Ignasi de Bofarull: Cómo conseguir que el ocio fortalezca a la familia

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Uno de los empeños de las familias es lograr que el tiempo de ocio no cree problemas, sino que sea un factor de cohesión y de enriquecimiento. Ignasi de Bofarull, que se dedica a la docencia y a la orientación familiar, aborda este asunto en su libro recién publicado Ocio y tiempo libre: un reto para la familia (EUNSA, 2005).

Cuenta en su libro que las familias que organizan bien su ocio, salen fortalecidas y obtienen muy buenos resultados. ¿Es gente con más tiempo que los demás? Los niños son insaciables…

— No son familias con más tiempo. Son familias que gestionan su tiempo con criterio. Los padres trazan planes con mucha antelación, saben compatibilizar su descanso con el de sus hijos. Se apoyan en otras familias que apuntan en la misma dirección. Primeramente han trabajado la autonomía en el tiempo libre de sus hijos. Sus hijos se entretienen en aficiones que no exigen que los padres estén permanentemente encima. Han cultivado las amistades de sus hijos. Han buscado y encontrado lugares de confianza donde sus hijos lo pasan bien. Un ejemplo es el de las familias que salen juntas con los hijos y que comparten un club deportivo social. Allí se hace deporte según edades y luego comen todos juntos y estrechan lazos. La amistad entre los hijos y la amistad entre los padres acaba redundando en la coherencia educativa de cada familia.

Es frecuente oír que, para evitar problemas, hay que acompañar a los hijos cuando ven la televisión o utilizan Internet o videojuegos. ¿Pueden los padres sacar tiempo para todo eso?

— La televisión e Internet deben tener unos horarios de visionado y utilización prudentes. Si se organizan horarios y se seleccionan contenidos es fácil que haya más tiempo para compartir películas de vídeo o DVD (dos a la semana, por ejemplo). Películas conocidas y oportunas en las que el visionado compartido permite extraer conclusiones y valoraciones educativas. El ordenador, la consola y la televisión no deben estar en el cuarto de los hijos, sino en un lugar de paso. A veces las actividades de los padres no permitirán acompañar a sus hijos mientras utililzan Internet o videojuegos, pero estando en casa se puede ejercer una implícita orientación. Es decir: al usarse el ordenador o la consola en el salón-comedor de la casa, en horarios razonables y pactados, los hijos son invitados a una cierta autorregulación. Siempre es bueno, a veces difícil, que uno de los dos padres esté en casa para recibir a los hijos del colegio. Y si no es posible se debe delegar en un adulto de mucha confianza. Nunca solos en casa.

El ocio está en manos del mercado. Uno de los elementos de su propuesta de «nuevo ocio» es el ocio austero. Pero montar en kart es francamente divertido…

— En el libro hablo de dos tipos de ocio que se deben complementar: el ocio de diversión y el ocio de satisfacción. El mercado está muy presente en el ocio de diversión (montar en kart, una cena familiar sabrosa, buenas películas o un parque temático…). Lo podemos pasar muy bien con los productos que nos ofrece, pero sin dejar que esos productos invadan nuestra vida. Y no invadirán nuestra vida si sabemos colocarlos en una periodicidad sobria. Eso será posible si hemos alimentado la alternativa: el ocio de satisfacción. Este ocio es desde luego más esforzado, más exigente, que pone en juego actividades cognitivas, motrices, ingenio, habilidades sociales. Y produce tanto gozo o más que el ocio más consumista. Ejemplos: excursiones, teatro improvisado, juegos de mesa, deportes, escuchar y cantar canciones, fiestas entre varias familias con alguna actuación o «numerito». De nuevo vemos que las familias juntas se apoyan y se fortalecen.

Desde la primera infancia

En cuanto a los lugares, los grandes centros comerciales reúnen en un único lugar gran parte de la oferta. ¿No es esto una ventaja?

— Me remito a la respuesta anterior: una tarde de sábado se irá a la bolera o a ver la última entrega de Harry Potter en un gran centro comercial. Pero muy de vez en cuando. Otros fines de semana los invertiremos en ese club social deportivo y familiar, que se debe amortizar bien, o un encuentro familiar en un local de la comunidad de vecinos donde caben cosas para todas las edades y gustos. Desde luego encontrar el local será la clave. De nuevo hemos de hablar de familias mancomunadas con imaginación y una creativa gestión del tiempo libre: si se sientan, con datos e información, cinco matrimonios a imaginar planes, para el ocio de sus hijos, en una tormenta de ideas, saldrán un montón de iniciativas. La clave es pararse a pensar.

Dice que el «nuevo ocio» se fragua durante los primeros años de la infancia de los hijos. ¿Cuándo es tarde para plantearse dar un giro al ocio de los hijos y que sirva para unir a la familia?

— Se fragua de los 0 a los 6 años. A esas edades se enseña al niño (y a los hermanos) a ser autónomo, sociable, perseverante y tenaz en su propio juego: acabar el puzzle, colorear todo el dibujo, acabar la partida de memory. En esos años los padres van a andar muy atareados, pero están invirtiendo para el futuro. Es tiempo también de invitar a la lectura con paciencia, leyendo mucho los padres por su cuenta, pero ante los hijos. Es el momento de invitarles a crecer en juego simbólico: a construirse sus propios juegos, juguetes, relatos. Sobre estos niños es fácil construir y organizar ocio de satisfacción. Si desde pequeños sólo han estado ante la tele, se puede construir el nuevo ocio a largo plazo con muchas más dificultades. Si se llega tarde, a los 11 años por ejemplo, el niño está ya predispuesto a un tiempo libre sólo de diversión y carece de la ductilidad para que en él se siembren destrezas lúdicas y habilidades sociales relacionadas con el ocio. No es tarde nunca si se pone auténtica determinación: costará más esfuerzo y tiempo.

Por otro lado, ¿se puede organizar el ocio sin tener otras cosas resueltas: horario de estudio de los hijos, tareas del hogar, responsabilidades, etc.?

— En un apartado del libro insisto en ese aspecto: primero las tareas, después el ocio. Los encargos, el estudio, la higiene, el descanso (dormir…), los compromisos familiares, sociales, religiosos van primero. Luego llega el ocio, el esparcimiento. Los padres deben organizarse, gestionar el tiempo de ocio, también con prioridades y jerarquías.

El afán por organizar el ocio de los hijos ¿no es una faceta más de una actitud superprotectora de los padres?

— No: el objetivo es que los hijos esbocen en esos primeros años sus aficiones, sus gustos, sus elecciones, orientados por los padres. Incluso desde el ocio y el tiempo libre se puede encaminar una vocación profesional. Cuando llega la adolescencia los padres deben dar cada vez más margen de libertad -usada con responsabilidad-. Los hijos definen mucho su propio ocio si son ya capaces de dar pasos cabales sin los padres. En tareas de voluntariado, por ejemplo.

En otro caso, una pregunta personal no vendría a cuento, pero después de estudiar el ocio en profundidad y teniendo cuatro hijos, ¿qué es lo que mejor le ha ido a Ud.?

— Apoyarme en otras familias. Creer con gran determinación en la viabilidad de ese «nuevo ocio». Y siempre con un optimismo que se hace imprescindible. Un lugar ideal para organizarse, educar y también para bromear en familia es el tiempo de las comidas.

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