Obispos ¿en las barricadas?

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El lenguaje peyorativo contribuye a socavar los requisitos mínimos de la vida democrática. Es difícil escuchar o respetar a alguien a quien ves como un enemigo

Los obispos han entrado con mal pie en la lista de los clichés del periodismo. A menudo se les presenta “arremetiendo” cuando en realidad sólo están discrepando. Lo que podría ser interpretado como una muestra de vitalidad en una sociedad democrática –disentir, debatir– es afeado por un sesgo peyorativo.

Los tópicos periodísticos hacen cada vez más previsible el itinerario que pueden seguir las leyes controvertidas en una democracia. Si un Parlamento decide, por ejemplo, dar luz verde a una ley que liberaliza el aborto, seguramente la reacción de los sectores “ultraconservadores” no se hará esperar.

La situación empeora cuando los obispos critican la reforma. Entonces, sus comentarios –generalmente sacados de contexto– incendian la red y empieza el linchamiento a los obispos por parte de los verdaderos ultras; o sea, de los que no saben disentir sin perder los papeles. La polémica está servida.

El poder del lenguaje

La vida social genera controversias apasionantes. Y es lógico que el lenguaje periodístico refleje ese estado de cosas. También es una forma eficaz de hacerse entender rápidamente, sin distorsionar las cosas ni ofender a nadie. Por ejemplo, algunos hablamos de “guerras culturales” (famosas en EE.UU.) para referirnos a los conflictos de ideas.

En ocasiones, el recurso a este lenguaje metafórico puede funcionar como un gancho para sumar voluntades en torno a una causa común. Charles Lane, columnista del Washington Post, pone como ejemplos la “batalla contra la pobreza” de Lyndon Johnson; la “batalla contra las drogas” de Richard Nixon o la “batalla contra el cáncer” propuesta por otros presidentes norteamericanos.

Lo que no es admisible, añade Lane, es el uso de estas metáforas como herramientas para convertir al discrepante en un apestado ante la opinión pública. Es lo que, a su juicio, está pasando hoy en EE.UU. “Para ambos partidos, el objetivo es alentar a los estadounidenses a ver a los otros como enemigos y, al final, como gente a la que hay que odiar y temer”.

Así empleado, el lenguaje metafórico contribuye a socavar los requisitos mínimos de la vida democrática. “Cuando piensas en alguien como un enemigo se hace difícil confiar, respetar o cooperar con esa persona”.

La artillería de los obispos

El periodista Antonio Caño, corresponsal de El País en EE.UU. denunciaba esta tendencia desde su cuenta de Twitter: “Por qué en la prensa española ya nadie critica, sino ‘arremete’, nadie derrota, ‘tumba’ o nadie protege, ‘blinda’. Todo en los extremos” (5 de febrero 2011).

Tiene razón Caño. Y supongo que la crítica incluye también a su periódico, aficionado a presentar a unos obispos muy ceñudos. Éstos han arremetido contra la selección de embriones; han atacado proyectos de ley; han incendiado elecciones; o han reprimido y execrado a teólogos…

Parece que los obispos son una nueva especie de Terminators, capaces de arrasar con todo. Y, hombre, entre tanto tópico muerto, la cosa hasta se pone interesante. Pero cuando uno va al fondo de la noticia descubre que, al final, los obispos estaban haciendo algo bastante prosaico: mostrar su desacuerdo con unas iniciativas que no comparten.

Un signo de la tendencia a lo extremoso es la impunidad con que se afirman falsedades en la “información” religiosa. Así, el director de la Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Española ha intentado –sin éxito– que El País rectificara lo publicado en un reportaje (26 de febrero) donde se decía que el Estado “tiene en nómina a obispos y curas como si fuesen funcionarios”, lo que es falso, pues son las diócesis las que retribuyen a los sacerdotes.

En la misma información también se aseguraba que la Iglesia católica está exenta del IBI “en virtud de los Acuerdos entre el Estado y la Santa Sede”. Lo que tampoco es cierto, pues ese régimen fiscal está regulado por la Ley de Mecenazgo, en virtud de la cual la Iglesia está exenta del IBI al igual que otras instituciones sin fines lucrativos.

Deformar el mensaje

Hace unos días, Benedicto XVI se reunió con un grupo de obispos de EE.UU. para alentarles a transmitir la fuerza y el atractivo de la doctrina cristiana sobre la sexualidad, el matrimonio y la familia.

Citando unas palabras de la misa de inauguración de su pontificado, pidió a los obispos que recordaran a los jóvenes que “quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada, absolutamente nada de lo que hace la vida libre, bella y grande”.

En su crónica, la corresponsal en Roma de Associated Press, Nicole Winfield, opta por poner el énfasis en la denuncia que hizo el Papa sobre las presiones que provienen de “poderosas corrientes políticas y culturales que tratan de alterar la definición legal del matrimonio”. Éste es el titular: “Pope Denounces Gay Marriage Lobby to US Bishops”.

Varios medios estadounidenses, como ABC News o Fox News,publican la noticia con el mismo titular. Después otros diarios norteamericanos vuelcan al español la noticia con el siguiente titular: “Papa arremete contra matrimonio homosexual” (cfr. El Mensajero, 9-03-2012 y El Diario, 9-03-2012).

De esta forma, las letras grandes de los titulares van convirtiendo en el centro de la noticia lo que en el discurso de Benedicto XVI ocupa un párrafo de once. Mientras tanto, el resto del mensaje –que, al menos, Winfield sí recoge– va perdiendo espacio en los demás diarios.

Otra Iglesia (en los medios) es posible

La opción de presentar a los obispos lanza en ristre no favorece el entendimiento de sus puntos de vista. Cuesta entrar al intercambio de ideas con alguien que, por lo visto, siempre las utiliza para aporrear.

Entre tanto, buena parte de las energías de la Iglesia católica se dedican a poner en marcha proyectos valiosos al servicio de la sociedad. En el último mes, las Conferencias Episcopales de varios países han lanzado campañas para secundar uno de los mensajes principales de Benedicto XVI para la Cuaresma de 2012: “Nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito de los pobres”.

Los obispos de Colombia han emprendido la Campaña de Cuaresma 2012 destinada a recaudar fondos para ayudar a “las víctimas de desastres naturales o la violencia”. Los de Chile han hecho lo propio bajo el lema “40 días para cambiar historias de jóvenes que lo necesitan” (cfr. Cuaresma de Fraternidad 2012). Los de Hong Kong han presentado otra para “prestar plena atención a los grupos desfavorecidos” (cfr. Agencia Fides, 22-02-2012). Por su parte, los de España han entregado a Cáritas 5 millones de euros en nombre de la Conferencia Episcopal…

Algunos lectores de la prensa beligerante con la jerarquía reclaman una “Iglesia de los pobres”. Pero esa Iglesia ya existe, alentada por los obispos. Otra cosa es que los clichés ideológicos de ciertas noticias impidan reconocerla.

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