Frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial. España apoya a Alemania con voluntarios integrados en la llamada División Azul. Allí está el sargento Andrade, antiguo inspector de policía en la vida civil. Precisamente por su profesión los altos mandos acuden a él para resolver el asesinato de un soldado, sobre cuyo pecho aparece grabado a base de cuchillo la frase «Mira, que te mira Dios…», inicio de una oración infantil. Le ayuda en las pesquisas el sargento Estrada.
Gerardo Herrero es mejor productor que director. Recientemente ganó el Oscar por su trabajo de producción en El secreto de sus ojos. Está claro que se le debe reconocer el mérito de levantar películas ambiciosas; una muestra es este film, cuyo marco, la División Azul y unos crímenes misteriosos, resulta fascinante. Las primeras imágenes de unos caballos congelados en el hielo junto al cadáver del soldado asesinado despiertan grandes expectativas. El problema es que Herrero, dirigiendo, es más bien anodino.
La curiosidad por los crímenes del film y su posible autor se va diluyendo; solo acaba despertando en el tramo final. No están bien definidos los personajes de Andrade y Estrada, sobre todo el primero, del que esperaríamos conocer más: su preocupación por un niño y una mujer rusa, y su pasado español quedan en una difusa nebulosa. ¿Qué anotar al final en el haber del film? Tal vez el evitar estériles partidismos demasiado obvios, el innegable empaque y la creación de una intriga que a ratos interesa. Algo es algo.