Bulgaria y Rumania: no quedan muchos para emigrar

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El próximo 1 de enero Bulgaria y Rumania entrarán a formar parte de la Unión Europea (UE). No serán muy bien recibidas. Los antes conocidos como los Quince temen que ciudadanos de los nuevos socios lleguen en oleadas en cuanto les abran la puerta. Ni siquiera Gran Bretaña, uno de los tres miembros -con Irlanda y Suecia- que renunció a suspender por siete años la libre entrada de trabajadores procedentes de los países de Europa central incorporados en 2004, será generosa con búlgaros y rumanos. Sin embargo, no es segura la temida «invasión» de mano de obra barata, menos en el caso de Bulgaria, uno de los países europeos en peor situación demográfica.

Bulgaria experimentó una fuerte emigración tras la caída del régimen comunista, en 1989. Se calcula que desde entonces hasta 2004 han salido de Bulgaria unas 800.000 personas, aproximadamente un 10% de la población. Pero el éxodo aminoró mucho a partir de 1993. Aunque los datos no son seguros, según las estimaciones de Eurostat, el saldo migratorio ha sido prácticamente cero casi todos los años desde entonces.

Pese a ello, en los últimos diez años Bulgaria ha seguido perdiendo población. En el periodo 1995-2006 el descenso se estima en unos 708.000 habitantes, a un ritmo medio del -0,9% anual desde el comienzo del siglo. El máximo se registró en el año 2000, con un -3%. Ahora el país cuenta unos 7,7 millones de habitantes.

La situación es difícil, como dice en declaraciones al «International Herald Tribune» (11-10-2006) Emilia Voynova, presidenta de la oficina de política demográfica del Ministerio de Trabajo y Política Social de Bulgaria: «El problema de Bulgaria es que el nivel de vida es bastante bajo». Además, hay solo 1,5 activos por cada dos pensionistas, y en el futuro este índice irá a peor. «Es imposible que un sistema así se mantenga por si mismo», dice Voynova. Su departamento, añade, prepara un plan para mejorar las condiciones de vida de los búlgaros con el fin de que puedan tener más hijos, emigran menos y tengan una esperanza de vida mayor.

La necesidad de una política natalista es imperiosa. La fecundidad está en 1,3 hijos por mujer, una de las más bajas de Europa y el mundo, aunque no tanto como la de España o Italia, por ejemplo. Rusia está en situación similar, pero su población es algo más joven, de modo que -según cálculos del Population Reference Bureau- hasta 2025 perderá menos habitantes: un 14%, frente al 17% que se prevé en el caso de Bulgaria.

Rumania también tiene una emigración considerable y un crecimiento natural negativo. Pero su población es mucho mayor que la de Bulgaria. En el último decenio ha perdido 1,1 millones de habitantes y ahora cuenta 21,6 millones. Es, por tanto, una fuente de emigrantes a la UE mucho más potente que Bulgaria, y -a diferencia de su vecina- ha seguido registrando saldos migratorios negativos después de 1993, si bien con tendencia a atenuarse desde 1996 (la última estimación, de 2003, es de -0,3 por mil). De modo que el éxodo de rumanos a la UE probablemente se ha dado ya en su mayor parte, principalmente a Italia y España. El ingreso en la Unión no tiene por qué provocar un cambio importante a este respecto, pues no supone más facilidades que ahora si los países de destino no abren sus mercados de trabajo.

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