Chicago en la actualidad. Las cuatro esposas de los miembros de una banda de atracadores tienen que reaccionar ante un acontecimiento previsible pero inesperado.
El británico Steve McQueen (Londres, 1969) parte de una serie británica homónima de Thames TV para ITV emitida en los primeros años 80, escrita por Lynda LaPlante. En 2002 se hizo otra versión. McQueen construye un largometraje de notable crudeza en la representación de la violencia, algo habitual en su filmografía, donde encontramos títulos como Hunger, Shame y 12 años de esclavitud, ganadora del Oscar a la mejor película en 2014.
McQueen solo ha dirigido cuatro largometrajes, y el primero lo estrenó cuando había cumplido los 38. Es un cortometrajista prolífico desde 1993 y también hace video-arte en colaboración con importantes museos. De raza negra, McQueen está casado con Bianca Stigter, productora de raza blanca con la que tiene dos hijos. Su formación audiovisual le llevó a centros de gran prestigio como la Chelsea School of Art y el Goldsmith’s College de Londres. Luego fue a la Tisch School of the Arts de Nueva York, donde solo aguantó un semestre que se le hizo odioso.
McQueen es visceral, vaya si lo es, pero tiene talento y fuerza como realizador: se aprecia en el magnífico arranque de Viudas. El rediseño de la trama de una docena de episodios del original, de 50 minutos cada uno, para los 128 minutos de la película adolece de un cierto esquematismo y sobreabundancia de personajes. Hay rabia en la trama y en el retrato de los personajes (hasta el punto de que parece que se quisiera humillar nuevamente a la mujer blanca que interpreta la británica Elizabeth Debicki, que lidia con un innecesario exhibicionismo). Una rabia con regusto a revancha.
El violento Chicago de los años 20 que retrató portentosamente Raoul Walsh en 1939 tiene un gran protagonismo en una película compleja, ácida y descarnada: no es una mera película de golpe, de atraco. Hay un retrato de la corrupción política, de los mecanismos para lograr apoyos que luego se pagan con favores.
El desasosiego que dejaba Perdida, también escrita por Gillian Flynn, está presente en Viudas. El encaje de las piezas y los giros sorprendentes hasta el amargo clímax funcionan gracias a una gran dirección de actores y notables trabajos de fotografía, montaje y música.