Cannabis en la adolescencia: sí que pasa

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Investigadores de dos universidades anglosajonas han publicado un estudio que relaciona el consumo de cannabis con la pérdida de facultades mentales, especialmente en quienes empezaron en la adolescencia.

Los que empezaron a consumir cannabis en la adolescencia experimentan una pérdida de facultades mentales mucho más acusada

Los autores han utilizado como muestra a los participantes en el proyecto Dunedin, un macroestudio que lleva siguiendo la salud de más de 1.000 personas nacidas en esta ciudad de Nueva Zelanda en 1972, desde su nacimiento hasta los 38 años. En opinión de los investigadores ingleses (King’s College) y norteamericanos (Duke University), el hecho de contar con una muestra tan “estudiada” diferencia a este trabajo de otros anteriores, que no disponían de tanta información sobre el estado neurológico de los consumidores de cannabis antes de empezar a serlo. Según los autores, las conclusiones de la investigación pueden ser interesantes para decisiones sobre el uso terapéutico de esta droga o sobre su legalización.

Que el cannabis provoca daños neurológicos ya se sabía, pero este estudio permite calibrar en qué medida afecta el consumo en edad joven, a qué facultades en concreto perjudica más, y si los efectos persisten una vez se ha abandonado el consumo habitual. En concreto, el trabajo trata de responder siete hipótesis en torno al cannabis.

Las facultades mentales se resienten

La primera de ellas es que el consumo de cannabis limita la capacidad intelectual. El estudio confirma esta hipótesis comparando el coeficiente intelectual de los individuos de la muestra cuando eran niños y cuando cumplieron 38 años. Los que no habían consumido aumentaron su coeficiente en casi un punto, mientras que todos los demás experimentaron una caída, incluidos los que habían consumido pero nunca de manera regular; los más afectados fueron los que en tres o más revisiones –a todos se las hacían periódicamente y a las mismas edades– dieron síntomas de ser consumidores habituales: estos perdían casi seis puntos respecto a cuando eran niños.

Los únicos que mejoran su coeficiente intelectual son los no consumidores de cannabis

La segunda pregunta es si los daños afectan a un solo aspecto de las facultades mentales o perjudican a la inteligencia en general. Los resultados avalan esta segunda hipótesis: aunque los campos más afectados son la velocidad para el procesamiento de la información y la función ejecutiva (la que permite al individuo desligarse del contexto externo inmediato para planificar y guiar su acción), el consumo habitual también daña la memoria, la percepción y la comprensión verbal.

La tercera y cuarta hipótesis se preguntan si los daños neurológicos que se asocian al cannabis no pueden ser atribuibles a otras causas, como la dependencia de otras drogas, la adicción al alcohol, la esquizofrenia o el menor tiempo que los consumidores habituales de cannabis pasan de media en la educación. Tras “pesar” la influencia de estos factores, los autores concluyen que los daños provocados específicamente por el cannabis siguen siendo muy significativos.

La quinta pregunta que se hace el estudio es cómo afecta el cannabis a la vida diaria de los consumidores. Para ello sigue un método curioso: los participantes en la muestra escogen a personas que desde su punto de vista “les conocen muy bien”, y los investigadores preguntan a estos sobre el comportamiento habitual de sus conocidos. Aquellos con amigos consumidores señalan en ellos muchos más problemas de atención o de memoria que los demás.

Daña más los cerebros de adolescentes

Los dos últimos apartados del estudio alertan sobre la especial incidencia del cannabis en los adolescentes. El primero demuestra que los que empezaron a ser consumidores habituales en la adolescencia experimentan una pérdida de facultades mentales mucho más acusada que los que lo hicieron siendo adultos, y eso midiendo a ambos grupos con el mismo número de años consumiendo. Los investigadores creen que esto se debe a que “la pubertad es un periodo crítico del desarrollo del cerebro, caracterizado por la maduración neuronal y del sistema de neurotransmisores”.

Además, y este es el último apartado, los daños causados por el cannabis son mucho más persistentes, después de un año de haberlo dejado, en los cerebros de los que empezaron a consumir siendo adolescentes. Y esto incluso en los que consumían solo de forma esporádica, en torno a 14 días al año.

Por todo esto, los autores del estudio recomiendan que se invierta en campañas de concienciación dirigidas a los jóvenes. Sobre todo porque creen percibir cierta indulgencia del discurso público oficial hacia esta droga, sobre la que a menudo se mencionan sus efectos «terapéuticos», y una relajación entre los jóvenes, como si no pasara nada por consumir cannabis. Pues sí que pasa.

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