Perú: el largo camino de la estabilización a la reactivación económica

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A la espera de que el ajuste dé sus frutos
Lima.- La caída del líder supremo de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, marcó una nueva etapa de esperanza y confianza para el Perú. Sin embargo, tras algunos meses de euforia, los peruanos han descubierto que la captura de la «cuarta espada del comunismo» todavía no ha puesto fin a una larga lista de males que deben ser enfrentados rápidamente si el país desea subirse al coche de la dinámica regional de desarrollo.

Una vez al año, medio millar de empresarios peruanos del más alto nivel se reúnen en un evento denominado CADE para analizar la situación del país y discutir posibles soluciones. Para el CADE 92, realizado a fines del año pasado en la soleada y turística ciudad de Ica, 300 kilómetros al Sur de la capital peruana, los hombres de empresa decidieron, por primera vez, dar una participación importante a la Iglesia católica, a través de varios obispos y laicos de la Conferencia Episcopal Peruana.

Pusieron especial atención a las palabras de Mons. Luis Bambarén, obispo de Chimbote, una de las zonas más convulsionadas del país: «Quizá hoy estén tranquilos al ver a la fiera enjaulada. Pero los cachorros andan sueltos y los hijos de ustedes pueden ser las nuevas víctimas, si ustedes no ponen toda su capacidad ejecutiva en comprometerse por la paz».

No sólo los obispos, sino también los sectores más reflexivos del mundo empresarial y laboral han coincidido en que para poner fin a la subversión, así como a la grave recesión, al subdesarrollo y a la injusta distribución de la riqueza, es importante establecer un severo plan de cambios fundamentales.

El gobierno peruano, a través del Fondo de Compensación para el Desarrollo, ha dispuesto la inversión de unos 100 millones de dólares en proyectos de promoción de empleo. Esta iniciativa, largamente reclamada por diversos sectores sociales como un medio para paliar los efectos de la drástica política antiinflacionaria, no es, sin embargo, una solución a medio plazo para el problema de la violencia. «Empíricamente es cierto que la pobreza no engendra violencia necesariamente», explicaba a los empresarios Mons. Bambarén. «En Bolivia y Haití hay pobreza, pero no hay terrorismo. Aquí en el Perú no son los pobres los iniciadores o conductores de la violencia».

Sendero en las aulas

La causa de la violencia, dice el prelado, es que Sendero, mediante una estrategia de pedagogía política, ha arrasado con los mediocres contenidos de la educación peruana, ganando la mente y los corazones de una parte de la juventud. «Aunque sólo un minúsculo sector de los educandos cree en Sendero Luminoso, un grupo creciente cree en la violencia como medio de solución a los problemas», afirmaban los semiólogos de la Universidad de Lima Luis Zapata y Óscar Biondi en una obra sobre el discurso educativo de Sendero Luminoso. Recientemente un sociólogo militante de Izquierda Unida, Manuel Piqueras, ha publicado una obra en la que corrobora cómo Sendero Luminoso, mediante el amedrentamiento, la astucia y un inquebrantable dogmatismo ideológico, ha ido ganando terreno en las aulas, especialmente en la región andina.

El gobierno de Fujimori ha previsto la pena equivalente a la de «traición a la patria» -cadena perpetua- para los profesores que adoctrinen a los niños con los textos elaborados por Abimael Guzmán. Aunque la medida puede ser útil para disuadir a los indecisos, Mons. Bambarén piensa que sólo se puede contrarrestar la ideología senderista con una «educación integral» para la paz y la reconciliación.

Jóvenes en paro

Cáritas del Perú y algunos sectores del empresariado nacional han decidido lanzar un proyecto de promoción de empleo juvenil como otro medio prioritario para contrarrestar la cultura de la violencia. Tras el ajuste económico aplicado por el gobierno del presidente Alberto Fujimori en agosto de 1990, la inflación bajó drásticamente, pero la recesión generó una ola de despidos que incrementó en un 50% el número de habitantes en situación de extrema pobreza.

Esta situación afecta especialmente a los cerca de dos millones de jóvenes que en los últimos cinco años se han incorporado al mercado laboral, la mayoría de ellos sin medios de fortuna. Según una reveladora investigación realizada entre los condenados por terrorismo (1), la fuerza principal de Sendero Luminoso no está compuesta, como pretende Abimael Guzmán, por la «masa campesina». Se trata más bien de jóvenes que han concluido sus estudios superiores -universitarios o técnicos- y que se ven abocados, como única alternativa, al desempleo o a la economía informal. Esta brecha entre las expectativas laborales y la realidad se hace más evidente y grave en el mundo urbano.

La alternativa propuesta por Cáritas consiste justamente en la creación de pequeñas empresas donde todos los procesos de la producción, desde la administración hasta la comercialización del producto final, estén en manos de jóvenes de las zonas urbanas marginales. La supervisión de las empresas estará a cargo de comités de gestión local donde se puedan tomar decisiones de importancia sin necesidad de recurrir a una distante instancia burocrática.

En busca de la estabilización

El gobierno, que ha logrado registrar el índice inflacionario más bajo de los último 18 años, aún no consigue romper el círculo vicioso de la recesión y el desempleo.

A principios de 1993 y poco antes de ceder su puesto a Jorge Camet, el entonces ministro de economía Carlos Boloña había afirmado que «no debemos hacernos ilusiones. La inflación debe ser definitivamente derrotada. Los primeros signos de reactivación real se verán a partir de 1995».

Según diversos expertos en economía, parte importante del problema del Perú es que el sector exportador, que podría servir de locomotora para sacar adelante la economía y generar ingresos de divisas, se ve gravemente afectado por el bajo costo del dólar, que se cotiza a 1,65 soles, cuando su precio real debería ser de por lo menos 2,70. La razón del bajo precio del dólar -que encarece el costo de los productos peruanos en el exterior- es la sobreoferta producida por la gran cantidad de divisa norteamericana sucia que ingresa por concepto de narcotráfico.

El poder del narcotráfico

Si el gobierno ha tenido éxito en la lucha contra el terrorismo, no se puede decir lo mismo respecto del narcotráfico. En buena parte la falta de éxito se debe a que altos oficiales de la policía y del ejército han sido prácticamente comprados por el narcotráfico en la zona cocalera de Alto Huallaga, el valle que suministra casi el 70% del total mundial de hoja de coca.

La lucha contra el narcotráfico, además, requiere recursos que el Perú no posee. Por un lado, es indispensable mejorar los magros sueldos de los policías y militares peruanos, que actualmente son los más bajos de América del Sur.

Por otro, el aparato de represión, que incluye aviones, helicópteros, radares de alta sensibilidad y pertrechos militares para zonas boscosas, demanda una fuerte inversión económica que el presupuesto de las fuerzas armadas y policiales apenas cubre.

Incluso el programa de sustitución de cultivos, que los campesinos cocaleros están dispuestos a asumir, requiere una fuerte inversión en semillas y programas de crédito agrario.

La ayuda internacional

Los expertos coinciden en que la lucha contra el narcotráfico, que además proporciona importantes recursos económicos a Sendero Luminoso y al Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, es una tarea urgente que no podrá realizarse sin la ayuda internacional. El Perú, debido a la grave crisis que padece, no sólo no puede hacer frente a su deuda externa de más de 20.000 millones de dólares, sino que ha solicitado a Japón -por ahora el mejor amigo de Perú entre los grandes- encabezar un grupo de apoyo para obtener un crédito puente de mil millones de dólares.

Otras sumas menores han sido solicitadas a organismos de fomento como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo para proyectos de inversión en infraestructuras -especialmente carreteras y redes de energía-, devastadas no sólo por la subversión, sino también por cinco años de populismo y corrupción.

La urgente ayuda internacional, sin embargo, ha encontrado un formidable enemigo en el laureado escritor Mario Vargas Llosa, quien ha iniciado su propia cruzada personal para solicitar la suspensión de toda ayuda económica «hasta que no sea destituida la dictadura y restaurada la democracia». Esto a pesar de que casi el 90% de los peruanos está en contra de volver al régimen que imperaba antes del 5 de abril de 1992, fecha en que Fujimori decidió dar el autogolpe.

Alejandro BermúdezUn viraje decisivoRémy Prud’homme, profesor de la Universidad de París-XII, expresa su juicio sobre la situación de la econimía peruana, en un artículo publicado en Le Figaro (22-1-93), del que traducimos algunos párrafos.

Los últimos veinte años han sido desastrosos para la economía peruana. Esos años han estado bajo la enseña del socialismo, en sus variantes militar (Velasco), populista (Belaúnde) y clásica (García), sin hablar de la variante maoísta (Guzmán) que controla una parte no desdeñable del país. Todas las medidas socialistas (…) apenas han mejorado la distribución de la renta, que sigue siendo una de las menos igualitarias del mundo. Pero han quebrantado la economía, han engendrado la hiperinflación, han separado al país del resto del mundo y han hundido las infraestructuras.

Lo curioso del Perú es que esta política superestatalista ha fabricado un país sin apenas Estado. En 1990, al final del mandato de Alan García, los impuestos recaudados representaban el 5% del producto nacional, sin duda la tasa más baja del mundo. A fuerza de impuestos y de reglamentaciones, los gobiernos peruanos han asfixiado las actividades fiscalizables y han favorecido el desarrollo de la economía informal. Sin hablar de la industria de la coca, que se ha convertido en la principal exportación del país.

Las empresas públicas han perdido tanto dinero que han terminado por evaporarse. La moneda nacional, a fuerza de ser defendida artificialmente, ha sido sustituida en parte por el dólar: muchos de los precios se fijan y se pagan en dólares. El aumento del número de funcionarios ha ocasionado la baja de sus salarios y el hundimiento de su eficacia: Perú está dramáticamente sub-administrado. (…)

La estrategia económica de Fujimori es doble. De una parte, a corto plazo, restablecer los grandes equilibrios para quebrar la hiperinflación: es la estabilización. De otra, hacer reformas estructurales que permitirán, a medio plazo, el relanzamiento de la economía: es la liberalización. (…)

Para estabilizar, Fujimori y sus sucesivos gobiernos han reducido el déficit del sector público, restringido el crédito, eliminado los tipos de cambio múltiples e introducido un tipo de cambio flotante. No les ha ido demasiado mal. La hiperinflación se ha evitado. Pero este éxito es frágil y relativo. La inflación sigue a una tasa del 4% ó 5% mensual. La dolarización de la economía también. Y la balanza de pagos se deteriora.

Para liberalizar, Fujimori ha tomado decenas de medidas: reducción del número de funcionarios y de los empleados de empresas públicas, fin de monopolios públicos, privatización de 23 empresas estatales, simplificación fiscal, aumento de la flexibilidad del mercado laboral, etc.

(…) Estas medidas mejoran la asignación de recursos y aumentarán dentro de un tiempo la producción del país. Pero mientras tanto son dolorosas. Tanto más cuanto que el estado de las finanzas públicas no permite apenas atenuar sus consecuencias. ¿Cómo escoger entre todas las urgencias? ¿Hay que dar prioridad a la lucha contra el cólera o a la lucha contra los locos sanguinarios de Sendero Luminoso? ¿Restablecer las infraestructuras o ampliar la ayuda social?

Este contexto llevó a Fujimori a suspender un Parlamento que le ponía bastones entre las ruedas, y complicaba aún más una situación ya demasiado complicada. Sus conciudadanos, a pesar de las duras condiciones que persisten, lo entendieron bien. Y votaron ampliamente por sus candidatos en las elecciones para una Asamblea constituyente a fines de noviembre. Sin embargo, la opinión internacional, que a menudo ha puesto muchos menos reparos, hace ahora remilgos.

_____________________(1) Dennis Chávez de Paz, Juventud y Terrorismo. Características sociales de los condenados por terrorismo, Instituto de Estudios Peruanos, 1989.

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