Alemania: un ejemplo en la integración de refugiados

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A pesar de no tener costa en el Mediterráneo, Alemania es uno de los países que más ha notado la ola migratoria que ha atravesado este mar en los últimos tiempos: desde 2015 ha recibido más de un millón y medio de desplazados. Cinco años después, ya muchos hablan del “experimento alemán” como un éxito.

El pico se produjo en los dos primeros años, cuando arribaron 1,2 millones de personas, fundamentalmente de Siria (cerca de la mitad), Irak y Afganistán. El gobierno de Angela Merkel abogó entonces por una política de acogida que produjo tensiones incluso dentro de su partido.

Según un estudio elaborado recientemente por el Instituto de Investigación Laboral (IAB, por sus siglas en alemán), casi la mitad de los refugiados que llegaron en este periodo han encontrado empleo, más que los de la anterior gran oleada de inmigración a Alemania, la de yugoslavos a principios de los 90. De estos, el 44% tenía trabajo pasados cinco años, y eso que su cualificación profesional y su conocimiento del alemán eran bastante superiores.

No obstante, como ha sucedido en otros episodios de inmigración masiva, la integración laboral de los refugiados en Alemania aún tiene puntos por mejorar, tanto en lo cuantitativo como, sobre todo, en la calidad del empleo. Por ejemplo, el acceso de las mujeres inmigrantes al mercado laboral está muy por debajo del de los hombres (29% y 57%, respectivamente). Por otro lado, solo un tercio de los que trabajan tiene contrato a jornada completa, mientras que otro tercio trabaja a tiempo parcial, un 20% está en prácticas remuneradas y un 12% se dedica a un minijob (un empleo de pocas horas y un sueldo de 450 euros mensuales por término medio).

Una circunstancia favorable

Sin embargo, otros datos invitan al optimismo: el porcentaje de empleados entre los inmigrantes recientes no ha dejado de crecer desde 2015, así como el de los que trabajan en tareas cualificadas, que suponen ya un 25% del total (un dato muy bueno teniendo en cuenta que, según algunos estudios, solo un 20% de los refugiados tenía estudios universitarios o profesionales superiores cuando llegó a Alemania). Aunque los expertos recomiendan ser cautos, pues en otras situaciones parecidas el crecimiento en integración laboral se ha estancado al cabo de diez años, lo cierto es que en este caso se dan algunas circunstancias muy positivas.

En primer lugar, Alemania lleva años con una tasa de paro históricamente baja, significativamente menor, por ejemplo, que en tiempos de la inmigración de yugoslavos. Además, según todas las previsiones, el mercado va a necesitar la entrada de muchos trabajadores inmigrantes, pues la generación del baby boom está empezando a retirarse y no hay remplazo solo con los nacidos en el país. En concreto, algunos estudios han calculado que el país requerirá que cada año lleguen entre 260.000 y 500.000 nuevos inmigrantes (la previsión es que Europa solo aporte unos 120.000). Actualmente, se estima que en todo el país existe en torno a un millón y medio de puestos de trabajo vacantes, la mayoría de los cuales precisa de formación profesional.

A mediados del año pasado, el gobierno alemán aprobó una ley, en vigor desde el presente mes, encaminada precisamente a facilitar la llegada de trabajadores inmigrantes con este tipo de formación, en especial de fuera de Europa. A partir de ahora, los candidatos con formación profesional serán considerados trabajadores cualificados a efectos de visado, lo que antes se reservaba a los de formación universitaria.

Uno de cada dos refugiados ha encontrado empleo, y la mitad de los que trabajan tienen un puesto cualificado

Pero la nueva ley alemana también pretende ayudar a quienes aún no cuenten con formación profesional o con una oferta de trabajo en el país. A los primeros les concederá un permiso de dos años, durante los cuales su empleador se compromete a formarles para que puedan adquirir la titulación correspondiente al cabo de ese tiempo. Para los que llegan sin un contrato laboral, la nueva ley permite que se queden en el país durante seis meses mientras buscan empleo, siempre que demuestren no ser gravosos al Estado y adquirir en ese periodo un nivel medio de alemán.

Cursos de integración

Precisamente el aprendizaje de la lengua, requisito indispensable para lograr la ciudadanía, está siendo el principal obstáculo para la integración de esta nueva oleada de inmigrantes. De ahí que las autoridades estén intentando que los refugiados puedan estudiar alemán al mismo tiempo que se cualifican profesionalmente. La principal herramienta para ello son los llamados “cursos de integración”. Como el país cuenta con una amplia red de centros de Formación Profesional, habitualmente se imparten allí. Constan de 600 horas de clase de alemán, más otras 60 sobre aspectos esenciales de la cultura y las leyes nacionales. Los datos oficiales sobre el creciente porcentaje de refugiados con el nivel necesario de alemán constatan cada año el éxito de estos programas.

Para los refugiados jóvenes que optan por cursar estudios universitarios –o continuar los que habían iniciado en sus países de origen–, el gobierno está ofreciendo unos cursos puente que constan de clases de alemán y otras sobre conocimientos y terminología básicos en los distintos grados. El ejecutivo tampoco se olvida de los inmigrantes en edad escolar (un tercio de los que han llegado desde 2015 tiene menos de 18 años), a los que asigna a una escuela local. Según datos oficiales, el 95% de ellos está asistiendo regularmente.

Otra herramienta de integración es la FP dual, muy desarrollada en el país. Muchos refugiados jóvenes están optando por esta modalidad. Así, mientras aprenden el idioma y estudian, empiezan a trabajar en una empresa alemana, y se adaptan pronto a la cultura laboral del país. En Baviera, la región que más inmigrantes ha acogido (especialmente sirios), los refugiados representan ya el 10% del total de aprendices.

Con todas estas iniciativas, el gobierno quiere evitar caer en anteriores errores, como el cometido durante la llegada masiva de turcos a comienzos de los 60. Entonces se facilitó la entrada porque hacían falta trabajadores en algunos sectores, pero, una vez en el país, no se fomentó la cualificación profesional ni el aprendizaje de la lengua.

No obstante, hay otras barreras además del idioma y la cualificación profesional, como por ejemplo el papeleo. Para ayudar con él, la Fundación Alemana para la Integración ofrece anualmente un mentor personal a 150 jóvenes refugiados de 18 a 30 años. También se han diseñado políticas urbanas específicas para evitar la concentración de inmigrantes en guetos, como ocurrió con los turcos en su día.

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