El argumento de esta película está basado en hechos reales a mediados los 90, que fueron relatados en un artículo de Jonathan Harr para The New Yorker. The Burial presenta una historia del tipo David contra Goliat en el ámbito empresarial. El guionista Doug Wright (Memorias de una geisha, 2005) y la directora Maggie Betts, hasta ahora poco conocida, dan al enfoque del filme un cierto giro. Por supuesto que inciden en el enfrentamiento entre las dos partes litigantes: Jeremiah O’Keefe, propietario de unas pequeñas funerarias en Mississippi, y el poderoso Grupo canadiense Loewen, en plena expansión y con una facturación multimillonaria. Sin embargo, se centran más bien en la relación entre el Sr. O’Keefe y su abogado Willie E. Gary, un pretencioso letrado sin experiencia en el campo del Derecho contractual, pero con la energía del nuevo rico que nunca ha perdido un solo caso en toda su trayectoria profesional.
La gran baza de The Burial es contar para estos papeles principales con los oscarizados Tommy Lee Jones y Jamie Foxx, una recreación minuciosa de la década de los noventa en cuanto al vestuario y al diseño de producción, además de un sobresaliente trabajo de cámara (Maryse Alberti) en las planificaciones y el uso de la luz en la sala del juicio.
A pesar de ciertos clichés –el joven abogado ayudante que se quema las cejas estudiando miles de folios, hasta que da con un documento crucial para el proceso–, el guionista y la directora aciertan en el desarrollo de los personajes, sobre todo en el del abogado, aunque el del “malo” resulta bastante plano. Destaca también la importancia que se concede a la familia. Sin embargo, la influencia de un racismo más o menos latente no está completamente integrada en la trama principal.
