en la misma dirección, ya que la pasada semana se remitió al Senado el proyecto de ley de cambio climático y transición energética, que se espera tenga una tramitación breve en la cámara alta. El proyecto apunta en la misma dirección de nuestro entorno europeo en cuanto a metas en reducción de emisiones, si bien incluye pocas indicaciones concretas sobre cómo se van a llevar a cabo.

Falta de consenso

La primera cuestión que llama la atención es la falta de consenso en el texto de la ley. Aunque en el Congreso solo un partido ha votado en contra, ha habido numerosas abstenciones, con lo que el proyecto se ha remitido al Senado con apenas el 60% de apoyo parlamentario. Es preocupante que una ley que establece horizontes de cumplimiento a 10 y 30 años vista no implique directamente a todos los partidos con posibilidad de gobernar. El cambio climático afecta, y va a afectar más, a todos, de cualquier signo político o clase social, y solo cuando hay voluntades conjuntas podrán abordarse los retos económicos y sociales que plantea. Basta analizar los gobiernos europeos que están impulsando las medidas más ambiciosas en reducción de emisiones (Reino Unido, Alemania, Italia, Francia, Suecia…) para darnos cuenta que el espectro político internacional es muy amplio.

El texto del proyecto de ley arranca con un preámbulo en donde se recuerdan los compromisos internacionales sobre cambio climático de España, que ratificó el acuerdo de París (2015) un año después de su firma, y se alinea con el fuerte apoyo europeo a las políticas sobre desarrollo verde y descarbonización de la economía (European Green Deal). Así mismo, recuerda la relevancia del problema y la gran convergencia de la ciencia actual sobre la necesidad de reducir drásticamente, y en breve plazo, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Puesto que la ciencia actual apunta claramente hacia los GEI como causa principal del calentamiento que se observa en el planeta y ante los impactos negativos, o incluso catastróficos, que puede llevar consigo esa alteración del clima, un elemental sentido de la prudencia nos debe llevar a tomar medidas más eficaces para combatirlo. Este sería el objetivo de la mitigación, mientras, allí donde ya sean evidentes los efectos, también requerimos medidas para adaptarnos a las nuevas condiciones climáticas. Ambos aspectos, mitigación y adaptación, están presentes en el proyecto de ley.

Descarbonizar la economía

Si las emisiones son consecuencia de las fuentes de energía fósil (carbón, petróleo, gas natural), todavía predominantes en nuestra economía, la mitigación del cambio climático llevará consigo reducir su uso, ya sea mejorando la eficiencia energética (hacer lo mismo con menos energía), ya usando otras fuentes de energía (hacer lo mismo con otras fuentes) o ya cambiando nuestro modelo económico (hacer menos, cambiando hábitos, por ejemplo reduciendo el transporte mediante el teletrabajo). En el ámbito de la mitigación el proyecto de ley plantea como objetivo eliminar las emisiones netas de GEI para el 2050. Esto sería “descarbonizar la economía”: hacerla independiente de las emisiones de carbono, ya que la mayor parte de los GEI incluyen este compuesto orgánico. Emisiones netas implica que las que se mantengan se puedan compensar por los sumideros naturales de carbono, por ejemplo, mediante la absorción del CO2 que hacen las plantas en la fotosíntesis.

Para reducir las emisiones de carbono se debería considerar el recurso a la energía nuclear, que es climáticamente neutra

Para conseguir esa meta en 2050, se plantean como metas intermedias para el año 2030 la reducción de, al menos, un 23% de las emisiones respecto al año 1990, la penetración de, al menos, un 42%, de las energías renovables en el consumo de energía final y de un 74 % en el sistema eléctrico, y una mejora de la eficiencia energética que permita disminuir el consumo de energía primaria en, al menos, un 39,5% con respecto a 1990.

¿Dónde estamos respecto a estas metas? En cuanto a emisiones, los últimos datos disponibles de 2019 indicaban que nuestras emisiones de GEI habían aumentado un 12% respecto a las de 1990 (antes de la crisis económica de 2008 llegaron a superar el 50% del año base). En 2020 las energías renovables suponían el 43% del total de generación eléctrica del país, su mayor cuota desde que existen registros, y aproximadamente el 16% de la energía total consumida (incluyendo biocombustibles). Si comparamos estos valores con las metas que fija la ley, se evidencia que habrá que realizar un esfuerzo muy notable para cumplirlas.

¿Y la nuclear?

Llama la atención que no se cite la contribución a la generación eléctrica de la energía nuclear (actualmente un 20%), salvo para prohibir nuevas explotaciones de minerales radioactivos y nuevas instalaciones nucleares. Aunque ciertamente es una fuente de energía muy controvertida socialmente, y con importantes problemas en la gestión de residuos, no hay que olvidar que la energía nuclear es climáticamente neutra, ocupa poco territorio y tiene alta estabilidad (no está sujeta a fluctuaciones meteorológicas). En mi opinión, si podemos prescindir de ella, mucho mejor, pero si es a costa de mantener las energías fósiles, debería reconsiderarse esta alternativa.

Las medidas que el proyecto de ley incluye para conseguir las metas propuestas pasa por fomentar las energías renovables. Ahí se incluye principalmente la hidráulica reversible, los gases renovables (biogás, biometano e hidrógeno), los biocombustibles (que también se usarán en el transporte aéreo), un aumento de la eficiencia energética y de las medidas de aislamiento en edificios. En el capítulo de movilidad eléctrica se insta a los municipios mayores de 50.000 habitantes a definir zonas de exclusión de vehículos contaminantes antes de 2023, se establece el 2040 como límite para la producción de vehículos con emisiones netas, se introducen medidas para la instalación de puntos de recarga (obligando a las estaciones de servicio a que instalen puntos de carga rápida –más de 50 kW–, y a incorporarlos a los edificios de nueva construcción) y se recomienda la electrificación del transporte público y la movilidad alternativa. Además, en el texto se prohíbe la concesión de nuevas explotaciones de hidrocarburos en el territorio nacional (incluyendo la fractura hidráulica, fracking), y apuesta por revisar con detalle las subvenciones a productos energéticos de origen fósil.

Seguidamente, el proyecto de ley incluye distintas medidas para la adaptación a los efectos del cambio climático, incluyendo la elaboración de un plan nacional. Se incluyen artículos relacionados con los riesgos climáticos, la gestión del agua, el dominio público marítimo, la gestión territorial y urbanística, la seguridad y la dieta alimentaria, salud pública y biodiversidad. Como no podía ser menos, el texto incluye una referencia a los sumideros naturales de carbono terrestres y marinos. También se menciona la necesidad de realizar informes periódicos sobre los impactos del cambio climático en distintos sectores financieros y de seguros. Finalmente, se menciona la importancia de mejorar la formación y la investigación sobre esta cuestión.

Hacer las cosas de otra manera

En suma, se trata de una ley que tendrá un gran impacto en nuestra economía si hay voluntad política de cumplirla. Muchas de sus metas se concretarán en reglamentos posteriores, en donde habrá que poner de acuerdo a sectores muy variados, desde la Administración General del Estado a los gobiernos autonómicos y municipales, pasando por industrias muy variadas (energéticas, agrícolas, construcción, transporte, etc.), precisamente en una coyuntura poco favorable por los impactos de la actual pandemia. Como oportunidad, precisamente se encuentra la situación que vivimos, en donde hemos aprendido a hacer de otra forma muchas cosas que antes requerían un uso intenso de la energía, por ejemplo, mediante el teletrabajo o las videoconferencias.

El reto es muy amplio, pero también la alternativa es esperanzadora. No podemos seguir haciendo lo mismo si queremos que el problema climático se aminore. Nuestra responsabilidad con los países más vulnerables y con las generaciones futuras requiere coraje para tomar las decisiones necesarias, contribuyendo con imaginación a cambiar hábitos que permitan retornar el clima terrestre a su estado natural.

Emilio Chuvieco
Departamento de Geología, Geografía y Medio Ambiente
Universidad de Alcalá

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