Karol Wojtyla, filósofo moderno con aliento clásico

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Casi un año después de su muerte, se comprueba cómo la figura de Juan Pablo II se agranda a medida que ganamos perspectiva. Así sucede, ante todo, con su extraordinario desempeño como Papa, pero también con su dimensión de filósofo. Esto es lo que ha venido a mostrar el congreso internacional sobre «La filosofía personalista de Karol Wojtyla» (Madrid, 16-18 de febrero), organizado por la Asociación Española de Personalismo.

Entre los ponentes invitados al congreso se encontraba el Prof. Jaroslaw Merecki, de la Cátedra Wojtlya de la Universidad Lateranense (Roma). Merecki habló sobre las fuentes de la filosofía de Wojtyla. Después le planteamos algunas preguntas.

— Usted ha subrayado en su intervención que la primera fuente del pensamiento de Karol Wojtyla es la experiencia. ¿También influyó su rica experiencia biográfica personal?

— Ciertamente, hay una influencia muy clara. Por ejemplo, en la introducción de Amor y responsabilidad Wojtyla dice que el libro surgió de su experiencia en el trabajo pastoral con los jóvenes, que tenían problemas y preguntas relacionadas con la moral sexual de la Iglesia. Él vio la necesidad de elaborar una nueva síntesis, a partir de los problemas y las preguntas que tenían sus jóvenes amigos. También Persona y acción surge de su experiencia del Concilio Vaticano II: Wojtyla vivió el Concilio muy profundamente y descubrió la necesidad de reelaborar la filosofía del hombre a partir de la experiencia conciliar. Así, como lema para su libro Persona y acción escogió unas palabras de la constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II. Otro ejemplo: de joven participó en un grupo dramático que se llamaba Teatro Rapsódico; en ese teatro los temas de la conciencia, de la palabra que se revela en la conciencia son temas fundamentales. Estos temas, de un modo u otro, después los encontramos en su filosofía.

En este sentido, ciertamente su filosofía se basa en la experiencia pastoral y personal. Esto es obvio, porque la experiencia es siempre personal. Pero él no quiere hacer filosofía de su persona sino de la persona. Por eso, invita al lector a comprobar lo que él dice, pero según la propia experiencia del lector.

— ¿Cuál es a su juicio la principal aportación de Karol Wojtyla al pensamiento contemporáneo?

— Me parece que lo original de su pensamiento es el intento de recuperar la metafísica clásica y los conceptos de la metafísica clásica partiendo de la experiencia del hombre. Partir del hombre es el gran postulado de la filosofía moderna desde Descartes. Muchos pensadores cristianos tomistas no querían aceptar de ningún modo la filosofía moderna. En cambio, Wojtyla acepta este postulado: partir del hombre, pero no en la dirección en la que va gran parte de la filosofía moderna, en la dirección del subjetivismo, o del idealismo trascendental. Wojtyla recupera la metafísica realista a partir de la experiencia del hombre: así hace filosofía. Las preguntas que hacemos con respecto al ser son preguntas con respecto a nuestro ser. Pero para poder dar respuesta a estas preguntas es necesario preguntar al ser como tal, y esto es la metafísica.

— ¿Qué huella ha dejado Wojtyla en la filosofía? Y, como su carrera filosófica quedó interrumpida a causa de su elección como Papa, ¿qué aspectos de su pensamiento están pendientes de desarrollar?

— Su carrera filosófica fue interrumpida ya antes de su elección como Papa, porque desde que fue elegido obispo de Cracovia no tuvo mucho tiempo para dedicarse a la filosofía: la desarrollaba como pensador, pero no podía ser profesor de filosofía. Lo que nos ha dejado no es un sistema filosófico, no es una visión acabada. Dentro de su herencia filosófica ha dejado unas intuiciones más o menos elaboradas, como por ejemplo el tema del otro, o el de la comunidad, que están apoyadas en su filosofía. Esta filosofía es una invitación a continuarla.

Hay también una razón más profunda por la que la filosofía del hombre de Wojtyla no es un sistema. La filosofía moderna ha tenido miedo de encerrar al hombre en categorías demasiados rígidas. Y Wojtyla comparte un poco este miedo. Quería elaborar una filosofía que no fuera demasiado rígida, que no encerrase al hombre, que le dejara espacio para expresiones de su libertad que no son previsibles. Por eso, esta filosofía siempre estará abierta a aportaciones nuevas, porque cada generación debe enfrentarse con la verdad del hombre, que experimenta de un modo cada vez nuevo.

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