Socialismo “millennial”: ¿la fórmula para desalojar a Trump?

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socialismo millennial

Alexandria Ocasio-Cortez, en un mitin de apoyo a Bernie Sanders (CC: Matt A.J.)

 

“Esto no trata de los de izquierdas o los de derechas; trata de los de arriba o los de abajo”. La frase de Alexandria Ocasio-Cortez, estrella emergente del nuevo socialismo estadounidense, expresa el malestar de un sector de votantes demócratas con la cúpula del partido. La joven congresista no compite a la nominación para las presidenciales de 2020, pues no tiene los 35 años requeridos. Pero su victoria frente al favorito del establishment en las primarias para las legislativas de 2018, se ha convertido en un símbolo de lo que los candidatos de las bases pueden lograr.

Durante el primer mandato de Barack Obama, la irrupción del Tea Party en la escena política produjo una sacudida en Washington cuyos efectos todavía se notan. Sobre todo, entre las filas republicanas: en 2010 y 2012, este movimiento ciudadano logró catapultar al Congreso a los republicanos de su gusto, algunos tan conocidos hoy como Marco Rubio, Ted Cruz o Rand Paul.

Sin tener la importancia que en su día tuvo el Tea Party, plataformas izquierdistas como Democratic Socialists of America o el grupo Justice Democrats –un comité de acción política (PAC) creado por algunos responsables de la campaña de Bernie Sanders en 2016– se han propuesto renovar desde dentro al Partido Demócrata, promoviendo a los candidatos más a la izquierda; esto es, a los que hoy se identifican como “demócratas socialistas”.

El éxito más sonado de Justice Democrats ha sido la victoria de Ocasio-Cortez en las primarias demócratas para las legislativas de 2018, cuya exitosa campaña relata el documental A la conquista del Congreso, recién estrenado en Netflix. Nacida en el Bronx, dentro de una familia de clase obrera y orígenes portorriqueños, AOC –como se la conoce popularmente–, arrebató el escaño a un peso pesado del Partido Demócrata, Joseph Crowley, quien llevaba dos décadas de representante por Nueva York. Con 28 años, se convirtió en la congresista más joven de EE.UU.

Contra la política de ricos

El documental sigue de cerca la campaña de cuatro candidatas apoyadas por Justice Democrats, aunque la protagonista indiscutible es Ocasio-Cortez, la única que ganó. Llama la atención la capacidad de movilización ciudadana que hay en EE.UU. AOC, una desconocida que trabajaba como camarera y activista, es una líder nata que ha sabido dar voz a un malestar: el de quienes se sienten abandonados por los políticos a los que votan.

Así, vemos a AOC llamar puerta a puerta a las casas para explicar su candidatura, acudir a radios locales, participar en debates vecinales, hablar de lo que preocupa a las familias de clase obrera y media, movilizar pequeñas donaciones… Y su victoria muestra que, cuando un candidato pulsa los resortes adecuados y genera ilusión, los olvidados por Washington se levantan y toman partido.

Si Ocasio-Cortez representa la victoria de las bases, Pelosi encarna la del “establishment” demócrata

Sobre las donaciones, es interesante observar que Justice Democrats tiene por norma rechazar las que proceden de grandes empresas. Es una cuestión de principio, pues creen que la política estadounidense se está convirtiendo en una política de ricos, como se ve en el perfil de muchos candidatos y donantes, tanto demócratas como republicanos. Es verdad que este PAC no ha hecho ascos a la promoción lograda con el documental que adquirió Netflix, que no es precisamente una pyme. Pero la decisión de no dejar que las grandes fortunas marquen el rumbo de la política es un paso que empieza a marcar tendencia.

Entre los 23 precandidatos que hasta ahora han anunciado su candidatura a las primarias demócratas para las presidenciales de 2020, hay tres de renombre que están logrando financiar sus campañas con este tipo de donaciones: Bernie Sanders, Elizabeth Warren y Beto O’Rourke. Aunque, de los tres, solo Sanders se declara socialista, ya han sentado precedente en la izquierda. Como dice el periodista del New York Times Astead W. Herndon, hoy “los candidatos demócratas están desesperados por presentarse como los verdaderos campeones del pueblo, libres de intereses corporativos y del encanto del gran capital”.

Socialismo identitario

La campaña de OAC no ha sido la única historia de éxito de Justice Democrats. Entre los candidatos que han llegado al Congreso con el apoyo de esta y otras organizaciones socialistas, figuran otras mujeres de gran tirón mediático, como la india-americana Pramila Jayapal, representante por Washington, o las dos primeras congresistas musulmanas: la palestina-americana Rashida Tlaib, representante por Michigan, y la somalí-americana Ilhan Omar, representante por Minnesota.

Ocasio-Cortez y otros demócratas socialistas han puesto ante el foco mediático propuestas llamativas, como el Green New Deal, un ambicioso y etéreo plan que pretende aprovechar la lucha contra el cambio climático para crear empleo, reducir la desigualdad, lograr viviendas asequibles…; “Medicare para todos”, que abriría a todas las edades la cobertura sanitaria que hoy se ofrece a los mayores de 65 años; la supresión de la agencia federal encargada de hacer cumplir las leyes migratorias del país; la batalla contra las grandes corporaciones, cuya victoria más sonada fue la renuncia de Amazon a construir una nueva sede en Nueva York…

A estas medidas hay que añadir otras en las que llevan tiempo insistiendo Sanders y Warren, como los salarios dignos, las subidas de impuestos a los ricos y a las grandes empresas, o las matrículas gratuitas en las universidades públicas.

Este tipo de propuestas despiertan entusiasmo entre muchos jóvenes del milenio (nacidos entre 1980 y 2000, aproximadamente). El pasado febrero, The Economist dedicó un amplio reportaje a analizar el auge del socialismo millennial, cuya mecha habría sido la precarización de las condiciones de vida, y que se caracteriza por un fuerte rechazo al centrismo que trajo la “tercera vía” de Bill Clinton, Tony Blair, Gerhard Schröder y Lionel Jospin. No es casualidad que ese izquierdismo duro esté cuajando, además de en EE.UU., en Reino Unido (con Jeremy Corbyn), en Alemania (con Die Linke) y en Francia (con Jean-Luc Mélenchon).

Además de ecológico, el nuevo socialismo millennial tiene un componente marcadamente identitario, al menos en EE.UU. Lo que no deja de ser la cuadratura del círculo, porque ¿tiene sentido perseguir la igualdad y, al mismo tiempo, poner el énfasis en lo distintivo de cada colectivo? Pero los demócratas socialistas no ven contradicción. Quizá porque, como observa Fernando Vallespín en El País, para ellos, “la opresión no se articula solo a partir de criterios económicos” y requiere de “la lucha por el reconocimiento de determinadas minorías”. El resultado del cóctel lo sintetiza David Graeber, autor de Bullshit Jobs, libro de referencia para estos jóvenes: “Socialismo es feminismo, socialismo es antirracismo, socialismo es LGTBI”.

Para Vallespín, “la gran pregunta que hay que hacerse no es si existe una nueva sensibilidad izquierdista entre los jóvenes –algo que parece confirmado–, sino en qué se concretará. (…) El desafío para este nuevo autoproclamado socialismo está en trasladar a esas mismas instituciones las energías democráticas que se encuentran en su activismo de base”.

¿Cómo de influyentes son?

De momento, los partidarios de llevar más a la izquierda al Partido Demócrata están topando con serios obstáculos. Es verdad, como explica Perry Bacon Jr. en FiveThirtyEight, que el grupo que aglutina en el Congreso a la mayoría de ellos –el Congressional Progressive Caucus– es más numeroso que nunca en la Cámara de Representantes: son 96 de los 235 representantes demócratas (en el Senado, solo está Sanders). Y que algunos de sus fichajes más recientes tienen encadilados a los medios.

Sin embargo, añade Bacon, el poder real del partido sigue estando en manos de los centristas (en lo económico); o, como él mismo los describe en otro artículo, de los que tienden a preguntar: “Y esto ¿quién lo va a pagar?”. Entre todos, destaca Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, cuya prioridad –según este analista– es garantizar que los demócratas que renuevan cargos en 2020 sean lo más “elegibles” que se pueda en lugares donde el voto oscila entre el rojo y el azul. De ahí la firmeza con que trata de mantener a raya a los demócratas socialistas. Con sarcasmos incluidos, como cuando Pelosi se refirió al Green New Deal como “el sueño verde o como lo llamen”.

“Los candidatos demócratas están desesperados por presentarse como los verdaderos campeones del pueblo, libres de intereses corporativos”

Las bases no son ajenas a este pulso ideológico. Por mucho que la “revolución política” de Sanders llenara titulares en las primarias demócratas de 2016, al final fue la denostada Hillary Clinton quien ganó. Y pese a la posterior derrota de Clinton frente a Trump, parece que hay muchos demócratas que se resisten a abrazar el populismo como estrategia para desalojar al republicano de la Casa Blanca. Lo sugiere el hecho de que sea un candidato centrista quien esté encabezando hoy las encuestas. En el promedio que lleva RealClearPolitcs, Joe Biden cuenta con una estimación de voto del 38,3%; le siguen Sanders, con el 18,8%; Elizabeth Warren, con el 8,5% y Kamala Harris, con el 7,3%.

Alana Moceri sintetiza muy bien el dilema en Esglobal: “Los votantes demócratas quieren un ganador, pero no se ponen de acuerdo sobre si lo que puede dar la victoria es el populismo airado de izquierdas o la moderación pragmática”. Y recuerda que fue precisamente Pelosi quien se impuso a los de línea dura en la batalla por la presidencia de la Cámara de Representantes en las legislativas de 2018. Un simbólico contrapunto a la victoria de Ocasio-Cortez.

De todos modos, aún es pronto para los pronósticos. Si algo cabe aprender de las primarias republicanas de 2016 es que un partido sumido en el caos ideológico, puede ser el terreno propicio para que triunfe el candidato más inesperado.

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