Uno de los fundadores de Greenpeace explica su cambio

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Moore fue uno de los fundadores de Greenpeace a comienzos de los años 70. Las protestas contra las pruebas de las bombas de hidrógeno por parte del gobierno de Nixon le hicieron contactar con un grupo de ecologistas de Vancouver, su misma ciudad. Ese sería el comienzo de la organización.

En su libro Confessions of a Greenpeace Dropout (Beatty Street Publishing Inc., 2011), Moore describe el ambiente de esos primeros años, en medio del apogeo del movimiento hippie: “Cantábamos canciones protesta, bebíamos cerveza, fumábamos marihuana y pasábamos generalmente buenos ratos”. Así transcurrían los viajes en el barco pesquero que les dio fama internacional, sobre todo con la publicación de unas fotografías del ataque que sufrieron por parte de barcos militares franceses, cuando realizaban una de sus características protestas “zona cero”.

Aporta también un dato significativo: de los miembros fundadores de Greenpeace él era el único que tenía el doctorado en Ecología. Por su fama de riguroso en los datos y por su negativa a engordar los datos se ganó el apodo de “Doctor verdad”, que no siempre utilizaban como un cumplido.

Sin embargo, a principio de los 80 el panorama cambió para Moore. En una conferencia sobre medio ambiente que la ONU celebraba en Nairobi, descubrió el concepto de “desarrollo sostenible”. Fue cuando constató las dos posturas que existían dentro de los activistas: los de los países desarrollados se oponían por principio al desarrollo económico, mientras que los de países pobres eran favorables. “Era complicado rebatir sus argumentos”, dice refiriéndose a estos últimos. Y añade: “una persona bien alimentada tiene muchas preocupaciones, una persona hambrienta solo tiene una”.

Mantener el equilibrio

A partir de esta conferencia Moore se dio cuenta de que el verdadero reto era buscar el modo de hacer que los valores ecológicos que habían ayudado a crear sirvieran para hacer mejor la vida de la gente, y esto tenía que ser realizado de manera que no perjudicara al desarrollo económico: “era claramente una cuestión de equilibrio, de difícil equilibrio; no de adherirse dogmáticamente a un principio”.

En otras palabras, su nueva misión requería ser moderado y constructivo, dos notas que nunca habían caracterizado la idiosincrasia de Greenpeace: “No habíamos tenido problema con la confrontación -habíamos hecho un arte de ella-, pero no éramos buenos cooperando ni consiguiendo compromisos”.

Y aquí empezó a distanciarse de los demás miembros de Greenpeace: “Al mismo tiempo que yo me convertía en menos militante y más diplomático, mis colegas se volvieron más extremistas e intolerantes con las opiniones discordantes dentro de la organización”

Posturas más extremas

El otro causante de su alejamiento de Greenpeace fue un hecho paradójico: al aceptar las instituciones gran parte de las posturas del movimiento verde, sus miembros fueron adoptando opiniones más radicales. “Cuando la mayoría de la gente está de acuerdo con tus ideas razonables, el único modo que te queda para seguir siendo contestatario y antisistema es adoptar posturas más extremas”, dice Moore. Además, con el fin de la Guerra fría y la caída del bloque soviético, el movimiento pacifista se desmanteló, y muchos de sus componentes recalaron en Greenpeace, con unas ideas que tenían más que ver con el rechazo del capitalismo y la globalización que con la ciencia o la ecología.

Desde entonces, el autor ha hecho la guerra por su cuenta. Sigue siendo un ecologista activo -dirige el grupo Greenspirit Strategies de Vancouver-, pero ha modificado algunas de sus posturas, y, según dice, no por acomodamiento, sino por realismo. El concepto que sustenta sus nuevas propuestas es el de sostenibilidad, que requiere “comprender a la especie humana como un elemento positivo en la evolución” y no como un error fatal de la naturaleza.

Moore concreta algunas de esas nuevas propuestas, en su mayor parte opuestas al discurso oficial del ecologismo contemporáneo. Entre otras cosas, piensa que debemos plantar más árboles y utilizar más madera, en vez de cortar menos árboles y usar menos madera, pues la madera es el material renovable más importante. Considera que la energía nuclear, que ha demostrado ser limpia y segura, es esencial para nuestro futuro suministro energético. Esta a favor de los alimentos genéticamente modificados, para mejorar la nutrición en el mundo. No ve nada malo en que los países que gozan de importantes potenciales de energía hidroeléctrica construyan las centrales necesarias para explotarla. Y, en suma, piensa que la pobreza es el peor problema medioambiental.

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