Holanda dispensa marihuana con receta médica

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Amsterdam. Holanda desafía de nuevo al mundo como primer país que dispensa marihuana en la farmacia. Desde el 1 de septiembre, pacientes de sida, cáncer, esclerosis múltiple y otras enfermedades crónicas pueden adquirir marihuana con receta médica para paliar sus dolores y malestar. A 10 euros el gramo, será más cara que en los coffee shops, y además las compañías de seguros médicos todavía no han decidido si cubren este gasto.

Algunas organizaciones y medios de comunicación han recibido la noticia con regocijo; sin embargo, las autoridades holandesas han matizado bastante el ingenuo titular del «porro terapéutico». Por un lado, el Ministerio de Sanidad holandés ha afirmado que aunque los científicos han investigado la eficacia de la marihuana a instancias del gobierno antes de la legalización, no ha habido ensayos clínicos amplios que demuestren sus propiedades terapéuticas. De ahí que para cumplir la legislación sobre drogas de la ONU, el gobierno haya creado la Oficina para el Cannabis Medicinal, un departamento gubernamental especial que se ocupará del control de calidad y que tendrá el monopolio de la venta de este tipo de droga. Para el suministro, el Estado ha contratado a dos cultivadores nacionales.

Por otro lado, además de exigir receta médica y recordar que solo se administrará a los pacientes que no cuenten con otro medicamento, el gobierno recomienda consumir la marihuana en infusiones o por inhalación, para evitar los efectos nocivos que lleva consigo fumarla mezclada con tabaco. Tanto la inexactitud de las dosis (respirar vahos, beber infusiones…) como las raras ocasiones en que no se encuentra otro medicamento para tratar los síntomas de una enfermedad, dan idea de la precariedad de la investigación y hacen dudar de la oportunidad de esta aprobación.

El origen de la tolerancia holandesa respecto a las drogas se remonta al año 1976. La entonces ministra de Salud Pública, Irene Vorrink, decidió tolerar el consumo del porro y se formuló la distinción entre drogas duras y blandas. Se pretendían controlar así los puntos de venta y evitar la criminalidad. De este modo nacieron los coffee shops, que se convirtieron en mascota de Holanda como lo eran los zuecos, los tulipanes o el Ajax. En los años noventa, a causa de las críticas de los países vecinos, se redujeron estos establecimientos de 1.300 a 800. Pero el negocio sigue creciendo. Ahora existen 200 tiendas que venden utensilios y asesoran a particulares que quieran cultivar un huerto de marihuana. Es verdad que la policía ha tomado medidas para destruir cultivos extensos. Pero, según afirmaba el criminólogo Frans Bovenkerk en su publicación Henneptelt in Nederland, el sector mueve millones y cuando se destruye una gran plantación, los dueños siempre quedan a salvo.

Si en los años setenta se quería evitar la criminalidad, los hechos no demuestran que se haya logrado. Los puntos de venta del mercado clandestino siguen multiplicándose, y en los años noventa bandas de criminales extranjeros liquidaron a dos traficantes holandeses y se instalaron en el país. En los últimos años también hemos vivido juicios por casos de corrupción de funcionarios.

Mientras que las campañas contra el tabaco son cada vez más agresivas y exigentes por parte de los gobiernos, paradójicamente no se advierte de igual modo sobre los peligros de fumar marihuana. El mayor problema, no obstante, es que el gobierno no ha hablado de los efectos secundarios del «nuevo medicamento». Jim van Os, catedrático de psiquiatría en la universidad de Maastricht, publicó en el American Journal of Epidemology el resultado de una investigación en la que demuestra que el consumo de cannabis aumenta el riesgo de trastornos psicóticos. Van Os afirma que la causa de la esquizofrenia de 1.500 pacientes holandeses es el consumo de cannabis. Según Don Linzen, catedrático de psiquiatría en la Universidad de Amsterdam, «antes permitíamos a los pacientes de un psiquiátrico que fumasen un porro para tranquilizarse. Pero ahora sabemos que produce más daño que alivio. El gobierno tendría que plantearse una acción más preventiva» (NRC Handelsblad, 7-IX-2003). La doctora Wiepe Cahn, psiquiatra del hospital académico de Utrecht, afirma que el 90% de sus pacientes esquizofrénicos ha consumido cannabis. Roel Kerssemakers, de la clínica Jellinek, centro para curar adicciones, afirma que a efectos de un riesgo de cáncer un porro equivale a cuatro cigarrillos.

En los años setenta, la legalización de las drogas era un debate ideológico basado en hipótesis. Pero, si la criminalidad aumenta; si se conoce que el porro tiene una relación causal con la esquizofrenia y el cáncer; y, además, crea dependencia, ¿por qué los políticos no se replantean su consumo? Simon Rozendaal y Gerlof Leistra concluían un extenso reportaje en el semanario Elseviersun (5-V-2003) con el siguiente desafío: «Causaría un gran impacto internacional que Holanda, que se atrevió a romper brecha en tolerar los coffee shops, tuviese el valor de afirmar abiertamente que el experimento ha fracasado».

Carmen Montón

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