La alegría de Guadalupe Ortiz de Landázuri

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Pocos días antes de la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri, el pasado 18 de mayo en Madrid, se ha publicado una biografía, En vanguardia, donde una profesora de Historia de la Universidad de Navarra, Mercedes Montero, al hilo de una profusa base documental (cartas y testimonios, sobre todo), despliega la vida de esta mujer polifacética y muy adelantada a su tiempo.

 

En palabras del Papa Francisco, en una carta al prelado del Opus Dei con motivo de la beatificación, Guadalupe Ortiz de Landázuri “puso sus numerosas cualidades humanas y espirituales al servicio de los demás, ayudando de modo especial a otras mujeres y a sus familias necesitadas de educación y desarrollo”. Lo hizo de una forma marcada por la normalidad, y por eso ofrece un “testimonio de santidad, vivido en las circunstancias ordinarias de su vida cristiana”.

A través de las páginas de esta semblanza, la profesora Montero recorre de un modo ágil y cercano las diversas etapas de la vida de Guadalupe, desde su infancia en Tetuán (Marruecos) hasta su muerte, acaecida en Pamplona en 1975.

La vida de Guadalupe está llena de “giros en el guion”

El lector medio, aunque desconozca muchos detalles de la biografía de Ortiz de Landázuri, se encontrará enseguida fascinado con su historia. Se trata de una de las primeras mujeres del Opus Dei, y la primera en salir de España para iniciar la expansión de la Obra en otro país (México).

De su perfil también destaca su preparación profesional. Licenciada en Química y más tarde doctora, la vida de Guadalupe está llena de “giros en el guion”. Desde el primer capítulo, se nos narran los acontecimientos que marcaron su carácter: sus años de convivencia con otras culturas en Tetuán, o el asesinato de su padre. La formación que recibe durante su infancia y adolescencia, a juicio de Montero, fue preparándola para las futuras dificultades que habrían de sobrevenirle en el futuro. Así, Guadalupe vivió sus primeros años con su familia en un clima presidido por la austeridad, el espíritu de sacrificio, el sentido de la justicia y una fina sensibilidad hacia los demás.

Llama la atención, sin embargo, que dichos rasgos, que fueron poco a poco esculpiendo su carácter, no la convirtieron en una mujer rígida, insensible o poco cercana. Más bien al contrario. A lo largo de todos los capítulos, se nos subraya, bien a través de las propias cartas de Guadalupe, bien a través de los testimonios de otras personas, que era una mujer de profunda alegría, arraigada en un sentido muy hondo de la filiación divina.

Vocación

La vida de Guadalupe tiene un antes y un después a raíz del descubrimiento de su vocación. Si algo llama la atención es cómo se narra este hecho: con una asombrosa sencillez, Guadalupe se encuentra con un querer de Dios. Sin saber exactamente lo que Dios le pide, recurre a un amigo en busca de un director espiritual, y a través de san Josemaría, conoce el Opus Dei y en poco tiempo pide la admisión.

Guadalupe Ortiz de Landázuri “puso sus numerosas cualidades humanas y espirituales al servicio de los demás” (Papa Francisco)

Su entrega estará impregnada de un constante olvido de sí misma y de un deseo enorme de servir a Dios y a los demás, sin rarezas. En esta biografía no se nos ocultan las luchas concretas y pequeñas de Guadalupe. Con un profundo sentido del abandono en Dios, Guadalupe fue “dejándose hacer”, con plena disponibilidad a lo que Dios le iba pidiendo. En sus cartas al fundador del Opus Dei, observamos con ternura cuáles fueron sus vencimientos y sus derrotas, y con qué sencillez y humildad los relata.

Después de los años de asentamiento de la Obra en México y el tiempo de estancia en Roma, Guadalupe vuelve a España. Con una total disponibilidad a las necesidades del Opus Dei, desempeñó diversos cargos de gobierno, mientras va surgiendo en ella de nuevo la inquietud por volver a las aulas. A los 49 años se doctora en Química y consigue la cátedra en la Escuela Industrial de Madrid. Su precario estado de salud le impidió alcanzar puestos de mayor responsabilidad. Queda para la historia de España y para la historia de la Iglesia y del Opus Dei esta semblanza de una mujer que supo entregarse a Dios en medio de su trabajo profesional, con una plena disponibilidad llena de alegría.

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