Concienciar sobre el clima con la perspectiva del otro

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El reciente estreno en Austria de un gobierno de coalición entre el Partido Popular (ÖVP), de centroderecha, y Los Verdes, ha encendido la mecha de la ilusión entre quienes ven el ecologismo como una causa capaz de trascender las divisiones partidistas. Sin embargo, para que esto sea posible, hace falta cambiar la forma en que se habla a quienes no tienen el cambio climático entre sus prioridades.

El nuevo gobierno federal no ha nacido de la nada: ambas fuerzas habían colaborado antes en el ámbito regional y local. Además, el acuerdo ha llegado tras casi tres meses de negociaciones, en las que tanto el ÖVP (el ganador de las elecciones del pasado septiembre, con el 37,5% de los votos) como Los Verdes (el cuarto partido, con el 14%) han tenido que ceder para conciliar las preocupaciones propias con las de sus ahora socios.

Ninguno promete una legislatura idílica. Pero es interesante que Los Verdes no han considerado ilegítimos a los conservadores del ÖVP por su postura más restrictiva hacia la inmigración, ni por haberse asociado antes con los populistas del FPÖ en una fallida coalición. Por su parte, el ÖVP ha integrado en su programa medidas contra el cambio climático que reclamaban Los Verdes.

Ahora la esperanza de los ecologistas es que el ejemplo cunda en Europa. Pero antes tienen que cambiar algunas cosas en la opinión pública, como la percepción de que la lucha contra el cambio climático es una causa de izquierdas.

Nueva guerra cultural

El británico Ed West, columnista de UnHerd, es un conservador preocupado por el calentamiento global, pero al que los activistas del clima ponen de uñas. “Quiero que logren el mayor apoyo posible, pero les veo hacer el tipo de cosas que me sacan de quicio”. En particular, le disgusta la manera en que muchos de ellos enfocan el problema, los caros e innecesarios gestos de ciertos famosos y la agenda anticapitalista de grupos como Extinction Rebellion.

West considera que en el panorama político actual hay margen para alianzas entre conservadores y verdes, como muestra la coalición en Austria o iniciativas como la Conservative Environment Network, una organización en Reino Unido que aboga al mismo tiempo por la economía de mercado y la descarbonización del modelo energético. El problema, dice, es que el debate sobre el cambio climático está quedando atrapado en la dinámica de las guerras culturales.

Lo mismo piensa Katharine Hayhoe, codirectora del Centro Climático en la Texas Tech University, para quien el escepticismo sobre el cambio climático tiene mucho que ver –al menos, en Estados Unidos– con la polarización política. Hayhoe, cristiana evangélica, no ve conflicto entre la ciencia del cambio climático y la religión, una falsa polémica que algunos azuzan a uno y otro lado del debate. En cambio, considera que “el mejor predictor” de cómo piensa la gente en este tema es ver dónde se sitúa en el espectro político.

De ahí que tanto West como Hayhoe aconsejen a los activistas del clima que revisen su retórica si no quieren seguir espantando de esta causa a los conservadores.

El escepticismo sobre el cambio climático tiene mucho que ver con la polarización política

Avivar los deseos

Es lo que hace la organización británica Climate Outreach, que ofrece estrategias de comunicación para ayudar a tener conversaciones constructivas sobre el cambio climático. En vez de estigmatizar a los escépticos, este grupo ha optado por preguntarse qué les inquieta y cómo puede conectar su mensaje con esas preocupaciones. Sin ser la panacea, su enfoque tiene más visos de prosperar que las manidas llamadas a la acción del tipo “el momento es ahora”.

De hecho, la organización aconseja cambiar el lenguaje que enfatiza la necesidad de soluciones urgentes y radicales, por otro que apele a lo que resulta familiar a los oyentes. Por ejemplo, en una guía destinada a persuadir a los votantes de centroderecha, recomienda atender a su frustración con el trepidante ritmo de vida contemporáneo o a su nostalgia por la época en que los niños jugaban al aire libre, para avivar el deseo de una vida sostenible e impulsar un cambio en los hábitos de consumo.

Asimismo, sugiere partir de asuntos cercanos –como la contaminación del aire en los barrios–, y moderar los mensajes con realismo: más que prometer la conquista de un modelo energético 100% verde en una generación, pide hablar con honestidad de las ventajas y los obstáculos de la transición a las renovables.

Dos narrativas eficaces

Climate Outreach busca la manera de hacerse entender fuera de lo que llama la “burbuja verde”. Por eso, sus investigaciones tratan de averiguar cómo piensan los menos entusiasmados con la causa climática. En una de 2017, realizada junto con investigadores de la Universidad de Cardiff, organizaron grupos de discusión con votantes de centroderecha y descubrieron dos narrativas sobre el cambio climático que no les chirriaban: la que aboga por evitar el despilfarro como una forma de ahorrar energía, y la que expresa “apoyo patriótico” a las tecnologías energéticas nacionales bajas en carbono.

En la segunda fase, los investigadores encuestaron a más de 2.000 votantes de todo al arco político. Y concluyeron que esas dos narrativas no solo gozan de amplio apoyo entre todos los votantes, sino que además reducen el escepticismo entre los de centroderecha. En cambio, el discurso centrado en la “justicia climática” tiene menos tirón para el votante medio y solo resulta atractivo para el electorado de izquierdas.

Más allá del debate sobre el cambio climático, esta investigación es un ejemplo de cómo tomarse en serio la postura del otro puede beneficiar al avance de la propia causa.

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