Moratoria de la deuda: Un respirador para los países pobres

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Por decisión del G-20, los países más pobres van a estar exentos durante un año del pago de la deuda que tienen contraída con los países acreedores. La moratoria, que no es una cancelación, va dirigida a que estos países endeudados, sobre todo de África, dispongan de más recursos para afrontar la crisis del coronavirus. A la vez, se impone distinguir entre la ayuda para salir al paso de la crisis actual y el alivio de la deuda como instrumento para impulsar el desarrollo.

El comunicado del G-20 no detalla cuántos países se beneficiarán de la moratoria ni el importe total del servicio de la deuda aplazado. Pero el ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, afirmó que 76 países eran elegibles, incluidos unos 40 africanos. El hecho de que la moratoria sea un acuerdo del G-20 supone que incluye también a China, que es el mayor acreedor de África (133.000 millones de dólares).

La moratoria de la deuda ayudará a combatir el coronavirus, pero no es suficiente para impulsar la economía

El aplazamiento se aplicaría a la deuda oficial bilateral, es decir, entre gobiernos. Los pagos de la deuda a instituciones multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) están también bajo consideración. Por su parte, el FMI ya ha anunciado que cancelará seis meses de los pagos de la deuda de los 25 países más pobres (19 de ellos africanos) para ayudarles en la crisis del coronavirus. La cancelación tendrá un coste de 500 millones de dólares, para lo que el FMI echará mano de su fondo para la Contención de catástrofes.

Economías de riesgo en África

Sin duda, los efectos de la crisis del coronavirus pueden ser catastróficos para las economías africanas. A diferencia de crisis anteriores, esta tiene una causa puramente exógena, pero que va a significar una sacudida mucho más fuerte que en los países desarrollados. Los precios de las materias primas –principal fuente de exportación– caen por falta de demanda. Los países petroleros no encuentran quien compre el crudo. Las remesas de emigrantes se interrumpen. Los turistas se quedan en casa. Los inversores privados retiran sus fondos, lo que provocará una depreciación de la moneda nacional y un aumento del peso de la deuda externa. Mucha gente que vive al día en la economía informal se encuentra con que no puede salir a la calle.

En estas circunstancias, los sistemas de salud africanos –ya de por sí débiles– van a tener que afrontar una tensión para la que no están preparados. Por el momento, con unos 22.500 casos confirmados y 1.128 muertos, el continente africano no representa más que una mínima parte de los 2,4 millones de enfermos registrados en el mundo. Pero las estadísticas africanas no permiten afirmar que los números reflejen bien el estado de la epidemia. Quizá la mejor defensa de África contra el coronavirus sea la juventud de su población. En cualquier caso, su economía va a necesitar un respirador tanto como los enfermos.

La moratoria no supone tanto

¿La moratoria de la deuda es una ayuda importante? Los ministros de Finanzas africanos habían pedido a principios de abril a los Estados acreedores y a las instituciones multilaterales un aplazamiento del pago por valor de 44.000 millones de dólares este año. También solicitaban una ayuda adicional de 50.000 millones para financiar los estímulos económicos.

La necesidad de hacer frente al servicio de la deuda es una disciplina para los gobiernos que quieren hacer reformas serias

Tras el acuerdo del G-20, el ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, habló de que los pagos de la deuda suspendidos equivalían a 18.000 millones de dólares. En comparación con el paquete de 500.000 millones de euros aprobado por la UE como ayuda de emergencia para los países miembros, la moratoria a países africanos parece una nimiedad. Tampoco hay que perder de vista que un 55% de los intereses pagados por la deuda externa africana va a inversores privados, a los que hay que seguir pagando. El Instituto de Finanzas Internacionales, que representa a 450 bancos, fondos de inversión y otras empresas financieras mundiales, ha dicho que recomendará que los acreedores del sector privado otorguen voluntariamente un alivio de la deuda similar a los países más pobres.

Como término de comparación, también se puede recordar que la ayuda bilateral (de un país a otro) de los países de la OCDE a países africanos fue de 37.000 millones de dólares en 2019.

Ayuda y perdón

Nadie niega la necesidad de ayudar a los países más pobres en medio de una crisis sanitaria que ha dislocado la economía. Otra cosa es la oportunidad de una cancelación de la deuda acumulada por estos países, lo cual es una decisión política y económica.

Ya en 1996, tras la iniciativa de alivio de la deuda lanzada por el FMI y el BM para “Países pobres altamente endeudados” (HIPC), 40 países –33 de ellos africanos– vieron la mayoría de sus deudas canceladas. ¿Volvemos ahora a las andadas?

La realidad es que, a diferencia de la crisis de la deuda de entonces, la mayoría de los países africanos tienen hoy una deuda asumible. En el conjunto del continente, la deuda pública supone un 53% del PIB, cuando en los años 90 era del orden del 90%. En comparación, en España equivale al 95,5% del PIB.

Los países africanos están pagando por su deuda unos tipos de interés exagerados

La diferencia está en que la deuda de los países africanos, por ser más insegura, tiene que pagar intereses entre el 5% y el 16% en los bonos a diez años, mientras que en la UE y Norteamérica las tasas de interés se acercan a cero.

Las agencias de “rating” califican mal a África

Endeudarse es caro para los países africanos, pero ahora la deuda externa está volviendo a crecer. Según la Brookings Institution, lo peligroso no es el porcentaje de la deuda respecto al PIB, que es relativamente bajo, sino la rápida tasa de aumento de la deuda, el creciente coste de reembolsarla y la estructura relativa de la deuda (bonos a 5 o 10 años, que no llegan a cubrir el largo plazo de los proyectos de infraestructuras que deben financiar).

Algunos denuncian también que a los países africanos se les están exigiendo unos tipos de interés exagerados, porque las agencias internacionales de rating, que califican la solvencia de una deuda, no mejoran su calificación. Misheck Mutize, profesor de Finanzas en la Universidad de Cape Town, muestra en The Conversation el coste que esto tiene en el servicio de la deuda. A pesar de una media de 3,6% de crecimiento económico sostenido entre los 32 países africanos calificados por las agencias, en sus calificaciones ha habido más empeoramientos que mejoras. Hay países, como Senegal, con estabilidad política y un crecimiento económico del 6% en los últimos diez años, cuya deuda sigue estando al nivel de bono basura. Para muchos de estos países, quizá más importante que la moratoria sería una mejora de sus calificaciones por las agencias de rating, cosa que no depende de los gobiernos.

La disciplina de la deuda

Perdonar la deuda de los países pobres suena muy solidario, pero también puede ser una excusa para que sus dirigentes no afronten los problemas que obstaculizan el desarrollo. Analizando esta cuestión en CAPX, Shanker Singham hace notar que la necesidad de pagar la deuda externa tiene “un efecto disciplinario muy importante para los gobiernos. Las reformas son difíciles, y en los países en desarrollo más aún que en los desarrollados. Las élites oligárquicas acaparadoras de renta hacen extraordinariamente difíciles las reformas. Mientras tanto, las democracias inmaduras son fácilmente manipuladas por políticos populistas que venden medidas placenteras a corto plazo, que inevitablemente llevan a una desagradable resaca de inflación, depreciación de la moneda y crisis económica. La disciplina de los préstamos condicionados o la necesidad de hacer frente al servicio de la deuda es un verdadero aliado de los gobiernos que quieren hacer reformas serias”.

No hay que perder de vista que la cancelación de la deuda externa de los países pobres no es como cuando una persona perdona la deuda a otra, y luego cada una sigue por su cuenta. Los países pobres van a seguir necesitando que el FMI, el BM, los Estados y los inversores privados les presten dinero, ya que tienen escasa capacidad de financiación propia. Es lógico, pues, que la cancelación de la deuda o el nuevo préstamo se condicionen a la adopción de reformas que aseguren la solvencia financiera futura.

Además, como hace notar Singham, también los países ricos van a quedar muy endeudados para afrontar la crisis del coronavirus, por lo que será más difícil que aumenten los créditos a los países en desarrollo. Así que estos van a necesitar más a los inversores privados, que solo se sentirán atraídos por países que mantengan políticas económicas sensatas. Por eso, las medidas de alivio de la deuda deberían hacerse caso por caso, en vez de café para todos los africanos.

Un continente que avanza

Tampoco hay que creer que las medidas de alivio de la deuda a finales de los años 90 fueron inútiles. David Pilling, editor para África del Financial Times, reconoce que los últimos veinte años la marcha de los países africanos ha sido desigual. Algunos de los países a los que se perdonó la deuda hicieron reformas, otros no. Parte de la ayuda recibida ha sido malgastada y en parte robada. Incluso antes del coronavirus, algunos países se encaminaban a una crisis de la deuda. Pero, la mayoría de las economías africanas están creciendo. Hasta hace dos meses, ocho de los quince países que más crecían en el mundo eran africanos. Ha habido grandes mejoras en la salud básica. La esperanza de vida crece, mientras que la mortalidad materna e infantil ha caído con rapidez.

El endeudamiento ha permitido mejoras importantes de infraestructuras. Las carreteras, los puertos, las telecomunicaciones son mucho mejores, aunque la energía eléctrica es aún insegura en muchos países. La difusión de la telefonía móvil ha proporcionado comunicación y servicios bancarios a los más pobres. Hay mucho que hacer todavía. “Pero el continente no se está hundiendo”, afirma Pilling. “Muchos países han hecho progresos medibles en la reducción de la pobreza y en la creación de oportunidades. Todo eso está ahora en peligro”.

Por eso es necesario ayudarles a afrontar la crisis, que, según el BM, amenaza con provocar que África entre en recesión por primera vez en 25 años. Por solidaridad y, también, por el propio interés. “Si a Europa le preocupa ya hoy la inmigración, ¿qué ocurriría si estas economías colapsan y la pandemia se extiende por ellas?”, pregunta Pilling.

En cualquier caso, cuando pase la crisis, una posible cancelación de la deuda no será nunca una alternativa a una política de reformas que atraiga inversores.

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