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Vestidas para un baile en la nieve

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2017)

Nº PÁGINAS272 págs.

PRECIO PAPEL20,50 €

PRECIO DIGITAL12,99 €

GÉNERO

La escritora checa Monika Zgustova suele repetir que hay que hablar más de la experiencia del Gulag en los países del Este, para asimilar y conocer mejor la historia contemporánea. Sobre este tema ha publicado La noche de Valia, novela que se inspira precisamente en una de las entrevistadas en este libro, dedicado a nueve mujeres que sobrevivieron a la experiencia de los campos de trabajo forzados soviéticos.

Como síntesis de todas las entrevistas, Zgustova destaca la importancia que estas mujeres dieron durante su reclusión a la amistad y a la cultura, de manera especial a la literatura. Como le cuenta una de las entrevistadas, Zayara Vesiólaya, “puesto que los libros estaban prohibidos, por las noches recitábamos de memorias esos poemas que habíamos compuesto algunas de nosotras; preferíamos dormir menos y humanizarnos, elevarnos con la poesía”. Elena Korybut-Daszkiewicz, que estuvo presa en las minas de Vorkutá, afirma: “Nadie puede imaginarse lo que para los presos significaba un libro: ¡era la salvación! ¡Era la belleza, la libertad y la civilización en medio de la barbarie!”.

Aunque las historias se parecen, cada una aporta una nota distintiva. Por ejemplo, Zayara fue detenida por el KGB en una fiesta familiar: “Me fui de casa vestida como para un baile”. Susanna Pechuro, una joven de solo diecisiete años, condenada a 25 años, destaca que el Gulag “fue para mí la lección vital más importante; esos años amargos y duros fueron la mejor escuela, una escuela que me sería de gran ayuda para el resto de mi vida”.

Ela Markman, condenada a 25 años de trabajos forzados en las minas de Vorkutá y de Intá, logró conservar unas cartas que Ariadna Efrón- Tsvietáieva, hija de la poeta Marina Tsvietáieva, escribió a Borís Pasternak. A Elena Korybut-Daszkiewicz la condenaron a 15 años por colaboracionismo con los nazis, después de la batalla de Stalingrado. Tuvo que trabajar a 50 grados bajo cero y soportando, además, castigos crueles como el que cuenta: “En pleno invierno, cuando no hay luz nunca y el sol no aparece ni por asomo, me enviaron junto con otros presos a construir un muro con piedras tan pesadas que costaba levantarlas. Un día nos obligaban a construirlo y al día siguiente nos ordenaban que destruyéramos lo erigido; y así una y otra vez. La mayor tortura de todas las que he vivido consistía en la inutilidad de un trabajo sobrehumano”.

También resulta interesante la entrevista con Natalia Gorbanévskaya, poeta y traductora, que estuvo recluida en uno de los hospitales psiquiátricos donde encerraban a los disidentes políticos. La polaca Janina Misik fue deportada cuando era una niña al campo de trabajo de Nizhni Nóvgurod. Galia Safónova, la entrevistada más joven, nació en un campo de trabajo donde estaba detenida su madre. Y, por último, a Irina Emeliánova, hija de Olga Ivínskaya, el último amor de Borís Pasternak y la mujer que inspiró el personaje de Lara en la novela El doctor Zhivago.

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