Memorias de un zombie adolescente empieza como todas las historias de género, ya sea en serio (El amanecer de los muertos vivientes, 28 días después) o en broma (Zombieland), con una visión apocalíptica del mundo, ahora poblado por muertos vivientes y un puñado de humanos que luchan por sobrevivir. La novedad comienza con el narrador, un joven zombie que todavía conserva algo de humanidad. Su punto de vista marca la diferencia con las convencionales historias de muertos vivientes.

Esta película llega como una agradable sorpresa por varios motivos. En primer lugar por su frescura: se trata de una comedia original, diferente y con gracia. Es también una historia de zombies que se permite no repetir clichés y banalidades al uso; se atreve a ser optimista, romántica y elegante sin dejar de ser una película de género, con todo el horror que provocan esas criaturas. Finalmente, tiene mucho humor –aunque sea bastante oscuro– y solo dura hora y media.

El humor y la frescura hacen pasar por alto los defectos, que también los tiene: desde una banda sonora deliberadamente efectista –aunque sean grandes temas clásicos– hasta ciertas repeticiones y clichés en el guion y la puesta en escena.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.