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Por qué el tiempo vuela

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALWhy Time Flies

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2018)

Nº PÁGINAS400 págs.

Burdick, redactor en The New Yorker y escritor, no es científico ni utiliza un lenguaje especializado en este ensayo de divulgación, en el que reflexiona sobre la percepción psicológica del tiempo. Pero su libro está lleno de situaciones de partida tomadas de la vida ordinaria y su estilo literario recuerda al del reportaje, ameno y de fácil lectura.

Más que el tiempo en sí, el autor examina el tiempo percibido, lo que se podría llamar el tiempo psicológico. Burdick lee con profundidad, entre otros muchos autores, a san Agustín, y toma de él la idea de que el tiempo no es un absoluto, algo externo al sujeto, sino que es percibido en el alma como algo interior, traducción del modo en que el tiempo se manifiesta en la biología de quien lo percibe, desde los niveles subcelulares hasta remontarse a la neurobiología y la conciencia humana.

El autor busca cómo son y dónde residen los relojes que hacen tic-tac dentro de nosotros mismos. Recorre así diversos experimentos científicos para preguntarse –por ejemplo– por la naturaleza de los ciclos circadianos y cómo son gestionados por la biología, cuál es el fundamento del jet lag, la causa de una mayor probabilidad de gastroenteritis en los viajes con importantes saltos de huso horario o su relación con la obesidad.

Especialmente significativa es la reflexión que ofrece sobre el presente, en el que se pregunta por la duración del ahora, lugar temporal en donde se atisba una cierta relatividad de las escalas, porque nada es grande o pequeño en sí mismo, sino que dependerá de con qué se compare.

Puesto que el transcurso del tiempo es percibido por la biología e interpretado cerebralmente, Burdick completa su trabajo con multitud de experiencias relacionadas con las neurociencias, recopiladas en sus largos años de investigación y en sus entrevistas con científicos de renombre. Estudia con qué intervalos temporales trabajan las distintas funciones cerebrales y cómo influyen en la percepción de la sucesión de acontecimientos, así como la capacidad de recalibración del cerebro para redefinir la simultaneidad sensorial. El autor no se define en cuanto a la trascendencia del hombre, aunque es respetuoso con quien piensa que el hombre es algo más que el “aquí y ahora”.

En resumidas cuentas, el tiempo llega a nosotros de manera indirecta, habitualmente por medio de lo que contiene: los sucesos son perceptibles, pero el tiempo no lo es. El tiempo no es una cosa, sino un paso por las cosas; no es un nombre, sino un verbo.

La obra puede gustar a los interesados en la reflexión psicológica o filosófica y en cómo se nutre de la ciencia moderna. En suma, un libro de fácil lectura, pero que debe ser leído poco a poco.

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