Siruela. Madrid (1994). 638 págs. 3.250 ptas. Edición original: H. Aschehoug & Co. Oslo (1991).
Éxito editorial del noruego Jostein Gaarder (Oslo, 1952). En tres meses ha tenido seis ediciones en español, y en toda Europa se han vendido ya más de un millón de ejemplares. Lo que ha convertido a la obra de Gaarder en un bestseller es su original articulación de la novela y la historia de la filosofía. Sin embargo, no es una historia de la filosofía novelada, sino, más bien, una novela que utiliza la historia de la filosofía como contenido.
Sofía Amundsen, de 14 años, recibe misteriosas notas con maliciosas preguntas: «¿Quién eres? ¿De dónde viene el mundo?», a las que sigue todo un curso de filosofía por correspondencia. Quien le escribe es un extraño personaje, Alberto Knox, cuyas lecciones devora Sofía con avidez. Pero la historia de ambos resulta ser un libro que el mayor Albert Knag, militar noruego destinado en el Líbano por la ONU, escribe como regalo de cumpleaños para su propia hija, Hilde, de la misma edad que Sofía. Alberto y Sofía acaban por darse cuenta de que sólo son producto de la imaginación del mayor. Pero la filosofía les ha dado fuerzas para atreverse a idear un plan y abandonar la ficción. Al final consiguen salir de la «historia» y asistir a la última lección que da Albert a Hilde en el jardín; pero, a pesar de ello, los audaces personajes no podrán vengarse del mayor, porque han quedado como seres espectrales en «el mundo de Sofía».
Alberto comienza sus lecciones por los presocráticos, Platón y Aristóteles, para acabar con una visión somera de la multitud de teorías actuales.
La principal virtud de la obra es de índole didáctica, sin olvidar la originalidad narrativa. Once años como profesor de enseñanza media han aportado a Gaarder experiencia suficiente para exponer la historia de la filosofía de forma ordenada y amena. Sin embargo, el profesor, aunque algunas veces intenta ensayar el diálogo socrático, no logra formar filosóficamente a su alumna. Sofía terminará con un vasto conocimiento sobre la historia de las ideas, pero sin una filosofía propia. La filosofía acabará siendo para ella un amasijo de explicaciones de un mundo creado por un escritor que quiere hacer un regalo a su hija.
Culpable de este triste final puede ser cierta actitud historicista en los planteamientos de Gaarder, para quien hay una verdad en cada época histórica. Incluso Jesucristo tiene su lugar como «eminente filósofo». Algunas veces le resulta difícil disimular su propio punto de vista, su desagrado por alguna corriente filosófica en particular o simplemente su «perspectivismo» acrítico, y acude a la artimaña postiza del «pero algunos piensan lo contrario». Por ejemplo, para explicar la Edad Media, Alberto cita a Sofía a las 4 de la madrugada en una vieja iglesia del siglo XII. Asegura que «algunos piensan» que esta etapa de la historia no es «una larga noche de mil años que enterró a Europa entre la Antigüedad y el Renacimiento», pero la impresión que sacan Sofía y el lector es justamente esa.
Por otro lado, se observan también ciertas imprecisiones filosóficas, como la atribución explícita de una actitud cesaropapista a San Agustín: Jostein Gaarder identifica la Ciudad de Dios con la Iglesia y la Ciudad del diablo con el Estado. A todo ello hay que añadir que Gaarder se extiende y profundiza más en unos temas que en otros sin atender a ningún criterio aparentemente objetivo. Por ejemplo, dedica a Darwin y Freud el doble de espacio que a toda la Edad Media.
La última lección, una vez «acabado» el libro destinado a Hilde, tiene como objeto la teoría del Big Bang. «Somos polvo de estrellas»: al final vence la explicación científica y la filosofía queda encuadernada, una vez más, en «el mundo de Sofía». A pesar de todo, el libro de Gaarder puede ser de gran utilidad para los profesores de filosofía de enseñanza media, que encontrarán sugerentes explicaciones, ejemplos oportunos y una exposición de la historia de la filosofía amena y sencilla.
Carlos Goñi Zubieta