Yo te tolero. Tolérame tú a mí

Fuente: Public Discourse
publicado
DURACIÓN LECTURA: 2min.
Ana Samuel y PeteButtigieg (Foto: Public Discourse)

En la convención demócrata de California, celebrada el pasado fin de semana, Pete Buttigieg fue uno de los candidatos más aclamados por los delegados. El alcalde de South Bend (Indiana), casado con un hombre, es visto como un símbolo del avance de los derechos LGTB. No pueden estar tan satisfechas las familias que reclaman libertad para enseñar a sus hijos que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, como recordó una madre a Buttigieg.

Poco después de presentar su candidatura a las primarias demócratas, hace ya unas semanas, Buttigieg se quejó en un tuit de quienes no apoyan su concepto de familia con medidas legislativas: “A menudo, la gente será amable con usted en persona, mientras promueve políticas que le perjudican a usted o a su familia. A su vez, usted será cortés con ellos, pero no tiene por qué soportar esos ataques. Puede defenderse con honestidad y firmeza. De eso va el espacio público”.

Ana Samuel, casada y madre de seis hijos, doctora en filosofía política por la Universidad de Notre Dame, recoge el guante y responde en Public Discourse que no son las parejas homosexuales las que hoy están bajo presión en Estados Unidos. “Soy una madre hispana que trato con muchas otras hispanas con valores familiares tradicionales. Nosotras también nos encontramos a diario con personas que son ‘amables en persona’ con nosotras, pero que promueven y llevan a la práctica políticas que asaltan nuestros valores”.

Y menciona varios ejemplos de adoctrinamiento sexual: escuelas públicas en las que se pretende “normalizar el estilo de vida LGTB”; pediatras que presionan a sus hijas menores de edad para que tomen anticonceptivos orales; clases de educación sexual en las que el mensaje central es “exprésate, no te reprimas”; bibliotecas públicas con propaganda y símbolos LGTB; actividades escolares que promocionan el cambio de sexo…

“Señor alcalde, es hipócrita quejarse de ‘políticas que le perjudican a usted o a su familia’, cuando los de su lado presionan para aumentar el grado de intrusión del Estado en la relación entre padre e hijos hasta los ámbitos más íntimos”.

Samuel sale al paso del desdén de Buttigieg por la cortesía de los partidarios del matrimonio de siempre hacia los homosexuales. Le explica que esa amabilidad no es algo impostado, sino que nace de la convicción de que todos los seres humanos son merecedores del mismo respeto. “Las madres tendemos a preocuparnos enérgicamente por el bienestar de todos los niños, con independencia de cuál sea su origen o circunstancia familiar. También tendemos a cuidar con decisión a cada persona LGTB, reconociendo nuestra humanidad común, incluso cuando no estamos de acuerdo con su estilo de vida”.

Pero esa preocupación afectuosa por los homosexuales, sobre todo por los que sufren cualquier forma de acoso, no significa que deban aprobar sus ideas. “Así que, por favor, deje de excluirnos de la conversación con el recurso intelectualmente deshonesto de insinuar o decir que somos unos intolerantes. (…) Estamos encantadas de trabajar codo con codo con ustedes, de tenerlos como entrenadores, vecinos y amigos, pero no crucen la línea de decirnos qué valores sexuales estamos obligadas a apreciar y mantener”.

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