Menos dólares para el control de la población

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El pasado 3 de abril, EE.UU. retiró al Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) la financiación de unos 75 millones de dólares anuales que le ha entregado desde 2009. El Fondo facilita servicios de “salud reproductiva” en gran parte del mundo, principalmente en países en desarrollo.

Al quitarle los fondos, el gobierno de Donald Trump ha seguido la misma línea que sus predecesores republicanos desde Ronald Reagan, por la cooperación del UNFPA en campañas de control de la natalidad. En concreto, un memorando del Departamento de Estado acerca de la orden del presidente alega que el UNFPA “apoya o participa en la gestión de un programa de aborto forzoso o esterilización involuntaria en China”.

Solo en 1983 fueron esterilizadas 16 millones de mujeres chinas, a 18 millones de chinas se les implantó un DIU y 14 millones sufrieron un aborto forzoso

Según el New York Times, un informe de la misma instancia, pero del año pasado –con el demócrata Barack Obama en el gobierno–, reconocía que el país asiático no había abandonado todavía esas prácticas. Ahora, aunque el memorando no especifica exactamente cuáles son los nexos actuales entre los abortos y esterilizaciones a que obligan las autoridades chinas y la labor del UNFPA, es dudoso, a juzgar por los precedentes, que el organismo internacional no haya estado al tanto de esas violaciones de los derechos humanos.

Abortos forzosos

La medida de Washington contra el UNFPA se remonta a 1985. Entonces se aprobó la denominada Enmienda Kemp-Kasten, que denegaba fondos federales a las organizaciones o iniciativas que, según la Casa Blanca, apoyaran o participaran en programas de esterilización o aborto forzosos. En septiembre de ese año, apenas un mes después de concebida la legislación, Reagan declaró que la organización internacional había violado dicha enmienda al tomar parte en el programa de control poblacional coercitivo que llevaba adelante China.

En su libro Error fatal. La lucha por controlar la población mundial (ver Aceprensa, 19-11-2008), Matthew Connelly recoge algunos testimonios de los años 70 y 80, en los que un funcionario chino llamado Qian Xinzhong ejerció unas veces como ministro de Salud y otras como jefe de la Comisión Nacional de Planificación Familiar. Fue bajo la dirección de Qian que se aplicó la política de “dispositivo intrauterino (DIU) tras el primer parto, esterilización tras el segundo”.

Según Connelly, toda mujer que ya hubiera sido madre debía llevar forzosamente un DIU insertado, mientras que los padres que hubieran tenido dos hijos eran esterilizados. Si una mujer se saltaba los límites y lograba otro embarazo, era forzada a abortar. Solo en 1983, fueron esterilizados 4 millones de hombres y 16 millones de mujeres. Además, a 18 millones de chinas se les implantó un DIU, y 14 millones se vieron sometidas a un aborto obligatorio. Esposadas, o atadas las manos con cuerdas, o metidas en jaulas para cerdos, así iban las mujeres cantonesas en los vehículos que las trasladaban a las clínicas. Ese año, la Medalla de Oro que concede el UNFPA fue a parar al pecho de Qian Xinzhong.

Al cesar la financiación al UNFPA, el gobierno de Donald Trump ha seguido la misma línea que sus predecesores republicanos desde Reagan

En 1991, la entonces directora del Fondo, Nafis Sadik, declaró que China podía estar “orgulloso y satisfecho” por los “notables logros” alcanzados en política de planificación familiar y control de la población. Es verdad que en 1997 recordó a Pekín que correspondía “únicamente al hombre y la mujer decidir cuántos hijos quieren tener”. Pero, vengan críticas o alabanzas, la cooperación con China nunca se ha interrumpido.

El control continúa

Por su parte, China ha abierto la mano últimamente, al sustituir la política del hijo único por la política de los dos hijos. Pero esta ampliación del límite no supone necesariamente que renuncie al control. Un reporte de BBC, de mayo de 2016 –recién desactivada la norma anterior–, señalaba que todas las mujeres en edad fértil deben someterse al menos a cuatro chequeos médicos cada año para saber cómo están de salud, y claro, del vientre… La historia clínica de cada mujer se guarda en un pequeño libro rojo, donde se enumeran los hijos que tiene, el anticonceptivo que utiliza y cuántos embarazos ha tenido.

Es a este Gran Hermano gineco-obstétrico al que EE.UU. no desea que vaya a parar su dinero, UNFPA mediante. La organización internacional, que, según sus propias estadísticas, “evitó en 2016 unos 2,2 millones de abortos inseguros”, no ha tardado en protestar y calificar de “errónea” la decisión de Washington. Según expresa en un comunicado, muchos miembros de Naciones Unidas aprecian su trabajo en China como “una fuerza en pro del bien”.

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