Sobre la dramática vida de María Estuardo (1542-1587) y su tortuosa relación con la reina de Inglaterra Isabel I (1533-1603), hija de Enrique VIII y Ana Bolena, no solo escribió Friedrich Schiller su famoso drama. De la reina católica se han ocupado también varias películas, entre las que destacan María Estuardo, de John Ford (1936, interpretada por Katharine Hepburn) y María, reina de Escocia, de Charles Jarrott (1971, con Vanessa Redgrave).
Con este mismo título se estrena ahora la película de la directora británica Josie Rourke, con un guion de Beau Willimon basado en el libro Queen of Scots: The True Life of Mary Stuart, de John Guy. Da comienzo el 8 de febrero de 1587, el día de la ejecución de María Estuardo –significativamente vestida de rojo, en referencia al martirio–. En un extenso flashback se narra la historia de la reina católica, comenzando por su llegada a Escocia en 1561, viuda del rey francés a los 19 años de edad. María pretende no solo el trono escocés, sino también el inglés –por ser descendiente de Enrique VII, al igual que Isabel I–. Si bien considera que Isabel no está legitimada como reina por ser hija ilegítima de Enrique VIII, acepta que su prima la instituya como sucesora al trono inglés.
Rourke y Willimon sitúan en el centro de su filme las luchas confesionales: los nobles protestantes en Escocia no están dispuestos a aceptar a una católica como reina; los cortesanos ingleses se encrespan con la idea de que Isabel I pudiera nombrar su sucesora a una “papista”. María, Reina de Escocia subraya especialmente el fanatismo del predicador protestante Jon Knox y del confidente de Isabel, William Cecil.
Exceptuando algunas concesiones a lo políticamente correcto (el segundo esposo de María, Henry Darnley, es representado como homosexual; la corte inglesa tiene una composición multiétnica), María, Reina de Escocia se caracteriza por su fidelidad histórica, al mismo tiempo que su centro dramatúrgico –en lo que coincide con Schiller– se sitúa en el encuentro personal de las dos reinas.
Además de la excelente interpretación, tanto de Saoirse Ronan en el papel de María como de Margot Robbie en el de Isabel, destaca un diseño de producción y una fotografía muy cuidados, que ayudan a pasar por alto algunas irregularidades dramatúrgicas. Además, se aprecia el esfuerzo por evitar los anacronismos y trasmitir al espectador lo que está en el fondo de esta historia: la oportunidad perdida de que Inglaterra, con María, hubiera vuelto al catolicismo tras el reinado de Enrique VIII; la desgracia de las guerras de religión, y el drama de la ruptura de la unidad cristiana de Europa.