Tras la trágica muerte de la estrella del equipo, Line (Caroline) Found, las demás jugadoras deberán unirse bajo la dirección de su dura entrenadora (Helen Hunt) con la esperanza de ganar el campeonato escolar de voleibol femenino de Idaho. El director de Soul Surfer, Sean McNamara, vuelve a otro relato de superación, también –como aquel– basado en una historia real.
El argumento es una carrera de obstáculos superados siempre por la voluntad de vencer. En ese sentido, ¡A ganar! es una película tremendamente “yanqui” en su planteamiento antropológico. Por un lado, exalta sin complejos el voluntarismo, el “Yes, we can”, el “querer es poder” como garantía de éxito. Sin embargo, no olvidemos que la película cuenta un hecho real, muy expresivo de esa mentalidad que se ha materializado en mitos compartidos como “el sueño americano” o “el hombre hecho a sí mismo”.
Pero lo genuino del film no reside en la propuesta descrita, presente en tantísimas películas comerciales hollywoodienses, sino en el carisma de la desaparecida capitana del equipo, Line, que se ha convertido en un modelo de referencia para todos los jóvenes del instituto y alrededores. Fundamentalmente se trata de una chica alegre, de mente abierta y desprejuiciada, con una actitud positiva ante la vida, constructiva y creativa. Estas aptitudes la habían convertido en una líder natural, que creaba unidad y buen clima. La relación con su madre, gravemente enferma de cáncer, expresaba de forma especialmente elocuente esta forma de vivir.
La voz en off del comienzo es toda una declaración de principios: Line es una chica excepcional por sus cualidades naturales, pero que puede entenderse como un don del Cielo para enseñarnos a vivir. A pesar de lo convencional del film, es muy positivo y ofrece una visión del ser humana no contaminada de nihilismo.