Ignacio Aréchaga

La pobreza es más frecuente en hogares con gastos como los que ocasionan los hijos o familiares dependientes.
A muchos subsaharianos que buscan una vida mejor en Europa les sorprendería saber que, según Eurostat, el 22,5% de los habitantes de la UE viven en riesgo de pobreza. ¿Son creíbles estos datos? ¿Cómo interpretarlos?
En Cuba se podrán casar dos personas del mismo sexo, pero todavía no pueden reunirse las de la misma orientación política no comunista.
Tanto el comercio sexual como el turismo reproductivo significan la cosificación de la mujer.
En Nueva Zelanda quieren reconocer un permiso laboral después de un aborto espontáneo o cuando el bebé nace muerto.
Un comité del Parlamento británico señala el fracaso del sector de ayuda humanitaria para atajar los abusos sexuales de su propio personal.
La investigación confirma las tendencias observadas en otros casos y subraya la negligencia de los obispos.
La crisis de vivienda asequible demuestra que es más fácil ofrecer innovaciones tecnológicas en la nube que resolver un problema vital a ras de tierra.
Si hay razones políticas para el “Reservado el derecho de admisión”, la tolerancia no sale ganando.
En los años 60, las previsiones catastrofistas sobre el exceso de población crecían de un modo incontrolado. Cincuenta años después, la población mundial ha seguido creciendo y está mucho mejor que entonces.
El problema ya no es la “explosión demográfica”, sino el déficit de nacimientos en distintas regiones del mundo.
Advertir que un genio de la ciencia puede compartir prejuicios de su tiempo, no debería ser motivo de asombro.
El problema de salud pública no es el suicidio asistido, sino el aumento de los que se suicidan sin pedir ayuda a nadie.
Irlanda ha renunciado a ser un “paraíso provida” con menor resistencia a la que opone para dejar de ser un paraíso fiscal.
El olvido del sexo biológico solo puede ir en perjuicio de las mujeres.
Si fuera un telepredicador que hubiera profetizado ya varias fechas del fin del mundo, estaría desacreditado.
La misión del juez es dar sentencia conforme a la ley, no a lo que hierve en la calle.
Las ideas de Montes sobre “la muerte digna” no coinciden con las de los especialistas en cuidados paliativos ni con las de la Organización Médica Colegial.
El título sigue importando, pero su premio ya no es lo que era.

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