EE.UU. beneficia las exportaciones del África subsahariana

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En la conferencia de la Organización Mundial de Comercio en Qatar, EE.UU. y los demás países industrializados se comprometieron a negociar un desarme arancelario, pero sin compromisos más concretos. En esta línea, EE.UU. empezó a aplicar este año la ley AGOA (African Growth and Opportunity Act), que permite la importación sin aranceles de 2.000 productos agrícolas y textiles procedentes de 35 países del África Subsahariana, los más pobres del continente. También la Unión Europea decidió suprimir todos los derechos de aduana sobre los productos provenientes de los 48 países más pobres, casi todos africanos (ver servicio 35/01).

El proteccionismo de los países ricos ha venido privando de mercados al Tercer Mundo, a través de elevados aranceles sobre productos agrícolas y textiles. La liberalización del comercio es uno de los elementos básicos de la llamada «globalización» de la economía. Pero esta liberalización es asimétrica. Mientras los países en desarrollo han abierto considerablemente sus mercados a los productos procedentes del mundo industrializado, siguen encontrando fuertes barreras a sus propias exportaciones.

En buena parte gracias a la AGOA, las exportaciones africanas a EE.UU. fueron en el primer trimestre de este año un 24% mayores que en el mismo periodo de 2000. De todas formas, los productos subsaharianos representan solo el 2,2% de las importaciones norteamericanas, que ascienden a un total de un billón de dólares (datos de 2000).

Un reciente artículo del corresponsal de la revista Time en Nairobi (26-XI-2001) destaca la satisfacción y las expectativas creadas por la AGOA entre los empresarios y las autoridades de los países africanos beneficiarios. Ya se han anunciado importantes inversiones procedentes de empresarios asiáticos para construir fábricas textiles en Sudáfrica, mientras que capitales procedentes de Sri Lanka y Dubai se destinarán a nuevas empresas textiles en Kenia.

A cambio de la exención de aranceles, los países africanos están obligados a abrir sus fronteras a las empresas norteamericanas que entrarían a competir con las locales. Por otro lado, la liberalización no es definitiva ni general: durará hasta 2008, y la AGOA incluye restricciones al sector textil a partir de 2004. No faltan voces críticas que consideran perjudicial la AGOA para la consolidación de los proyectos de liberalización a largo plazo, por su reducida vigencia y por favorecer un beneficio a corto plazo.

Según estimaciones de la ONG Oxfam, las restricciones al libre comercio impuestas por los países ricos cuestan a los países pobres -la mayoría africanos- 2.500 millones de dólares anuales. Un informe de Oxfam (Rigged Trade and Not Much Aid) señala que algunos países pierden por las medidas restrictivas del libre comercio una cantidad anual cinco veces superior a la ayuda al desarrollo que reciben.

Una apertura comercial adecuada a las necesidades de los países en desarrollo -conforme a la consigna «Trade not aid» (comercio, no ayudas)- sería una respuesta a quienes afirman que la globalización solo favorece a los más ricos. Hay que tener en cuenta que mientras los precios de las exportaciones de los países ricos han ido aumentando, los de las materias primas africanas han descendido, por término medio, un 25% entre 1997 y 1999.

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