Contra la perfección digital, #filterdrop

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El acto de tomarse un selfie se ha convertido en una práctica tan común y extendida entre la población, que hasta tiene un día específico para ser conmemorado: el 21 de junio.

La RAE admitió la palabra selfi al Diccionario de la Lengua Española y, según una encuesta realizada por la marca de teléfonos móviles Honor a nivel europeo, los españoles se tomaron en 2019 una media de 728 fotos, y encabezan así el ranking europeo. Con perros, familiares y amigos, en parajes exóticos o después de hacer deporte. Estos son algunos de los momentos preferidos para ser capturados en una imagen.

La autoestima por los suelos

Pero en lo que respecta a tomar y subir estas fotografías, no todo son alegrías. En 2018, un estudio sobre los efectos de publicar selfis, ya fuesen con o sin retoque, mostró que en ambos casos tenía un efecto negativo sobre la autoestima de las mujeres. En este estudio participaron estudiantes universitarias, a las que se les asignó, al azar, una de las tres condiciones experimentales: tomar y subir un selfi sin retocar, tomar y publicar en redes sociales un selfi que les gustase y que estuviese retocada, o el grupo de control, que no subía ninguna imagen.

El estado de ánimo y la imagen corporal se evaluaron antes y después de la actividad en redes. Las mujeres que se tomaron y publicaron un selfi informaron de que se sentían más ansiosas, menos seguras y menos atractivas físicamente después de publicar la foto, en comparación con las del grupo de control. Se encontraron efectos dañinos incluso cuando las participantes pudieron volver a tomar y retocar sus fotos.

Desde finales de mayo, Instagram permite ocultar la métrica de los likes, que aparecen debajo de las fotos subidas, para evitar la competitividad y presión social de no alcanzar un número lo suficientemente elevado, e intentar aliviar su impacto perjudicial sobre la autoestima.

Los filtros convierten la imagen retocada que aparece en la pantalla en un ideal físico que alcanzar

Aun así, una función que está en pleno apogeo y sigue muy presente en redes sociales, como Snapchat o Instagram, es el uso de los filtros de belleza que, con un simple swipe o clic, permiten eliminar cualquier imperfección facial o inseguridad física, convirtiendo la imagen retocada que aparece en la pantalla en un ideal físico que seguir.

Quiero esta cara

Las visitas al cirujano plástico no son una novedad. Pedir los labios de Angelina Jolie, la mandíbula de Charlize Theron o la nariz de Elsa Pataky han sido demandas habituales en las clínicas especializadas en retoques estéticos. Pero en la actualidad, más y más demandas son del tipo “Quiero parecerme a esta foto”, en la que aparece el propio paciente, pero con un filtro aplicado que, en la mayoría de los casos, eleva las cejas, rellena los labios, agranda los ojos, o directamente, te convierte en una copia de Kim Kardashian.

La llamada Snapchat selfie dysmorphia es una realidad que afecta a una parte importante de la población joven. Es un fenómeno preocupante, sobre todo para los padres. Como explica la cirujana plástica Gema Pérez Sevilla para El Mundo, “las menores de edad vienen acompañadas por sus madres que, absolutamente desesperadas, suelen enviarme previamente mensajes en los que me cuentan que sus hijas son muy infelices, no se quieren, odian sus caras y quieren cambiarlas por completo para ser las que aparecen en Instagram o TikTok gracias a los filtros». Esta afección – una variante del trastorno dismórfico corporal – no solo afecta a chicas. Según la doctora Pérez Sevilla, también hay muchos pacientes masculinos, por lo general chicos entre los 20 y 25 años, en busca de una mandíbula más marcada o menos grasa facial, para tener un aspecto más varonil “que, presuntamente, les colmará de felicidad.”

En estos casos, cuando es evidente que los pacientes acuden a la clínica por una autoestima muy baja y, en muchos casos, odio a sí mismos, los cirujanos deben desaconsejar la intervención y recomendar ayuda psicológica, tal y como se explica en un artículo del Journal of Cosmestic Dermatology, que trata las implicaciones bioéticas y profesionales de la estética.

Un movimiento esperanzador

Ante este panorama, empiezan a aparecer pequeños rayos de luz en las redes sociales y las regulaciones gubernamentales. Reino Unido, por ejemplo, prohibió en febrero de este año el uso de filtros de belleza – los que proporcionan una alteración física visible – a las influencers, patrocinadas o no por marcas cosméticas, siempre y cuando estas firmas pudiesen obtener un beneficio de esa publicidad. Esta medida es el resultado de una campaña iniciada por Sarah Pallari (@sashalouisepallari), maquilladora profesional y modelo curvy, que, cansada de las imágenes de pieles inalcanzables de las influencers, utilizando estos filtros para vender productos de belleza, promovió el hashtag #filterdrop (deja los filtros). Pallari lucha por eliminar estos estándares irreales y la publicidad engañosa, difundida por algunas influencers con filtros beauty correctores de por medio, para defender la belleza real, sin retoques ni alteraciones.

Este movimiento de boicot a los beauty morphing filters también está encontrando adeptos dentro de las redes sociales. Ya son varios los filtros creados que tienen como objetivo poner de manifiesto la perfección ficticia que fomentan los de “mejora” facial. Uno muy popular, creado por la influencer Faye Dickinson (@fayedickinsonx, 74.7K seguidores), llamado Filter vs. Reality, retoca media cara, añadiendo pestañas voluminosas, cambiando el color de ojos, igualando el tono de la piel, y subiendo y perfilando las cejas. La otra mitad queda al natural, creando una comparativa muy visual.

En un entorno tan abarrotado de imágenes retocadas y claramente alteradas, resulta un soplo de aire fresco ver una arruga o un granito en la barbilla

La primera reacción que suscita este filtro es la decepción ante el aspecto “al natural” que se tiene. Ni tan guapa, ni tan mona. Pero la siguiente reacción que trae este filtro es la de rebelión contra una cara idealizada que, en todos los casos, es completamente ilusoria e inalcanzable.

Numerosas famosas e influencers – Bar Refaeli, Demi Lovato, la española Rosa Copado – están usando las redes sociales para subir fotos sin retocar o hacer una crítica abierta a estos filtros que alteran la percepción de la realidad.

Demi Lovato ha sido muy clara en su posición al respecto. En su perfil de Instagram, no han sido pocas las ocasiones en las que la cantante ha subido una foto con un filtro que visiblemente le “mejoraba” la cara, para añadir mensajes como «¿Por qué necesito una nariz más pequeña?» y «Gracias a Dios, no existían cuando tenía 13 años, pero también … ¿cómo se supone que los adolescentes deben aprender a aceptarse a sí mismos con esto?».

Es una realidad que, en un entorno tan abarrotado de imágenes retocadas y claramente editadas, resulta un soplo de aire fresco ver una arruga o un granito en la barbilla.

#SinDistorsiónDigital

También dentro del mundo de la cosmética hay una lucha contra los filtros de belleza. Dove, la marca de productos para el cuidado del cuerpo, conocida por sus anuncios body positive y su propósito de combatir los inalcanzables ideales de belleza, lidera la oposición a los filtros con el hashtag #NoDigitalDistortion (#SinDistorsiónDigital), una campaña en la que reafirma su compromiso global de no alterar la imagen digital en sus publicaciones. Mediante estas llamadas a la acción, Dove trata de atraer más visibilidad sobre los efectos y las consecuencias mentales que tienen la edición desmesurada de las fotografías, sobre todo, en las chicas jóvenes.

Con otro de sus lemas, #TransformemosLaBelleza (#LetsChangeBeauty), Dove incita a la industria y a la sociedad a crear una nueva definición de belleza, menos idealista y más real e inclusiva, para que los jóvenes puedan crecer en un ambiente digital sano.

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