Los medici: Señores de Florencia

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNViolencia, Sexo

ESTRENO18/10/2016

Los Medici fueron los dueños de la banca en el período de esplendor de Florencia entre los siglos XIV y XV. De esta familia nacieron tres papas, dos reinas de Francia y varios mecenas que hicieron posible que artistas como Fra Angélico, Donatello, Botticcelli o Miguel Ángel tuvieran la libertad necesaria para revolucionar el arte de su época. La famosa cúpula de la catedral de Florencia fue un símbolo de la audacia de una generación adelantada a su tiempo que asumió grandes riesgos en batalla interminables y durísimas negociaciones.

Las productoras italianas Rai y Lux Vide, y las británicas Big Light y Wild Bunch, especializadas en series históricas y de temática religiosa, han realizado esta miniserie sobre una de las familias más importantes del Renacimiento italiano. Los Medici se centra en el período entre la última época del primer Juan de Medici (Dustin Hoffman) y la sucesión de su hijo Cosme de Medici (Richard Madden, conocido especialmente por ser uno de los protagonistas de Juego de Tronos). Brunelleschi asume la responsabilidad de acabar con el interminable y carísimo proyecto de la cúpula de la catedral de Florencia a la vez que las luchas internas, las guerras contra Milán y la peste negra complican la supremacía de los Medici.

El guion no logra hacer convincente y vibrante el relato

El creador de la serie es el veterano británico Frank Spotnitz (The Man in the High Castle, Crossing Lines, Expediente X) y el director de los 8 capítulos de la primera temporada es el croata Sergio Mimica-Gezzan, conocido sobre todo por ser un hombre de televisión (Falling Skies, Los pilares de la Tierra), que venía de ser el asistente de Steven Spielberg en uno de sus periodos cinematográficos más brillantes (entre 1993 y 2004: La lista de Schindler, Salvar al soldado Ryan, Minority Report o A.I. Inteligencia Artificial). Ambos han reconocido que se han tomado la libertad creativa de inventar algunos aspectos fundamentales de la trama, como la premisa inicial de la serie: el posible envenenamiento de Juan de Medici. Y aquí empiezan los problemas.

A mitad de camino

Las autoridades italianas han dado todas las facilidades para que la serie se ruede en exteriores, iglesias y palacios de Florencia. Eso hace que la serie sea visualmente imponente. La fotografía, los vestuarios y dirección artística muestran una belleza clásica apoteósica. Sin embargo, la serie se queda a mitad de camino entre las producciones que banalizan la épica histórica convirtiéndola en un culebrón anacrónico con erotismo burdo del destape (Los Tudor, Juego de Tronos, Hispania, Los demonios de Da Vinci) y la excelencia de ficciones que plasman la resonancia universal de una época (Isabel, Carlos, Rey Emperador, El Ministerio del Tiempo, Lope, Las hermanas Bolena).

A Los Medici no le faltan medios técnicos ni talento en la interpretación; lo que necesita es un guion que haga convincente y vibrante el relato. En muchos momentos la serie va muriendo lentamente con escenas que carecen de intensidad y fuerza en los diálogos. Da mucha pena ver a un Brunelleschi tan poco carismático explicando su idea genial de igualar contrapesos para poder levantar la famosa cúpula, o a Cosme de Medici enamorándose perdidamente de una modelo que posa semidesnuda como si fuese un quinceañero abobado ante un espectáculo de strip-tease. Incluso el personaje que interpreta Dustin Hoffman, el mejor escrito de esta primera temporada, acaba resultando evidente y previsible, sin apenas recursos oratorios. Por otro lado, en algunos capítulos como el episodio piloto, la recurrencia en mostrar los líos sexuales repentinos y muy poco significativos es agotadora; una influencia más del “juegodetronismo” imperante. Resulta además muy desconcertante, porque en algunos capítulos se opta por utilizar las elipsis considerando que el espectador no necesita ese tipo de impactos efectistas.

 

La fotografía, los vestuarios y dirección artística muestran una belleza clásica apoteósica

 

Tampoco la religión católica, fundamental para entender la época, aparece reflejada con cierta complejidad. Más bien se recurre al tópico postmoderno de que el poder temporal engullía al espiritual y ahí se acaba el recorrido dramático. Por más que los protagonistas se cuelguen rosarios y aparezcan en algunos momentos de rodillas ante un sagrario, todo es espiritualidad “de pose” epidérmica e hipócrita, de un maniqueísmo que acaba por resultar insultante.

Los créditos iniciales y finales son espectaculares gracias especialmente a la música del compositor italiano Paolo Buonvino (Caos calmo, Manuel de amor 2) y la voz de la cantante británica Skin. Peo incluso en este aspecto la serie quema el tema principal haciéndolo omnipresente sin apenas variar los mismos registros. En definitiva, una serie con trazos dignos de convertirse en una producción muy valiosa, pero que acaba siendo muy insuficiente para reflejar uno de los momentos históricos de mayor esplendor cultural de la humanidad.

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