El riesgo de recompensar a los fanáticos

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El cardenal Basil Hume, primado de la Iglesia católica en el Reino Unido, ha hecho público un comunicado en respuesta a peticiones de clarificación de la postura de la Iglesia sobre la homosexualidad. El documento, que no cambia nada la doctrina, ha sido interpretado como un nuevo enfoque más tolerante con la homosexualidad. En un editorial en el que se refiere también a unas declaraciones del ministro para Irlanda del Norte, The Sunday Telegraph (Londres, 12-III-95) comenta los resultados.

La pasada semana el Card. Hume publicó una «Nota sobre la enseñanza de la Iglesia católica respecto a los homosexuales». Se dirigía a todos los interesados en la cuestión, pero fue enviada una copia a Peter Tatchell, líder del grupo militante homosexual OutRage, junto con una carta aprobada por el cardenal y escrita por Nicholas Coote, secretario de la Conferencia Episcopal. La nota no se apartaba de la enseñanza tradicional de la Iglesia, pero la opinión general ha considerado su tono como conciliador.

Por su parte, Sir Patrick Mayhew aclaró en EE.UU. que el gobierno no insistiría más en que el IRA entregara un número significativo de armas antes de que comenzaran las negociaciones, aunque luego negó que hubiera habido ningún cambio. (…)

En ambos casos, asistimos al espectáculo de dos buenas personas intentando tratar con fanáticos. Fue una experiencia desalentadora.

De los dos, el cardenal fue el más cauto. Su nota es realmente un rechazo de la homosexualidad o de cualquier forma de «liberación» sexual. A la vez que reafirma la posibilidad y la importancia de la amistad, advierte que «mezclar la amistad con las relaciones sexuales es distorsionar el verdadero concepto de la amistad». Añade que «la experiencia del amor resulta dañada… cuando no pensamos y actuamos como Dios quiere que pensemos y actuemos», y reitera que Dios rechaza los actos homosexuales.

Pero la carta a Tatchell, y el momento y el tono de la nota, hizo que todo el asunto pareciera una especie de premio al comportamiento de OutRage. Este grupo es el mismo que se infiltró en la procesión del Domingo de Ramos en la catedral de Westminster gritando injurias, y en otra ocasión irrumpió en una Misa lanzando condones inflados dentro de la iglesia. La carta de Coote era contestación a una brusca y hostil carta de Tatchell. ¿Merece una persona como ésta una respuesta larga y detallada, algunos de cuyos contenidos sobre la postura de la Iglesia podrían ser en el futuro utilizados en su contra? ¿Por qué recompensar el sacrilegio? Nada de lo que diga la Iglesia podría atraer a Tatchell y a los suyos al buen sentido, ni va a ser considerado imparcialmente por ellos. Las palabras de la Iglesia sólo podrán servir para ser retorcidas de acuerdo con los objetivos de militantes fanáticos. OutRage convirtió la respuesta digna y humana del cardenal en una victoria propagandística. Los hombres de Iglesia deberían ser lo suficiente hombres de mundo como para prever estas cosas, en vez de dar la impresión de estar amedrentados. (…)

Algunos de los admiradores de Sir Patrick y del Card. Hume podrán decir que no hay nada malo en proceder de este modo, porque las buenas personas deben dar un ejemplo de bondad confiada que otros puedan imitar. Pueden decir que vale la pena andar una milla de más en pro del amor y de la paz. ¿Pero realmente nos acercamos más al amor y a la paz recorriendo este camino en dirección a los fanáticos? Es un gran problema para una civilización humana y liberal el hecho de que el deseo de tender la mano entre en conflicto con la necesidad de tener cuidado. Pero nuestros líderes no deberían olvidar que se deben a la gran mayoría que cumple las reglas, que no es fanática y que se preocupa de que los hombres amen a su prójimo y vivan en paz. Ellos miran a los líderes cuando creen que están impulsados por estos móviles y que son capaces de actuar correctamente. Si llegan a sentir que sus líderes han capitulado ante el apasionamiento de los peores de la sociedad, la mejor voluntad del mundo no podrá mitigar su sensación de amarga decepción.

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