Educación para la intolerancia

Fuente: Areo
publicado
DURACIÓN LECTURA: 2min.
Universidad de Friburgo (Alemania)

Normalmente se piensa que las personas con mayor nivel educativo tienden a ser más liberales y tolerantes. Sin embargo, la experiencia está indicando que cuando se trata de las ideas políticas, los más educados son los más intolerantes y elitistas. Así lo expone Philip Hammon, profesor de Media & Communications de la London South Bank University, en un artículo publicado en la revista Areo que recoge conclusiones de estudios recientes.

En una investigación de 2017 a cargo de P.J. Henry y Jaime L. Napier, se reconoce que hay una relación entre nivel de educación y “actitudes más tolerantes hacia minorías étnicas, minorías sexuales e inmigrantes”; pero la tolerancia no se extiende hacia “grupos políticos opuestos”. “Por el contrario, la educación hace a la gente menos tolerante, y cuanto más alto es el nivel de educación, más se nota este efecto”.

No solo se advierten posturas políticas más rígidas en los más educados, sino también una actitud desdeñosa con los menos educados que piensan de otro modo. “Recientes encuestas después del Brexit indican que los tres grandes temas en los que es más difícil respetar a alguien con una postura contraria son el cambio climático, el matrimonio gay y la inmigración. (…) Los contrarios al Brexit tienden a considerar que estar en contra de estos temas es inaceptable. El discrepante tiende a ser tachado de negacionista, homófobo y racista”.

Una consecuencia de la intolerancia política de los más educados es que, contra lo que suele creerse sobre el papel de la educación superior, las universidades se están convirtiendo en instituciones donde es más difícil mantener un debate abierto. Aquí Hammond recuerda numerosos casos recientes en que un profesor o un intelectual invitado han sido rechazados por mantener ideas que los transexuales consideran inaceptables, por ser incluidos en listas negras hechas por los activistas del cambio climático o por no someterse a las presiones de estudiantes que denuncian un “sesgo racista” en el curriculum. Muchas veces se crea así “una atmósfera de sospecha y denuncia en nombre de la diversidad”.

“Más allá de algunos casos que son noticia, se crea una sutil y cotidiana vigilancia sobre la vida intelectual. Términos como ‘inapropiado’ y ‘problemático’ se usan de modo rutinario para marcar los límites de una opinión aceptable, con lo que los debates se clausuran o se resuelven de antemano. Si esto falla, los puntos de vista potencialmente desagradables pueden ser etiquetados como dañinos. Este es ahora un modo totalmente aceptado de mantener –o más bien, de evitar– el debate en ambientes académicos y profesionales, y se emplea de modo habitual no porque haya frecuentes discrepancias respecto a las opiniones convencionales, sino como un modo de mostrar la propia rectitud y superioridad”.

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