Al documentalista David Guggenheim le interesan las cuestiones educativas, como demostró con Una verdad incómoda, mirada al cambio climático que le valió un Oscar, y con Esperando a Superman, que sigue a varios chavales que sobresalen en sus colegios por encima de las dificultades del ambiente. Ahora centra su atención en Malala Yousafzai, jovencita paquistaní herida en atentado terrorista de los talibanes, por la simple razón de ir a la escuela y reclamar una educación para ella y las mujeres musulmanas. Se convertiría en la persona más joven galardonada con el Premio Nobel de la Paz.
La película combina imágenes de animación de trazos impresionistas, imágenes de archivo de la joven activista, y otras tomadas ex professo para el documental, que muestran el lado más íntimo de Malala, el entorno familiar. Como la justicia de su causa está más que clara, la gran cuestión consistía en saber si se abordarían los aspectos que más se le suelen criticar; a saber, que ella es muy joven, en los comienzos de su vida pública apenas una niña, y que como su padre es un activista que trata de promover el lado más amable del islamismo moderado, la habría utilizado de algún modo. A tal respecto Guggenheim logra que los aludidos hablen y se expliquen, para que el espectador saque sus conclusiones: y así la protagonista deja claro que su padre le puso su nombre –que alude a un personaje femenino legendario que da su vida por una causa–, pero que es ella la que libremente decide sus acciones; y los hermanos y los padres, mostrados en el contexto de un hogar normal, acentúan esa naturalidad en que cada uno desarrolla su personalidad.
En el retrato de Malala que Guggenheim nos ofrece está bien presente su fe musulmana, muy distinta a la visión rastrera de los fanáticos, donde no se escamotean aspectos como la oración y confianza en Dios, el pudor y el recato que tanto chocan a muchos occidentales, o la posibilidad de llegar a un matrimonio por amor, contando con la guía de los padres. Llama la atención la alegría de la protagonista, también en la rehabilitación de sus heridas o con su rostro parcialmente paralizado, y su carácter fuerte al hablar en público denunciando injusticias.
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