Con pandemia, mejor emanciparse otro día

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Los jóvenes europeos se fueron más tarde del hogar familiar en 2020: en promedio, a los 26,4 años de edad, medio año más que en 2019. Hay, no obstante, marcadas diferencias entre países, y asimismo en el momento en que mujeres y hombres cerraron la puerta tras de sí: ellas se marcharon primero.  

Los números los trae Eurostat: los croatas se quedan en el nido hasta los 32,4 años; los eslovacos, casi hasta los 31, y malteses, italianos y portugueses esperan hasta los 30 o poco más. El reverso de la moneda son los suecos, luxemburgueses y daneses, que ponen el motor en marcha a los 21 años o antes. ¿Los españoles? Sin prisa: en torno a los 29.

Respecto a la brecha entre sexos en la edad de irse, en todos los sitios –excepto en Suecia– se repite el patrón mencionado al principio, pero la diferencia es ínfima en el caso del país nórdico: las chicas se quedan con mamá y papá apenas tres días más que sus pares masculinos de igual edad.

Según la oficina de estadísticas comunitarias, la edad de la emancipación fue decreciendo desde 2010 hasta 2020 en 12 países, como Suecia, Luxemburgo, Estonia, entre otros, y se incrementó en otros 12 (España, Irlanda, Croacia, etc).  No hubo variación en los casos de Bulgaria, Austria y Dinamarca.

Causas para el incremento de la edad habría varias, pero una que cita el informe le es bastante familiar al público español: el alto índice de jóvenes que ni estudian ni trabajan (los denominados ninis). Luxemburgo y Suecia, por ejemplo, tienen poco más de un 7% de chicos y chicas en esa situación; Alemania y Finlandia, un 10%. En España, con un 17% de ninis, y en Italia, con más del 23%, se entiende que los concernidos apuesten por la seguridad que les brinda el hogar materno, si bien esta los ancla en una dependencia que retarda su realización como adultos.

Para que la situación empeorara en este aspecto, a los países del segundo grupo solo les faltaba una crisis económica.

Y entonces llegó el covid-19.

Planes desbaratados

Un equipo investigador de la Università Cattolica del Sacro Cuore, en Milán, elaboró el pasado año un informe sobre la incidencia de la pandemia en las decisiones de emancipación de los jóvenes de cinco países europeos: Italia, Alemania, Francia, el Reino Unido y España. La muestra, de 6.000 consultados, corresponde a chicos y chicas de 18 a 34 años, a quienes se entrevistó entre marzo y abril de 2020.

Donde es más alto el paro juvenil o existe más riesgo de quedar desempleado, los jóvenes tienden a quedarse en el hogar familiar

La incertidumbre que el coronavirus inyectó en toda perspectiva de realización personal, incluido el aspecto laboral y el de formación, marcó también negativamente la aspiración de emanciparse, muy dependiente de los anteriores. En España, por ejemplo, el 28% dijo que en enero de 2020 ya estaba considerando o planificando irse a vivir por su cuenta. Unos meses después, con la pandemia en su apogeo, el 51% de esos jóvenes aseguró que el plan iba, pero que había quedado pospuesto, mientras que el 29% afirmó haberlo abandonado del todo.

Quizás más frustración haya entre los italianos, pues el 36% de ellos aspiraban a irse de casa, y de esa fracción, casi el 35% ha sepultado el plan. Por su parte, de los alemanes que dijeron querer emanciparse, en torno al 30% seguían acariciando la idea de marcharse. Los franceses son quienes más perseveran en el plan original: del 33% que se había propuesto independizarse, el 38% lo mantiene de alguna forma.

Los autores refieren algunos factores que explican estas cifras. Por ejemplo, el de la estabilidad del empleo: allí donde es más alto el paro juvenil o se percibe como más cercana la posibilidad de engrosar sus listas, los jóvenes tienden a no alejarse del hogar familiar. Y dicha posibilidad es prácticamente “marca de la casa” en los países del sur de Europa.

Un artículo sobre pandemia y desempleo juvenil, publicado por el think tank Bruegel –especializado en economía–, refería un 32% de paro de este segmento poblacional en España en 2019, y un 29% en Italia –Grecia mostraba entonces el peor dato: 35%–. En 2020, con el coronavirus ya recorriendo Europa, esos números eran casi un sueño, toda vez que el paro de los jóvenes se disparó hasta el 42%, el 31% y el 39%, en orden respectivo.

El disuasorio de la temporalidad

Volvamos al informe del equipo de la Universidad italiana. Por norma, hay más probabilidades de quedarse en casa de los padres allí donde lo más frecuente es el empleo temporal. Es lo que ha sucedido en España e Italia, donde el 53% y casi el 46% de los trabajadores de 15 a 29 años estaban en esa situación.

Curiosamente en Alemania, con un 38% de empleados jóvenes en esa modalidad, el porcentaje de quienes han tirado la toalla respecto a lo de emanciparse es relativamente pequeño (el 23% de quienes lo estaban considerando). La explicación es que los jóvenes germanos con contrato temporal están convencidos de que este pasará indefectiblemente a convertirse en fijo. Italianos y españoles saben, en cambio, que una metamorfosis así de su situación laboral es un fenómeno raro. Mejor, pues, no moverse de casa.

Incide también, por último, la solidez y los beneficios del Estado de Bienestar propio de cada país. Señalan los autores que “los regímenes de bienestar más protectores para con las generaciones jóvenes, a las que, por ejemplo, apoyan en la transición de los estudios al mundo laboral, o con sostén financiero y habitacional, tienden a reducir la incertidumbre económica y la vulnerabilidad derivadas de las crisis (…), mientras que en los menos protectores, como los del sur de Europa, la inestabilidad ocupacional y de ingresos derivadas de la recesión provocan que los jóvenes puedan simplemente decidir extender su estancia en la casa familiar, para evitar cualquier riesgo económico adicional”.

 

En EE.UU., batiendo récords

La pandemia también obligó a muchos jóvenes de EE.UU. a reconsiderar sus planes de independencia. En septiembre de 2020, el Pew Research Center informó que el porcentaje de muchachos de 18 a 29 años que estaban viviendo con sus padres ya era mayoritario, al punto de sobrepasar el pico detectado durante la Gran Depresión de principios del siglo XX, que fue del 48%.

La empresa de sondeos comparó la situación en varios meses de 2019 y 2020, y constató que el porcentaje había subido abruptamente desde el 46% en enero (se había mantenido básicamente en ese listón en todo 2019), hasta el 52% en mayo y los siguientes meses de 2020. Traducido en población, implica que, de 24 millones de jóvenes que vivían con sus progenitores, el número escaló a 26,6 millones.

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