La nueva intolerancia

Fuente: Time, New Statesman
publicado
DURACIÓN LECTURA: 2min.

En un artículo publicado en Time, Brandon Ambrosino, homosexual, lamenta que los activistas gays se muestren cada vez más hostiles y menos dialogantes con los que disienten de ellos. Piensa que esta actitud es contraproducente. “El actual panorama de la política gay se está transformando en algo crecientemente hostil. Ya no valoramos el debate intelectual, en cambio preferimos desprestigiar a nuestros adversarios con una retórica de 140 caracteres. Indagamos en la vida privada y en las redes sociales de nuestros adversarios políticos con la esperanza de poder demonizarlos como gente que no piensa, anticuados y sectarios”.

Ambrosino cree que deberían mirarse en la figura de Martin Luther King, luchar como él luchó. No desde el odio, sino desde el diálogo y la comprensión, ya que opina que en la actualidad se enfoca desde una rivalidad enconada. Resalta que deben aprender a “ver el punto de vista del contrario, para escuchar sus preguntas, para conocer su valoración de nosotros mismos”. Es posible “aprender y crecer y beneficiarse de la sabiduría de los hermanos que piensan distinto” señala parafraseando a Martin Luther King.

En este mismo sentido Cristina Odone, periodista del semanario británico New Statesman (14-01-2014), escribe que las opiniones liberales se han convertido en la nueva ortodoxia, que se muestra cada vez más intolerante con los que disienten de ella, especialmente con los creyentes.

La propia Cristina Odone experimentó cómo dos instituciones públicas se negaban a facilitar sus locales para un debate sobre el matrimonio porque se podían defender posturas que iban contra su “política de diversidad”. A raíz de esta experiencia empezó a hacer más investigaciones y llegó a conclusiones que la sorprendieron: “No solo los cristianos, sino también los musulmanes y judíos consideran que ya no se respeta su libertad para exponer sus convicciones, por profundas que sean, cuando van contra las modas dominantes en nombre de una superficial “tolerancia” e “igualdad” (términos que ya no significan lo que dice el diccionario sino que forman parte de una jerga política en la que solo ciertas opiniones y ciertos grupos se consideran legítimos)”..

“Hace solo 50 años, los liberales apoyaban la “cultura alternativa”; hacían barricadas en protesta contra las posturas del establishment sobre la guerra, la raza o el feminismo. Hoy, los liberales detestan cualquier alternativa a su propio credo. Nadie debería ofrecer una opinión que vaya contra sus principios en temas que los liberales consideran grabados en piedra”.

Ni tan siquiera puede esperarse que las autoridades sean imparciales en materia de creencias y que intervengan para proteger los derechos de los más débiles. “Cuando se trata de aplastar los derechos de los que disienten de la nueva ortodoxia, políticos y burócratas están al frente de los que atacan, no en la defensa”.

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