Cada vez más estudiantes internacionales eligen destinos diferentes a EE.UU.

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Ya va siendo tendencia: EE.UU., primer país de destino para estudiantes internacionales de educación superior, ve reducirse el número de quienes lo eligen para cursar licenciaturas o programas de posgrado.

Según el Wall Street Journal, la cifra de nuevos estudiantes foráneos en el curso 2017-2018 se situó en poco menos de 226.500, una reducción del 6% respecto al curso anterior, en el que los extranjeros que accedieron por primera vez a las aulas norteamericanas fueron 240.700, un 3% menos que en el período previo. La pendiente de caída, se ve, se inclinó aun más en el curso más reciente.

¿Influye la poca simpatía del presidente Donald Trump hacia los extranjeros de países “menos-amigos-que otros”? Sí, influye. El diario neoyorquino señala que el Departamento de Estado emitió, en el primer año del republicano en el Despacho Oval, un 17% menos de visados estudiantiles que en el año anterior. Receloso del robo de tecnología por parte de China, Trump ha puesto el ojo fundamentalmente sobre los estudiantes procedentes del gigante asiático, y ha hecho más difícil el proceso de obtención de permisos para quienes desean obtener un diploma en EE.UU.

En 2017 pasaron por las aulas universitarias chinas unos 490.000 extranjeros; la meta en 2020, 500.000

Pero el mandatario no es el único factor disuasorio. Otros serían el alto costo de estudiar en las universidades norteamericanas –las públicas suelen aplicarle al estudiante extranjero una tarifa superior a la de los nacionales– y, en el país de la intocable Asociación Nacional del Rifle, la seguridad. Un estudiante mexicano que prefirió irse a cursar su ingeniería a Munich antes que a un destino más cercano en el norte, lo resume a modo de interrogante: “¿Cómo puedes estar motivado a estudiar en EE.UU. cuando escuchas todas esas cosas sobre gente que muere por disparos en las escuelas?”.

EE.UU. en el tope (hasta ahora)

Con menos alumnos extranjeros, las universidades, pero también las autoridades y los empresarios de las ciudades en que se asientan los centros de estudio, lamentan que el bajón se haga sentir forzosamente en las arcas locales.

Solo en el curso 2017-2018, los estudiantes internacionales se gastaron –en matrículas y otros pagos relacionados con la docencia y la estancia– unos 42.000 millones de dólares. Lo interesante es que, de ese monto, unos 13.000 millones corresponden a lo que se dejaron los estudiantes chinos –un tercio del total de foráneos–, los mismos a los que la Casa Blanca quiere alejar.

Para algunos, la preocupación no es solo económica –al menos no en primera instancia–. La presidenta de la Association of American Universities, Mary Sue Coleman, advierte que “si ya no podemos atraer a los mejores estudiantes; si no se nos ve como un sitio al que ir, habrá consecuencias para nosotros en investigación, en seguridad nacional, en todo. No podemos encerrarnos”.

El momento del cierre, sin embargo, no ha llegado. EE.UU. sigue estando en el tope de los destinos universitarios, por delante del Reino Unido y de China. Con todo y el descenso de los estudiantes internacionales, el país norteamericano acoge a la mayor fracción de estos: 971.000, de los que el 40% está inmerso en programas de doctorado, bastante más que el 15% de los que lo hacen en España, pero muy por debajo de los doctorandos en Luxemburgo, donde el 85% de los estudiantes extranjeros está en ese nivel, y asimismo el 55% de los que han elegido Suiza.

Más facilidades para quedarse y trabajar

Justo cuando se desacelera la llegada de estudiantes a EE.UU., en varios países desarrollados la flecha está apuntando hacia arriba. En España, por ejemplo, el número de estudiantes internacionales ya aumentó un 56% entre 2014 y 2015, lo que algún experto, citado por El Mundo, atribuye a la eliminación de la prueba de selectividad para extranjeros, en tiempos del ministro Ignacio Wert.

En España, la eliminación de la prueba de selectividad para extranjeros habría facilitado la llegada de más estudiantes internacionales

Así pues, si en 2014 las autoridades emitieron 27.700 permisos de residencia para estudiantes, en 2016 la cifra había subido hasta los 33.700. Ya en 2015 había en las universidades españolas 75.000 no nacionales, que cursaban estudios a diferentes niveles, un 56% más que en el año previo.

Según el International Migration Outlook (IMO), también en otros países miembros de la OCDE se ha producido un incremento. Hay un interés en que la mano de obra altamente calificada se quede y produzca riqueza allí donde se le ha formado, por lo que los gobiernos aplican varios incentivos legales que lo facilitan.

Países como Austria, Letonia y Lituania ya permiten a los alumnos extranjeros compaginar sus estudios con la posibilidad de trabajar, y Polonia, país que en algunos medios suele mentarse no lejos de la palabra “nacionalismo”, ha quitado barreras para que los graduados puedan quedarse y buscar empleo. Por su parte, Holanda, que autorizaba a los egresados a optar por un permiso de residencia de un año para que se buscaran un trabajo, ahora ha extendido ese plazo por dos años más.

Si se examina el número de llegadas de estudiantes internacionales por año, se aprecia que la mayor flexibilidad ha rendido frutos. Así, Holanda recibió en sus universidades a 10.500 nuevos foráneos en 2010, y siete años después fueron 16.000. Polonia, otro tanto: de7.300 en el primer año mencionado, la cifra se multiplicó por tres en 2016. Fuera de la UE, también Nueva Zelanda y Canadá, donde ni Trump ni las complicaciones del Brexit están ni se les espera, y donde se puede cursar una carrera íntegramente en inglés (como valor añadido), han visto crecer sus matrículas, gracias, en parte, a las facilidades para aquellos que quieran obtener la residencia o permanecer más tiempo. El país del arce, al que en 2010 llegaron 56.000 alumnos, vio escalar el número hasta 107.000 en 2016.

China: centro de gravedad

Queda hablar, pues, de China. Los estudiantes de ese país, explica el IMO, constituyen la mayoría de los que cursan programas de formación fuera de sus fronteras, con 750.000. A mucha distancia permanecen los indios (223. 000) y los alemanes (112 000).

Ahora bien, en un artículo en University World News, la investigadora Marguerite Dennis, especialista en programas de reclutamiento de estudiantes internacionales, se fija en otra arista del tema: en China como “importadora” de alumnos universitarios.

 

“Si ya no podemos atraer a los mejores estudiantes, habrá consecuencias para nosotros en investigación, en seguridad nacional, en todo”.

 

“China seguirá siendo la primera exportadora de estudiantes –señala–, y a la vez se convertirá de modo creciente en una gran importadora, con la meta de llegar a matricular a 500.000 estudiantes internacionales en 2020. La estrategia china de marketing internacional y su plan de matriculaciones tiene apoyo político y económico, pues cuenta con una financiación sustanciosa”.

Según Dennis, no es accidental que la mayoría de los estudiantes extranjeros que hoy reciben clases en las universidades chinas –en las que se han creado departamentos específicos para la enseñanza en inglés – provengan de países de la Nueva Ruta de la Seda, una suerte de “Plan Marshall” de Pekín que pretende consolidar la influencia inversionista del país en el Sudeste asiático, Medio Oriente, África y Europa.

China viene calentando motores hace años. Unos 3.000 centros de educación superior vieron pasar por sus aulas en 2017 a 490.000 extranjeros, un incremento del 10,5% respecto a 2016, apunta el Wall Street Journal. Dos tercios de estos jóvenes procedían de países asiáticos. Los surcoreanos, por ejemplo, ya prefieren irse a estudiar al país vecino que a EE.UU., que debería ser su “destino natural”, dadas las confluencias ideológicas.

Así, los expertos predicen que muy pronto China acabará desplazando como segundo destino al Reino Unido. De consolidarse la tendencia, resultará que la visión de Mao de que, a más población, mayor peso e influencia –“mayor fermento de ideas, más entusiasmo y más energía”, decía él–, no va a estar lejos de la realidad, y que, como un enorme agujero negro hacia el que gravita todo lo circundante, la mayor masa de estudiantes internacionales terminará “cayendo” allí. Es cuestión de tiempo.

 

El Departamento de Estado ha hecho más difícil el proceso de obtención de permisos de estudio por parte de jóvenes chinos

 

¿Qué estudian los que se van fuera?

El informe Education at a Glance 2018, de la OCDE, revela que la mayor proporción (un tercio) de los estudiantes internacionales cursan carreras o postgrados del campo STEM (Science, Technology, Engineering, Mathematics). Una de las razones para ello es que estos estudios demandan menos habilidades lingüísticas que las que exigirían, por ejemplo, especialidades vinculadas a las Humanidades o la Comunicación.

Asimismo, los que se marchan a matricular licenciaturas son una minoría respecto a quienes lo hacen para cursar otro tipo de estudios superiores: en la mitad de los países de la OCDE analizados, los que están en el primer caso son apenas el 5%. En comparación, un 12% estudian maestrías, y un 23%, doctorados.

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