Palacio de la Magdalena (Santander). Residencia de la Familia Real española construido entre 1901 y 1911. Un lugar que marca una serie. Convertido en un hotel de lujo de principios del siglo XX, sirve de marco para una historia de amores y misterios. Julio Olmedo (Yon González) llega a este lugar para trabajar como mayordomo y poder investigar la misteriosa desaparición de su hermana Cristina (Paula Prendes), que llevaba meses siendo encargada de planta. Julio conocerá Alicia (Amaia Salamanca), la hija de la perversa propietaria del hotel (Adriana Ozores), que pretende casarla con el futuro gerente Don Diego (Pedro Alonso).
Gran Hotel es sin duda una de las grandes series españolas de los últimos años. Ganadora del Premio Alma a la mejor serie del año otorgado por el sindicato de guionistas, esta elegante producción televisiva tiene más de 2 millones de espectadores de media por capítulo. Y su éxito no se queda en nuestro país, Gran Hotel se estrenó en la cadena británica Sky Arts el pasado 18 de noviembre, manteniendo el idioma original con subtítulos en inglés.
Sin salir de Gran Bretaña, la edición digital del diario The Telegraph no ha dudado en denominar esta serie como la “Spanish Downton Abbey”. En realidad Gran Hotel comparte algunos elementos con la magnífica serie inglesa: traiciones, desengaños amorosos, relaciones entre criados y señores, etc., pero se centra más en la resolución de múltiples misterios.
El creador de la serie es el gallego Carlos Sedes, uno de los nombres más importantes de la televisión actual de nuestro país. Imperium, Gran reserva, Hispania, Guante blanco o Padre Casares son los últimos títulos en los que ha trabajado. El proyecto de Gran Hotel es muy ambicioso. La serie desprende elegancia con una dirección artística y un vestuario cuidadísimos, que obedecen a una recreación histórica asesorada por el conservador jefe del Museo del Prado, Juan Luna. Un elenco de actores muy consolidados (Concha Velasco, Juan Luis Galiardo, Kiti Manver, Asunción Balaguer o Adriana Ozores) se complementan con prometedores actores jóvenes (Amaia Salamanca, Yon González o Eloy Azorín).
Gran Hotel busca entretener y lo consigue en muchos momentos a base de constantes giros, asesinatos y misterios que se esconden detrás de las paredes. Si uno no exige demasiado, el truco es vistoso y, a ratos, incluso inteligente. Probablemente estemos ante la serie española actual de más calidad, junto con Isabel que emite La 1 de TVE.
¿No llueve nunca en Santander?
Sin negar lo dicho anteriormente, la comparación de Gran Hotel con Downton Abbey muestran las limitaciones de la serie española. Ninguna de las dos deja de ser un elegante culebrón, pero hay una salto de calidad inmensa de una a otra. Básicamente el problema de Gran Hotel es la falta de matiz y el maniqueísmo de los personajes, demasiado artificial para ser algo más que un entretenimiento eficaz.
En Gran Hotel siempre luce el sol, nunca hay nubes, lluvia, contrapuntos, evolución dramática. Se nota el exceso de enredo, la aceleración de las tramas buscando continuas vueltas de tuerca, muchas veces poco sutiles y sofisticados. Por poner un ejemplo, es una pena ver a una actriz maravillosa como Adriana Ozores con un personaje tan perversamente plano. También resulta ridículo el personaje del detective Ayala, una especie de Sherlock demasiado altivo y superficialmente retórico, con una dicción muy poco creíble. Por otro lado, los múltiples misterios tienden a ser resueltos con demasiada evidencia, haciendo que en algunas ocasiones los personajes resulten incomprensiblemente ingenuos.
La música de Lucia Godoy (Rabia, Blackthorn, Un cuento chino) está muy bien compenetrada con la acción pero termina siendo excesiva. Incluso la fotografía que debería ser bellísima acaba resultando saturada con un exceso de luz y color que da un tono de casa de muñecas bastante irreal.
Los jóvenes Yon González y Amaia Salamanca son bastantes competentes y no se limitan a interpretar pasivamente la historia de amor de guapo conoce a guapa. Pero hay detalles en sus personajes que son poco verosímiles. El peinado de los dos resulta demasiado anacrónico (especialmente el de Yon González a lo Orlando Bloom), y el aspecto que este mismo personaje después de una durísimo combate de boxeo resulta involuntariamente cómico.
Al no haber apenas contrastes y matices, la serie acaba siendo técnica y argumentalmente bastante limitada. Queda un entretenimiento que aprovecha un lugar magnífico y unos actores que salvan algunas deficiencias del guión con indudable talento.
La tercera temporada ha comenzado con 2,6 millones de espectadores siendo la ficción líder de la noche de los martes con un 14,2% de audiencia.