María Calvo (Foto: cortesía de la entrevistada)
La figura del hombre que asume la paternidad desde su masculinidad –lo esperable, en todo caso– no vive sus mejores horas. “Llegábamos a casa a medianoche, después de trabajar todo el día, y mi padre nos mataba y bailaba sobre nuestras tumbas cantando ‘¡aleluya!’”, caricaturizaba Monty Python en un viejo sketch. Pero para algunas corrientes actuales no es una imagen humorística: el hombre, “opresor congénito”, no tendría nada positivo que aportar a la crianza de los hijos. Al menos no desde su perspectiva de varón.
< ...
Contenido para suscriptores
Suscríbete a Aceprensa o inicia sesión para continuar leyendo el artículo.
Léelo accediendo durante 15 días gratis a Aceprensa.