El lado oscuro de la maternidad subrogada

Fuente: Le Monde
publicado
DURACIÓN LECTURA: 3min.

Durante la pandemia se han oído en países occidentales las protestas de parejas que habían recurrido a la maternidad subrogada en Ucrania y no podían traer a los bebés a causa del cierre de fronteras. Pero del lado ucraniano, esa misma situación ha servido para sacar a la luz los aspectos oscuros de los vientres de alquiler, cuenta Claire Gatinois en Le Monde.

Después de que varios países asiáticos prohibieran la maternidad subrogada a extranjeros (Tailandia, India) o en todos los casos (Camboya), Ucrania se ha convertido en la meca internacional de esta práctica. Quedan también Estados Unidos y Canadá, pero son más caros; de modo que muchas parejas que quieren recurrir a una madre sustituta viajan a Kiev.

No hay estadísticas oficiales, pero en el sector del alquiler de vientres ucraniano, compuesto de unas 50 clínicas especializadas, se habla de 3.000-3.500 contratos anuales de gestación subrogada. El precio oscila entre 40.000 y 60.000 euros, de los que la gestante se lleva 15.000, paga que viene a ser 50 veces el salario mensual medio en Ucrania. No se permite elegir a la madre portadora –aunque sí, a veces, el sexo del hijo–, ni tener contacto alguno con ella.

Quienes hacen el encargo aportan sus embriones congelados y van siendo informados a distancia de la evolución del embarazo.

La periodista de Le Monde relata la historia de una pareja francesa que logró un hijo, nacido cuando la frontera estaba cerrada. Fue al segundo intento. El primer embarazo fue doble, presentó serias complicaciones y “tuvo que ser interrumpido”, según comunicó la clínica BioTexCom, de Kiev. La segunda vez, los clientes pidieron que se transfiriera un solo embrión, pero la clínica transfirió tres, para aumentar la probabilidad de éxito (el contrato de la modalidad “VIP”, firmado en este caso, la obligaba a repetir sin aumento de precio). Arraigaron dos y luego, para “limitar el riesgo”, eliminaron a uno, cosa que la pareja no supo hasta que le entregaron al superviviente una vez nacido.

Ese modo de proceder no es raro. Y además se han dado casos escandalosos. El niño de una pareja italiana no fue reconocido cuando los dos volvieron con él a su país porque resultó no tener relación genética con ninguno de ellos. La justicia de Italia sospechó tráfico de niños y puso al bebé en proceso de adopción. No se sabe cómo se produjo el error en la transferencia del embrión.

Antes, una pareja estadounidense rehusó al hijo porque nació con edema cerebral; pidió que el hospital le retirara los cuidados, pero la ley ucraniana no lo permite, y el niño sobrevivió. Quedó a cargo de los servicios sociales de Ucrania, para su posible adopción.

El público reacciona

A finales de abril pasado, cuando la pandemia impidió a los clientes de otros países ir a por los hijos recién nacidos, BioTexCom difundió un vídeo pensado para buscar el apoyo de los diplomáticos extranjeros. Mostraba a unos cuarenta bebés en cunas alineadas en el salón de un hotel. “Rompe el corazón ver tantos niños a los que les faltan sus padres”, decía una cuidadora de la clínica. La campaña fue contraproducente: incomodó a las embajadas, al gobierno y al público ucraniano, que se llevó la impresión de que el país se había convertido en una “fábrica de bebés para extranjeros ricos”.

Así, se ha producido en Ucrania una reacción semejante a la que llevó a vetar o limitar la maternidad subrogada en Tailandia y otros países asiáticos. El trato que se da a las madres portadoras es motivo frecuente de protestas, “por parte tanto de los movimientos conservadores contrarios a la maternidad subrogada como de las feministas”. Estas mujeres son sometidas a fuertes tratamientos hormonales, a una invasión de la intimidad por contrato, a la obligación de seguir un régimen de vida, una alimentación, etc., bajo vigilancia de la clínica. Algunas “salen de esta experiencia hundidas física y psíquicamente”.

Ucrania debate si se debería prohibir la maternidad subrogada a los extranjeros o aun del todo. En mayo pasado, el defensor del menor, Mykola Kuleba, declaró: “Estoy firmemente en contra de la maternidad subrogada comercial, que convierte al hijo en un producto”.

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