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Ser amigo mío es funesto. Correspondencia (1927-1938)

Acantilado.
Barcelona (2014).
432 págs.
25 €.
Traducción: J. Fontcuberta, Eduardo Gil Bera.

TÍTULO ORIGINALJede Freundschaft mit mir ist verderblich. Joseph Roth und Stefan Zweig: Briefwechsel 1927-1938

GÉNERO

En 1927 Stefan Zweig y Joseph Roth comenzaron una amistad que crecería con los años, y solo terminaría con la muerte del segundo en 1939. Mientras que Zweig guardó todas las cartas de Roth, este solo conservó algunas por sus desordenados hábitos de vida y su deseo de carecer de un domicilio estable. Así, en la correspondencia destaca con mucho el número de cartas de Roth.

Zweig, autor aclamado internacionalmente, escribe con serenidad y precisión, revelando su carácter reflexivo y contenido en todo tipo de manifestaciones personales. Por el contrario, Roth, periodista y escritor que va consiguiendo paulatino prestigio, expresa con un estilo vivaz y vehemente sus habituales estados de ánimo pesimistas, azuzados por las deudas económicas o los sucesos políticos y culturales. Buena parte de las cartas las dedica Roth a pedir dinero o favores editoriales a su amigo, que siempre responderá con su habitual generosidad.

Entre los principales atractivos de esta correspondencia está el testimonio de las presiones y persecuciones que sufrieron por parte del nacionalsocialismo, por ser judíos; sus opiniones en aquella coyuntura política sobre otros escritores, como Thomas Mann; la visión paneuropea de ambos por encima de los partidismos sionistas del momento; su abominación del comunismo y de cualquier fascismo; y las pocas y luminosas cartas en que se hacen críticas literarias mutuas.

Roth muestra una personalidad perpetuamente agitada y contradictoria: su matizable victimismo político, cultural y profesional, sus bajezas morales y relaciones extramaritales –con alguna carta vergonzosa–, su incapacidad para administrar el dinero, su profundo sentido de la compasión y la culpa, su lucidez ante la descomposición cultural y espiritual de Austria y Alemania, su defensa de la persona frente a los totalitarismos de cualquier signo, su dipsomanía crónica que le mataría a los 45 años, y su admiración por la Iglesia católica –hasta su propia conversión–, pues la consideraba el último baluarte de la civilización europea frente a la barbarie.

El completo y ágil aparato crítico de esta edición permite tanto una precisa contextualización de datos que resultan opacos en las cartas, como un conocimiento más ponderado de la imagen que Roth da de sí mismo.

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