E. T. A. Hoffmann (1776-1822) fue un músico y escritor inscrito en el romanticismo alemán. La primera adaptación de una historia suya al cine data de 1916; Ernst Lubitsch y Michael Powell también llevaron a la gran pantalla obras suyas. En 1816, Hoffmann escribió El cascanueces y el rey de los ratones, un cuento adaptado más tarde por Alexandre Dumas, que en 1892 fue musicado por Chaikovski y coreografiado por dos maestros del ballet ruso como Marius Petipa y Lev Ivanov, que lo convirtieron en el ballet más popular de todos los tiempos.

Este año, Disney nos trae una nueva versión cinematográfica de la historia de Hoffmann. El señor Stahlbaum acaba de perder a su esposa. Justo antes de que llegue la Navidad, el padre da a cada hijo un regalo de parte de su madre. La inteligente y soñadora Clara recibe una caja misteriosa sin la llave que la abre. Esa mágica noche, con la ayuda de su padrino, descubrirá otro mundo donde encontrará lo que tanto anhelaba.

La película, dirigida por Lasse Hallström (Las normas de la casa de la sidra, La pesca del salmón en Yemen, Un viaje de diez metros), y por Joe Johnston (Jumanji, Parque Jurásico III), da una pincelada a la historia original e incluye preciosos aunque puntuales números de ballet que resultan ser un añadido, porque no ayudan a que la estructura sea menos capitular. De la mano de la protagonista, el espectador viaja de reino en reino sin que la historia llegue a calar hondo, pues se desarrolla de manera simplona y previsible.

El acierto de la película es la magia y el colorido que da a la Navidad, presente en cada esquina de la puesta en escena; los increíbles efectos especiales y, cómo no, la banda sonora. Pese a la presencia de nombres consagrados como los de Morgan Freeman, Helen Mirren y Keira Knightley, los verdaderos protagonistas son los niños, el público al que verdaderamente va dirigida la película, para que se trasladen al mundo paralelo creado por Hoffmann, con los ratones y los soldaditos de hojalata.

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