España redecora su espacio político… y Pedro Sánchez adelanta las elecciones

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Elecciones España

Celebración en la sede del Partido Popular el 28 de mayo (foto: PP)

 

En España, votaron ayer 12 comunidades autónomas y más de 8.000 municipios. Desde el principio de la campaña, se le afeó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, haber planteado estas elecciones como si fueran unas generales. Pero la realidad es que esa sensación de primera vuelta se ha confirmado con el adelanto, por sorpresa, de las elecciones generales. ¿Cuáles han sido las razones que han llevado al presidente a convocar elecciones en menos de dos meses? La respuesta hay que buscarla en los resultados de ayer y en cómo ha quedado el espacio político en España.

Al final, la política va de ocupar espacios y salir a votar tiene algo de pasear por los pasillos de Ikea e ir eligiendo muebles, sabiendo que al final, el piso tiene los metros que tiene y, si metes el sillón orejero del abuelo, no te cabe la consola del niño. Así que las claves de unas elecciones te las da cómo has repartido los espacios. Con los adultos ocupando el salón, los adolescentes expulsados a su cuarto, los niños corriendo por los pasillos sin saber dónde meterlos y, sí, dejándole al abuelo contar batallitas en una esquina del cuarto de estar.

En ese sentido, estas elecciones le han dejado al presidente del Gobierno la casa manga por hombro. Y aquí está parte de la explicación del adelanto electoral.

1. El PP y la vuelta al “partido ancho”

Si se hace un sondeo, la mitad de los españoles sostiene que España es de izquierdas y la otra mitad que España es de centro. Lo que casi nadie dice –quizás algo tiene que ver nuestro pasado– es que España sea un país de derechas. Por eso, desde que empezó a liderar el Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo ha insistido en la necesidad de ampliar espacios por el centro. Y, por eso ayer, al sentenciar que España había iniciado “un nuevo ciclo político”, añadió que “hemos recuperado aquel PP ancho”. El PP ha ganado en estas elecciones 7 de las 12 comunidades autónomas en juego y ha sumado 3000 concejales más de los que tenía. Dicho en términos de decoración, ha ganado muchos metros de pasillo y ha ampliado el salón con la terraza (que, además, en eso se convirtió ayer el balcón de Génova: en una terraza amplia, festiva y un pelín macarra).

2. Ciudadanos, ni la buhardilla

Este ensanchamiento del PP no hubiera sido posible sin la práctica desaparición de Ciudadanos. Los datos son casi simétricos. Dos millones de votos ha ganado el PP y un millón novecientos ha perdido Ciudadanos. El partido naranja, que siempre ha defendido su espacio en el centro, ha perdido un 90% de sus concejales en solo cuatro años y ha sido arrinconado en las comunidades donde todavía gobernaba algo. Se presiente un futuro negro para uno de los partidos de la llamada nueva política. Las próximas elecciones pueden ser su definitiva sepultura.

3. Vox se consolida

Todo lo contrario es lo que le ha pasado al partido verde, que ha triplicado sus concejales y ha doblado su número de votos. Con el PP ocupando el centro, la ultraderecha o la derecha sin complejos –según prefiera cada uno– parece haber encontrado su sitio. Una de las consecuencias de gobernar con partidos más extremos es que te dejan de dar miedo los del extremo contrario. Y hay muchos españoles que piensan que, si han tenido una panda de adolescentes montando grescas en el Congreso y no se ha acabado el mundo, tampoco va a pasar nada por dejar al abuelo contando batallas en una esquina del salón. Otros españoles están encantados de que las cuenten. Ven necesario que alguien ocupe ese espacio de la derecha. Y por eso les han votado, y han conseguido que Vox entre en todos los parlamentos.

4. Podemos paga la cuenta de la política adolescente

A Podemos le ha pasado lo que a muchos adolescentes; que primero te hacen gracia y te ríes –“el chaval, que suelta gallos”– luego se empoderan y te impacientan y, al final, se vienen arriba y los tienes que mandar a cenar a su cuarto. Una cosa es un Podemos en la oposición asaltando los cielos y otro es Podemos en el gobierno central, en el despacho de papá, manejando presupuestos y dictando leyes estrella… estrelladas en semanas. Dicen que el poder desgasta, y la realidad es que el batacazo del partido morado, que desaparece de parlamentos tan importantes como Madrid y Valencia, y cede cinco de sus seis gobiernos, ha sido importante.

La política, como la decoración, tiene mucho que ver con ocupar espacios y la izquierda ha perdido muchos en estas elecciones

5. Sumar resta

Y aquí una cierta sorpresa, porque si el adolescente se va a su cuarto, lo suyo es que al niño lo sientes a comer en la mesa. Aunque Sumar, la plataforma progresista recién iniciada por Yolanda Díaz, no se presentaba a estas elecciones municipales, sí se presentaban sus socios. Y se presumía que el espacio que iba a dejar Podemos lo ocuparían formaciones y/o candidatos afines a la vicepresidenta. Sin embargo, se confirma que, al final, en el tema de ocupar espacios, cuando divides vence el contrario. Y la división de la izquierda no le ha sentado bien ni a Podemos ni a Sumar, que ha visto cómo, por ejemplo, Ada Colau –espejo donde siempre ha querido mirarse Yolanda Díaz– perdía la poderosa alcaldía de Barcelona o Compromís bajaba su número de escaños en Valencia. A la izquierda con sonrisa se le ha quedado un rictus preocupado y una cierta sensación de “dónde está mi sitio”. Lo dicho, es cuestión de espacios.

6. Feminismo no vota a traidores

Aunque esto merecería un análisis aparte y todavía es pronto para valorar exactamente el peso que ha tenido el voto feminista en estas elecciones, la realidad es que el gobierno de alianza del Partido Socialista (PSOE) y Podemos ha conseguido exasperar a muchas mujeres, especialmente con las leyes del solo sí es sí, la ley trans y sus coqueteos con la legalización de la prostitución. Tanto ha enfadado al feminismo clásico –votante casi en masa de la izquierda–, que hace unos días 140 organizaciones feministas pidieron directamente que no se votara ni al PSOE ni a Podemos con un lema tan claro como contundente “Feminismo no vota a traidores”.

7. La campaña sí importa

Se suele decir que las campañas, en plena era del relato, no importan, y que las elecciones acaban como empiezan. Sin embargo, en estas elecciones, la campaña ha sido definitiva. Tanto para unos, como Vox, que ha marcado agenda en algunos temas, como para otros, como el PSOE que se ha visto absolutamente arrollado por cuestiones de alta sensibilidad política –como la inclusión de exmiembros de ETA en las listas de Bildu, socio del gobierno– y sucesos de la más baja calaña, como la bochornosa compra de votos en varios municipios o el lamentable intento de secuestro a una rival política. Aunque el principal partido del Gobierno trató de reconducir la campaña con el relato de la mejora económica del país, no lo consiguió. Se confirma que el relato no se impone cuando tienes en danza un buen puñado de –penosos– chismes.

8. ¿Y, ahora qué?

Con este panorama se entiende la maniobra rápida y cinematográfica del presidente del Gobierno que, en un potente plot twist, ha dejado con la cadera quebrada a más de uno. Tal y como estaba la casa –insisto, manga por hombro– parece que Pedro Sánchez ha decidido tratar de salvar los muebles (lo que no sabemos a estas horas es si la casa la ordenará él o dejará a otro el legado; alguien me dijo hace unos días que el presidente no va a perder unas elecciones y empiezo a pensar que acertaba).

Con el adelanto electoral, Pedro Sánchez consigue algunas cosas: en primer lugar, dar un golpe de mando en su propio partido y asumir la derrota. Poner un torniquete antes de que el herido se desangre. Con los resultados en la mano, el presidente solo podía hacer dos cosas, o disolver la coalición o convocar elecciones. Ha optado por la solución más radical… que, a veces, son las que salvan la vida.

En segundo lugar, y casi más importante, agrupar un voto de izquierdas en shock después de la debacle de ayer y mandar un mensaje claro a los votantes que están dispersando su voto entre la camorra y el brilli-brilli: “si no queréis que el PP y Vox sigan ocupando habitaciones, tenéis que votar al PSOE”. Este mensaje, apoyado en lo que han gritado las urnas, debería tener también como efecto una campaña del PSOE más moderada, alejada de los excesos de sus hasta ahora socios y buscando los espacios de consenso con el socialismo tradicional que han sido dilapidados en los últimos años. Y, sí, aquí lo más sensato sería que el PSOE trate también de reconstruir los puentes con el feminismo.

Estas elecciones anticipadas no van a sentarle bien a Yolanda Díaz, sin tiempo de sacudirse el polvo del tropezón de ayer y señalada por parte del electorado de izquierdas como la causante del hundimiento de Podemos. No le sientan bien a Podemos, que podría seguir la estela de Ciudadanos. Y, probablemente, tampoco le sienten bien al PP. Su líder, Núñez Feijóo, ya dijo ayer que necesitaba unos meses para que fuera su momento, pero parece que Pedro Sánchez no está muy dispuesto a regalarle esos meses. Por otra parte, la necesidad de pactar muchos de sus gobiernos con Vox puede jugar más en contra que a favor.

En realidad, este adelanto de elecciones, además de al PSOE –dentro de que afronta la cita magullado– solo van a beneficiar a Vox, que parte de una situación cómoda, más fuerte que nunca, que no va a perder votantes con un PP volcado hacia el centro y que afronta, por enésima vez, un discurso –el miedo a la ultraderecha– dirigido, en realidad, al votante de izquierdas que coquetea con la idea de no votar o votar al centro, pero que no despeina a su electorado. Al contrario.

Quedan dos meses de campaña. Dos meses para comprobar si lo de ayer fue una rabieta o el votante español quiere realmente redecorar su casa.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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