La vida como obra de arte

La vida como obra de arte

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2019)

Nº PÁGINAS142 págs.

PRECIO PAPEL15 €

PRECIO DIGITAL8,99 €

La experiencia artística y la amorosa son vistas como espacios de libertad. Como en otros ámbitos de la vida, también aquí hay obligaciones, rutinas, problemas que atender… Pero, en lo fundamental, sigue siendo cierto que el arte y el amor son fuentes de oxígeno en medio de la modernidad acelerada. En este ensayo, Carlos Javier Morales –poeta, ensayista, crítico literario y profesor– plantea cómo llevar esa expansión a todos los ámbitos de la existencia, a través de una vida creadora.

La vida como creación de sí mismo (y como recreación del mundo) requiere un ritmo de vida paciente. Pero a la sociedad de consumo no le gusta ese ritmo, observa Morales. Tampoco le interesa que nos veamos como creadores, sino como consumidores o productores. Y el mundo que imagina no es una “tierra para cultivarla y transformarla”, sino “un mercado donde comprar” a gran velocidad.

¿Cómo escapar de una vida automática? Morales señala un camino genuinamente moderno: si lo propio del automatismo es la ejecución de actos de forma mecánica e inconsciente –despersonalizada–, él invita a hacer de la propia vida “una auténtica creación, una obra nueva y tan original como la persona misma”, en sintonía con el ideal de la autenticidad; es decir, con la aspiración ética a definir una identidad “que no sea trivial”, en palabras de Charles Taylor. La vida creadora consiste en forjar, a lo largo de la existencia, esa mejor versión de sí mismo que deje impronta en el mundo.

A la vez, Morales reelabora con sentido crítico aquellos aspectos de la modernidad que le parecen mejorables. Es verdad que la propia intimidad permite conocer y amar el mundo de forma personal. Pero esa experiencia siempre es limitada: necesitamos abrirnos a la realidad tal cual es y a la intimidad del otro, para vivir en un mundo encarnado, no en uno puesto enteramente por mi subjetividad. Es este mundo real el que se ve enriquecido por la originalidad que aporta cada yo.

Además, la modernidad sembró la sospecha de que la felicidad del hombre y el progreso de la sociedad son incompatibles con la existencia de un Ser divino: la presunción es que si hay un Creador, no puede haber espacio para mi libertad creadora. Morales rompe esta disyuntiva haciendo ver que en el Génesis Dios no solo entrega la realidad como un don que no se debe manipular a voluntad, sino también como una tarea. Y aquí es donde despliega todo su sentido la vocación a una vida creadora, sin automatismos ni inercias. A Dios le complace –le da gloria– la libertad personal, singularísima, con que cada cual está llamado a perfeccionar el mundo.

Con estas premisas, el libro aborda distintos aspectos en los que desarrollar esa “creatividad singular”: las relaciones humanas y con Dios; el trabajo; la respuesta ante el dolor; la aceptación de uno mismo; la independencia de criterio frente a las opiniones y las actitudes de moda; la libertad personal ante los propios defectos, “que son siempre personales y que, por tanto, necesitan un tratamiento también personal”, etc. En todos estos ámbitos, Morales ve una oportunidad para “crear mi propio ser, mi mejor yo, de acuerdo con el ser que he recibido”.

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