De la fuga al mercado mundial de cerebros

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El flujo de capital intelectual ya no es de vía única
Los jóvenes indios o chinos que cursan el doctorado en universidades estadounidenses, o los profesionales extranjeros que pueblan Silicon Valley, son muestras del éxodo de cerebros que desangra a sus países de origen. O no. Muchos vuelven para poner en marcha sus proyectos, o montan en los países de destino empresas que hacen negocios con la patria. Las empresas occidentales cazan talentos en medio mundo. Informáticos de India o Rusia trabajan a distancia para multinacionales. El capital intelectual se mueve más, y en nuevas direcciones.

De la fuga de cerebros se comenzó a hablar mucho tras la descolonización. El fenómeno tenía fácil descripción: las ex colonias, convertidas en países en desarrollo (PED), necesitaban gente bien preparada, pero no disponían de medios para proporcionar formación científica y profesional elevada a quienes podrían ser motores del progreso. Enviaban, pues, a estudiar en el extranjero a sus talentos… que no volvían. Al echar cuentas, salía saldo positivo para Occidente -el Norte, en la terminología actual- y pérdida neta para los PED -hoy el Sur-.

Pero el diagnóstico no es inamovible, como no lo ha sido antes. Consideremos este ejemplo: «Nuestro cometido actual es lograr que nuestras instituciones educativas sean tan eficientes con todo el talento que tenemos en nuestro país, que ningún americano pueda ya decir que se ve forzado a marchar al extranjero para adquirir un conocimiento perfecto de química o de cualquier otra ciencia moderna». Así decía un editorial del New York Times hace cien años (22-X-1901). No hace falta señalar la diferencia con el presente.

La escena cambia

En los últimos tiempos se han producido fenómenos que han cambiado notablemente el panorama de la fuga de cerebros. En primer lugar, algunos PED han experimentado avances educativos similares a los de Estados Unidos en el siglo pasado. Varias naciones asiáticas son ya capaces de formar a sus propios talentos en ciencia y tecnología; lo que puede faltarles es suficientes empleos para ellos. Segundo, los países occidentales sufren carestía de personal cualificado en importantes sectores tecnológicos, y tienen que disputarse los talentos de los PED. Tercero, ya no es imprescindible que el cerebro se marche: en un campo que ha conocido tan fuerte expansión como la informática, se puede trabajar para Occidente desde casa; a la vez, las multinacionales a menudo prefieren traerse no a los talentos, sino el trabajo de los talentos.

Así, ahora que gran parte de los microchips se fabrican en Taiwán e informáticos indios, sin salir de su país, hacen programas para empresas occidentales, la situación es mucho más compleja. El flujo de capital intelectual ya no es de vía única, Occidente no tiene el monopolio de la formación de alto nivel y los países desarrollados no importan solo estudiantes prometedores: quieren profesionales bien preparados. No hay ya un simple éxodo: se está creando un mercado mundial de cerebros.

Los que emigran

De todas formas, la fuga de cerebros sigue existiendo. Por otro lado, el nuevo mercado de talentos no es estrictamente mundial: se ha extendido a Asia y, en menor medida, a los países ex comunistas de Europa y a los latinoamericanos; África queda atrás. Además, es un mercado con centro en Estados Unidos; los otros importadores de cerebros pueden poco frente a la potente «aspiradora» norteamericana.

Los datos disponibles permiten hacerse una idea de la magnitud actual del éxodo. Un estudio publicado en la revista trimestral del Fondo Monetario Internacional, Finance & Development (junio 1999) estimaba las proporciones de titulados expatriados para distintos países. Jamaica se lleva la palma, con el 77%; pero es un caso singular: un país muy pobre que mantiene estrechos lazos con Gran Bretaña y Estados Unidos. También Ghana tiene una tasa elevada: 26%. Los PED asiáticos están en un arco que va desde el 3% (India, China) al 15% (Corea del Sur); en medio aparece Filipinas (10%).

Algunos números recientes indican un aumento del flujo. Irán, que tiene el 25% de sus graduados en el extranjero, ha visto marcharse a 220.000 profesionales en el último año, según el Ministerio de Ciencia. Corea del Sur, que en los años 80 consiguió traer de vuelta a casa a dos tercios de los científicos doctorados en Estados Unidos (así dice el último Informe sobre el Desarrollo Humano, de la ONU), tiene ahora centenares de miles de graduados en paro, de modo que el año pasado unos 15.000 se sacaron el pasaporte, un 21% más que en 1999. De la India salieron 43.000 informáticos en 1999, y 50.000 el año siguiente.

De África, según el estudio Regional Industrial Review, publicado el pasado 17 de octubre, todos los años emigran unos 23.000 profesionales cualificado. Si se suman las salidas de los últimos decenios, resulta que el continente ha perdido un tercio de sus profesionales, y ha tenido que remediar la emigración trayendo expatriados, al costo de unos 4.000 millones de dólares anuales.

Estados Unidos es la meca

La distribución de países de origen y de destino en el movimiento de talentos sigue siendo desigual. En las universidades de la OCDE hay 1,17 millones de alumnos extranjeros, según las últimas estadísticas definitivas de la organización. Casi la mitad (47,2%) son asiáticos. El segundo efectivo más grande es el de europeos (28,2%).

Y la meca de los cerebros sigue siendo Estados Unidos. En los últimos 10 años han aumentado en un 43% las entradas de extranjeros. Además, es una migración fomentada por el país de destino. La industria tecnológica norteamericana, aquejada de escasez de personal, pide al gobierno que dé más visados para trabajadores cualificados, sobre todo informáticos. En diciembre de 2000, el cupo se subió de 140.000 a 195.000 por año. En cuanto al origen de estos inmigrantes, se repite el predominio oriental. De los visados concedidos por Estados Unidos en 1999 para profesionales cualificados (116.700), más de la mitad fueron para asiáticos; solo los indios se llevaron el 47% del total. Los chinos aparecen en segundo lugar, con el 9,3%. La siguiente nacionalidad es la británica (3,2%).

En gran parte, el éxodo asiático es inevitable, señala Jean Johnson, analista de la National Science Foundation (NSF) de Estados Unidos y coautora de un estudio sobre la inmigración de talentos a ese país. Naciones como Corea del Sur o Taiwán tienen más capacidad de repatriar a sus cerebros. Muy distintos son los casos de China e India: «Cada una tiene en estos momentos cerca de 100 millones de jóvenes en edad universitaria -dice Johnson a la revista de la UNESCO, Fuentes (marzo 2001)-. Con esas cifras, es inevitable que la gente siga viniendo aquí».

Dominio asiático en el MIT

En efecto, los extranjeros llenan los programas de postgrado en las universidades norteamericanas: son ya el 27%, según la NSF. En sectores y centros destacados, la proporción es aun mayor. Hay más extranjeros que nacionales haciendo el doctorado en física. Los cursos de postgrado del MIT tienen un 40% de alumnos foráneos. La Universidad del Estado de Michigan recibió 153 solicitudes de plaza para el doctorado en estadística en este curso: siete eran de norteamericanos, 123 de chinos.

Antes de interpretar estos datos simplemente como pruebas de una desastrosa «fuga» que vacía de cerebros los PED en beneficio de la insuperable «aspiradora» norteamericana, conviene tener en cuenta otros, reveladores de nuevas tendencias. Los números de talentos que emigran no dicen cuántos vuelven, extremo sobre el que no hay estadísticas precisas. Pero se dispone de algunos indicios. Por ejemplo, en Estados Unidos, Australia y Canadá ha bajado entre el 10% y el 30% el número de cerebros extranjeros que se instalan de modo permanente, y han crecido en proporciones similares las estancias transitorias.

¡Que los inmigrantes se queden!

Dice Jean Johnson que ahora muchos de los especialistas formados en Estados Unidos vuelven a sus países, al menos por temporadas, para hacer de asesores o docentes. La misma impresión tiene Mohammad Karim, originario de Bangladesh, que actualmente es decano de la escuela de ingenieros de la City University of New York: «La economía va bien en otros países. Cuando vine se quedaban aquí muchos más estudiantes extranjeros. Ahora hay un número significativo de estudiantes que regresan al país de origen o se marchan a algún otro» (Wall Street Journal, 1-III-2001).

De hecho, Estados Unidos empieza a temer una fuga de cerebros, de modalidad propia: que los talentos llegados de fuera para formarse no se queden. La llamativa proporción de doctorandos extranjeros es signo del poderío científico nacional, pero también de una relativa debilidad: hay menos norteamericanos interesados en ser «cerebros». En parte, esto se debe a que el mercado laboral ha ofrecido muy buenos sueldos en los últimos años, animando a muchos jóvenes a incorporarse pronto al empleo, en vez de proseguir los estudios.

Circulación, no fuga

En una nación que tradicionalmente se ha construido con inmigrantes, eso no es necesariamente preocupante. Pero si los talentos empiezan a marcharse, se acabará notando en el palmarés científico norteamericano: en 1998 y los dos años siguientes, once investigadores residentes en Estados Unidos recibieron el Nobel de Física o Química; ocho de ellos eran nacidos en otro país. También la industria tecnológica norteamericana depende en buena medida del ingenio extranjero: la cuarta parte de las empresas de Silicon Valley están dirigidas por indios o chinos.

Por ahora, el citado estudio de la NSF no revela una deserción general de cerebros formados en Estados Unidos (el saldo sigue siendo muy positivo para este país). Pero indica que el movimiento de capital intelectual va en nuevas direcciones y que los países de emigración no están definitivamente fijados en esa categoría. Por ejemplo, la tasa de retorno de científicos y técnicos indios formados en Estados Unidos es del 20%, pero la de los taiwaneses ha subido al 60%. Taiwán, de donde emigraron tantos cerebros, hoy tiene en Estados Unidos un 40% menos de doctorandos que en 1995; además, ha recuperado unos 50.000 que se marcharon en los dos últimos decenios, según el Consejo Nacional de Ciencia del país. Lo ha logrado estimulando los estudios y la industria de tecnología, lo que prueba que el saber de los emigrantes no necesariamente se queda para siempre en el extranjero.

En especial, las tendencias recientes muestran una mayor movilidad del capital intelectual, que se puede adquirir en un lugar del mundo y explotarlo en muchos otros. Como señala la especialista francesa Annie Kahn, las conexiones son múltiples: «Empresas tecnológicas creadas [en Estados Unidos] por inmigrantes chinos se han beneficiado de capitales asiáticos, otras han subcontratado la fabricación en Taiwán o su programación informática en India, y prácticamente todas venden sus productos en Asia» (Le Monde, 16-III-2001). Por eso, Jean Johnson opina que ahora, más que simple fuga, hay «circulación de cerebros».

Teletrabajo de talentos

A esto han contribuido, primero, los progresos de la enseñanza superior en países de los que se fugaban cerebros. El caso de Taiwán ya se produjo antes en Irlanda, que en otros tiempos ha conocido éxodos masivos de talentos. Pero, gracias a sus profesionales bien preparados y costos más bajos, en la pasada década atrajo a multinacionales del sector tecnológico que trasladaron allí fábricas y laboratorios. Ahora, la mitad de los inmigrantes que llegan al país son irlandeses que regresan.

El próximo candidato es la India, que «produce» 178.000 ingenieros al año, de los que 96.000 son informáticos. Muchos se marchan, como ya se ha dicho, pero esto no tiene por qué ser una sangría para el país. Por una parte, un informático indio que emigra no es necesariamente un informático que faltará en la India, pues nada asegura que habría podido desarrollar las mismas competencias si se hubiera quedado.

En segundo lugar, los emigrados contribuyen a «vender» el país en el extranjero y así favorecen a los colegas que se quedan, dice N.R. Naraya Murthy, presidente de Infosys, joya del sector informático indio, a Le Monde (6-III-2001). En efecto, hay dos datos que parecen relacionados: en las cuatro primeras empresas informáticas de Estados Unidos, más del 10% de los empleados son de origen indio; en India, la facturación anual de los servicios informáticos para empresas extranjeras, en régimen de outsourcing, ha pasado de 110 millones de dólares en 1990 a 6.300 millones este año (previsión), según la National Association of Software and Service Companies. Este organismo calcula que en 2008 India tendrá 1,1 millones de empleos en el ramo.

También Rusia está llena de cerebros, que empezaron a emigrar en masa tras el hundimiento de la Unión Soviética. Pronto se hizo proverbial la imagen del científico ruso de alta cualificación y sueldo de miseria, personificada en el ingeniero atómico reducido a taxista. Pero la situación empieza a cambiar, gracias al hambre de técnicos que muestra Occidente. En Rusia hay ya 8.000 informáticos que «teletrabajan» para empresas extranjeras. Un ejemplo es el de la compañía norteamericana e-Velopers, que tiene toda la administración en California pero todos sus programadores en San Petersburgo. En total, el outsourcing informático en Rusia ha facturado unos 100 millones de dólares el último año. Todavía anda lejos de la India, pero viene creciendo a un 60% anual.

Pesca de cerebros

Desde luego, las necesidades de personal que experimenta el sector tecnológico son un factor destacado que impulsa el nuevo mercado mundial de cerebros. Rashid Benmojtar Benabdellah, rector de la universidad Al-Ajawayn de Ifrane (Marruecos), especializada en ingeniería, ha notado el cambio. «Antes, un número creciente de jóvenes marroquíes marchaban a estudiar a Europa o Estados Unidos, mientras que los titulados de nuestras universidades se quedaban en casa. Pero desde hace unos cuatro años, las empresas occidentales vienen a reclutar personal directamente en nuestros campus» (Le Monde, 6-III-2001).

La fuga de cerebros va, pues, dejando paso a otros fenómenos: libre circulación de talentos, exportación de conocimientos sin tráfico material de mercancías, «pesca» de cerebros en el mercado mundial por parte de empresas del Norte. La evolución futura dependerá de los ciclos económicos. Pero hay cambios en las tendencias de fondo que parecen duraderos. En este mundo interconectado, lo más móvil es el saber. Occidente sigue teniendo predominio, pero no se basta a sí mismo, y entran en escena nuevos actores.

Rafael SerranoPara saber más

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