En Alaska, un grupo de trabajadores de una empresa petrolífera monta en un avión para descansar por unos días de la soledad y el frío. Entre ellos está Ottway, encargado de matar a los lobos que merodean en torno a la estación. El avión se estrella, sólo sobreviven siete hombres a los que espera la muerte por frío o a dentelladas de los lobos. Ottway se erige en líder del grupo y recomienda avanzar.
Bajo el disfraz de cine de aventuras, la película habla del sentido de la existencia, de por qué vivir, por qué morir, del hombre, de la naturaleza, de la vida, de la muerte, y de Dios. Carnahan se ha esforzado por definir cada personaje y darle a cada cual un pasado, unas ilusiones, unos motivos para vivir o para dejar de hacerlo.
La película es ambiciosa y tiene muchos escollos que esquivar. El principal es presentar a los personajes y una situación extrema que no sea excesivamente tópica o ridícula: a continuación, preparar al público para una travesía penosa y larga en la que se sabe que va a producirse una serie de muertes escalonadas; finalmente debe ser respetuoso con todas las creencias al hablar de la muerte, del más allá y de Dios, aunque roza el nihilismo. Todos esos desafíos son bastante bien resueltos por el director con ayuda, principalmente, de un gran director de fotografía, cuya puesta en escena fría e inmisericorde, adecuada a la narración, y gracias al gran trabajo de Liam Nesson, en una cinta que no es comercial.
