Lo que es bueno para los pobres, es bueno para América… y para el mundo

publicado
DURACIÓN LECTURA: 4min.

Jeffrey Sachs, Director del Centre for International Development y profesor en la Universidad de Harvard, escribe en The Economist (14-07-01) a favor de una mayor ayuda a los países en vías de desarrollo por parte de los Estados más ricos en general y, en concreto, por los Estados Unidos de América. Aun bajo el aire de un análisis presidido por ese egoísmo ilustrado al que tan aficionados son algunos americanos, el análisis de Sachs no deja de tener interés y sentido práctico al señalar de qué modo la pobreza de otros países puede traer complicaciones para quienes viven en la prosperidad.

Sachs recuerda que durante la guerra fría los EE.UU. y sus aliados invirtieron miles de millones de dólares para contener la propagación del comunismo. Ahora el principal objetivo de la política exterior es «asegurar que todas las partes del mundo, incluidas las más pobres, se integran en redes globales económicas y ecológicas en mutuo beneficio». Para esto hace falta que los países ricos contribuyan con su ayuda al desarrollo. Sin embargo, aunque el fin de la guerra fría ha supuesto una reducción de gastos de defensa de más del 2% del PIB, la ayuda de EE.UU. al desarrollo es sólo un 0,1% del PIB, muy por debajo de lo que solía ser y apenas la tercera parte de la contribución de la media de los países europeos.

«La diplomacia tradicional se preocupa por los riesgos de conflicto entre naciones. Estos riesgos siguen por supuesto presentes, pero un peligro más importante es que los Estados simplemente se desintegren. Entre la docena más o menos de conflictos que han estallado en Africa en los años recientes, pocos han implicado agresiones de un Estado a otro. En cambio, Estados empobrecidos y en bancarrota han implosionado, y el vacío no ha sido llenado por nuevos regímenes con un poder consolidado sino por una brutal violencia que afecta a los civiles. El desastre acaba así extendiéndose a países vecinos y eventualmente hacia áreas mucho mayores», señala Sachs. Según la CIA, hay tres variables que auguran con cierta fiabilidad la estabilidad o inestabilidad de un Estado: la apertura de la economía (cuanto más cerrada, más inestable); la democracia (los regímenes autoritarios son menos estables); y la mortalidad infantil (cuanto mayor es, más inestable es el Estado). En el África subsahariana, donde la mayoría de la población vive en el límite de la subsistencia, se crea un círculo vicioso de pobreza e inestabilidad.

«En EE.UU. los conservadores -argumenta Sachs- a menudo se preguntan qué importa que un país empobrecido se desintegre. La contestación es que, además de las razones humanitarias, las crisis de esos lugares tan lejanos a menudo han implicado también a los EE.UU. Desde 1960, EE.UU. se ha visto arrastrado a conflictos militares en Cuba, Tailandia, Laos, Congo, Vietnam, la República Dominicana, Camboya, Chipre, Líbano, Zaire, El Salvador, Libia, Líbano, Honduras, Nicaragua, Chad, Liberia, Bosnia, Somalia y más recientemente en Kosovo y Colombia».

Pero más allá de la sangría militar, la cuestión está en otras crisis. «El fallo de los Estados, o incluso la simple inestabilidad de muchas naciones, ha afectado a los intereses tanto americanos como mundiales a través de crisis financieras, tráfico de drogas, lavado de dinero, terrorismo, la difusión de enfermedades como el SIDA, y flujos masivos de refugiados. En cambio, un desarrollo económico sostenido a nivel global podría crear nuevas y mucho mayores oportunidades tanto para el comercio como para la cooperación científica y cultural.»

Con todo, la ayuda al exterior debe ser reinventada. Primero, según Sachs, se trata de identificar áreas donde el dinero verdaderamente puede cambiar las cosas. Y son las áreas más empobrecidas las que más lo necesitan. «Sólo una sexta parte de la ayuda americana se destina a los 48 países más pobres, la mayoría de los cuales están en Africa». Segundo, «los EE.UU. deben finalizar su conflicto de más de una década con las agencias de las Naciones Unidas» y contribuir a robustecerlas con su mayor cooperación. Tercero, quizás lo más importante según Sachs, «la administración americana debe explicar que un incremento en el presupuesto destinado al desarrollo económico de los países más desfavorecidos y en las regiones más inestables es una inversión en los valores e intereses americanos». Según Sachs, un objetivo realista sería triplicar la ayuda americana hasta llegar al 0,3% del PIB. «Hace cincuenta años un militar, el General Marshall, explicó a los estadounidenses que la ayuda financiera a Europa estabilizaría las sociedades devastadas por la segunda guerra mundial (…), y revertiría en un desarrollo en beneficio mutuo». Según Sachs ese Plan Marshall podría hoy ser puesto en marcha precisamente por otro militar y hombre de Estado, Colin Powell, bajo el cual se trataría de «movilizar la tecnología y finanzas americanas, privadas y públicas, a favor del desarrollo de los países más desfavorecidos. El resultado sería un mundo, y unos EE.UU. mucho más seguros y prósperos».

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.