La música como hogar. Una fuerza humanizadora

La música como hogar. Una fuerza humanizadora

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALThuis in muziek. Een oefening in menselijkheid

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2020)

Nº PÁGINAS132 págs.

PRECIO PAPEL16,95 €

PRECIO DIGITAL9,99 €

GÉNERO

¿Somos mejores personas gracias a la música? ¿Tiene la música el poder de mejorar el mundo? Estas son algunas de las preguntas que Alicja Gescinska, pensadora neerlandesa de origen polaco, trata de responder a lo largo de este breve ensayo bellamente editado por Siruela.

Madre de tres hijos, la autora confiesa que la música clásica fue irrelevante en su vida, hasta que en una función de fin de curso escuchó a una joven interpretando a Chopin.

En su búsqueda de respuestas sobre el poder transformador de la música, la pensadora hace una revisión de lo que han dicho sobre el asunto algunos de los principales filósofos, clásicos y contemporáneos, desde Platón hasta Scruton, pasando por Kant, Adorno o Nussbaum. Pero será Max Scheler quien le señale el camino con su defensa de la carga moral que tienen todos los actos del ser humano, incluidos el arte y la música.

Gescinska sostiene que el poder de la música radica en su capacidad empática –el “desarme del corazón”–, y pone como ejemplo una de las escenas de La vida de los otros, en la que la música brinda a un espía de la Stasi la posibilidad de ser mejor persona. Sin embargo, la autora admite que “el efecto moral positivo de la música es una posibilidad, no una certeza”, y recuerda que la calidad moral de una sociedad se mide esencialmente a través de la capacidad de sus miembros de sentir compasión entre ellos. La música ayuda, pero no siempre ocurre así. Basta recordar una vez más la melomanía nazi.

En el transcurso de la obra, la autora mezcla sus reflexiones con algunas vivencias personales en las que aflora su maternidad. Entre otras cosas, admite que ha aprendido a trabajar con el ruido de fondo de sus hijos, sonidos que no se perdería por nada del mundo, pero que le hacen ser consciente de la importancia de la concentración. Escuchar o interpretar música son dos actividades que fomentan esa capacidad, tan escasa hoy en día debido al protagonismo excesivo de las pantallas en nuestras vidas.

Para Gescinska, la música tiene un efecto positivo para nuestro desarrollo y realización personales, así como para nuestra autonomía como individuos que se niegan a ser títeres a merced de cualquier distracción; es una señal clara de esa vinculación.

Si la moral de un hombre cobra vida en cada uno de sus actos, pasa lo mismo con la música. Para que exista, hay que interpretarla una y otra vez. La música y la moral requieren por tanto una entrega continua, y Gescinska señala que en un mundo que sufre de una grave falta de comprensión y un exceso de individualismo se debería rescatar el enorme potencial de la música como vehículo de formación moral.

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